Los mitos que aparecen reflejados en la literatura griega pueden darnos una pauta sobre el concepto que se tenía sobre la mujer en Grecia.
En la Odisea, libro del S. IX-VIII a.C. atribuido a Homero, se nos narran las aventuras de Ulises que tras la guerra de Troya vuelve a su casa, a Ítaca. A través de la narración, podemos apreciar la distinta moral sexual que se aplica a la conducta de Ulises, hombre, y a su mujer Penélope. A Penélope no le está permitido tener relaciones con otros hombres y el escritor la describe como una ingeniosa heroína, que hace lo que se espera de toda mujer griega casada, resistir y… tejer. Por su parte Ulises es el paradigma del hombre, con un amor en cada puerto. Tras estar un año con Circe, parte de su lado con las recomendaciones de esta previniéndole de la maldad de las sirenas. Y es que el episodio de las sirenas es todo un catálogo de insinuaciones y lecturas sobre cuál es la idea general que se tiene en Grecia sobre las mujeres, no muy distinto por otra parte, del que hemos ido viendo en todas las culturas, pero eso sí, expresado de un modo más literario.
Resulta significativo el que la propia Circe ponga en guardia a Ulises sobre la maldad de “las otras mujeres”, encarnadas en la figura de las sirenas, que pueden ser su perdición. Las sirenas, que para los griegos tenían cuerpo de ave, atraen a los hombres con su sabiduría y voz melodiosa, pero cuando están en su terreno, los devoran. Nada mejor entonces, para permanecer a salvo de este peligro, que no hacerles caso, y se insinúa que la sabiduría femenina puede ser peligrosa, por lo tanto, es mejor que no sean instruidas, sólo así serán inofensivas.
Ulises, mujeriego impenitente, pero también como todo griego que se aprecie, con curiosidad filosófica para conocer la sabiduría que pudiera encontrarse en los otros, aunque esto pudiera conducirle a la perdición, no quiere dejar pasar el placer de oírlas y disfrutarlas, pero está atado firmemente al mástil, el matrimonio, por lo que de esta manera puede disfrutar de sus encantos, pero no caer, definitivamente, en sus garras.
El ideario mítico griego está lleno de seres inteligentes con rostros hermosos de mujer, pero cuerpo de fiera, como la esfinge a la que sólo puede vencerse siendo más inteligente que ella. No es de extrañar que no desearan que la mujer se instruyera, aunque hubo mujeres filósofas, idea que continuaría con continuos resurgimientos, hasta la actualidad. Todavía en el s. XVII, el extremeño de Jaraíz de la Vera, Gonzalo Correas, en su “Vokabulario de Refranes i Frases Proverbiales,”, dice: “No moza adivina ni mujer latina,” o sea instruida.
La iconografía de las sirenas variará con el transcurso del tiempo, así pues en el Medievo nos la encontramos representada no con cuerpo de ave sino de pez. Posiblemente haya sido el sexo, o más adecuadamente los olores sexuales, en una época de escasez de higiene, los que más influyeron en su fijación artística y mitológica, con torso de mujer, pero a partir de los órganos sexuales con cuerpo de pescado. Sin duda el mayor impacto, casi pornográfico, para el espectador, se produce en las representaciones en los capiteles de las columnas de las iglesias y conventos, de las sirenas bicaudales, con dos colas, donde parece que los artistas, sobre todo góticos, hasta se deleitan morbosamente representándolas, pero eso sí, mostrando la alegría del demonio que se oculta tras ellas. Y se aprecia ya que en este período, no es la mujer peligrosa por su inteligencia, ya que el analfabetismo era general, sino por su atractivo sexual, aunque esta estética no era totalmente nueva, porque ya los etruscos en el S.IX a.C. la representaban de esta manera. Lo que dudo es que los escultores tardorománicos y góticos lo supieran, y es que el cerebro de los hombres, evoluciona poco.