Mientras a mi espalda suena la canción de Melendi, esa cuyo estribillo dice “Tú que eres tan guapa y tan lista, tú que te mereces un príncipe o un dentista”, leo con horror que hay tipos por ahí sueltos, sin la debida camisa de fuerza, que violan muñecas. Hace falta estar tarado. También hace falta estar perjudicado para montar un burdel de muñecas. Claro que las muñecas en cuestión cuestan 25.000 euros y poco o nada tienen que ver con las cutreces horrorosas que todos conocemos como muñecas hinchables, esas con la boquita abierta y dos pechos como obuses. Las nuevas muñecas tienen tacto de piel humana, calor corporal, pelo natural y total articulación para colocarla en la postura deseada (que vuele aquí la imaginación de quien me lee). No es un producto más del imaginario del sexo, sino un producto que lujo que como extra incorpora ahora el “modo violación”.
Habéis leído bien. Modo violación. Roxxxy, pues así se llama el engendro, se pone rígida de repente, tal y como se pondría una mujer que está a punto de ser violada y se bloquea un segundo antes de comenzar a resistirse. Aquí no sirve el “no es no” porque sólo cuenta la voluntad de una de las partes. La otra carece de ella. Es un juguete.
¿Es la violación un juego? ¿Es algo que no tiene la menor importancia si se realiza en casita o en un burdel con una muñeca? En la violación hay violencia y humillación. El violador suele acabar en chirona (menos tiempo del que nos gustaría, dado que la mayoría de ellos reinciden) y no precisamente por capricho del juez, sino por la bajeza del acto. En la violación se desea la sumisión del indefenso, la ofensa máxima, puesto que el atacante busca no tanto el orgasmo como vencer una resistencia, la derrota y la penetración a través del pánico y la fuerza bruta. En mi ranking personal de agresores, y aventuro que en el de todas, el violador se lleva la palma. Niñas, viejas, monjas y cajeras. Todas le sirven.
Me pregunto cuál será el siguiente paso de este submundo creado para divertimento de los hombres. Muñequitos negros para supremacistas blancos que se puedan poner en modo apaleamiento sumiso. Cristianos embutidos en un mono naranja que se arrodillan para ser degollados, si pensamos en una potencial clientela del Isis. ¿Suena apocalíptico? Como mínimo, escandaloso. Tan escandaloso como nos parece a nosotras que creéis algo muy parecido a una mujer para que juguéis luego a violarla.