Al Espectáculo de un Beso te Asomas...
Ramón Asquerino
(Un silencio de abecedarios)
Y a veces pegaba el oído para escuchar el vacío. El norte soplaba con fuerza y en los silencios de la Malafada se oían las olas. Mercedes Chozas: Los abecedarios
(A Henning Mankell, ya solo contra su silencio de abecedarios, en el brocal de nuestra sed)
… desde el brocal de tus labios y allí mueren,
dormidas, las cenagosas aguas de los bostezos. (La voluntad de un espejo)
Y tú con la boca baja de miedo
hasta el pozo, los erizos entre los dientes
al devorar hijos de soturnos pensamientos
lejos de las playas de nubes,
al alcance solo de unos brazos mojados,
que salpican lazos con nervios huidos
como algas en sus costas:
Todo está escrito en la piel
—dice Víctor del Árbol—
y con cada uno de esos tus silencios
me han construido un faro
las olas a la orilla del aire.
El oído pegado a la piel para ver tu correo:
vertiginosas arrobas que pesan la garganta
del mar a cuestas con tu cintura
entre orillas y jazmines enredada.
Porque tu piel es un sigilo del Tiempo
mientras amanece tan despacio
—ya se divisa/ por el oriente el alba —
por tu cuerpo ajustado en noches,
un intenso callar de muslos
donde resbalan suspiros y bostezos:
de mis ojos, de tu boca dormida de arena.
Y acceder al recinto sagrado del beso,
salpicado de pantallas y montañas de alcohol
que no atienden a su etiqueta, blanca y sin color,
es una ruta impasible, camellos de sus desiertos.
Anónimos laureles dormidos sueñan amargas vísperas,
girasoles no atinan a su ocaso entre calles escondidas,
siluetas de esquinas se desperezan de su tarde
y tú empiezas a estirar tu noche hasta alcanzarnos.
El vacío responde a las olas un silencio de abecedarios,
en tanto que Rebeca, al aire de Murillo,
desagua su mirada en el brocal de Eliezer.
