Don Trigo Limpio
David Torres
El primero que dio la voz de alarma fue el cardenal Cañizares, un hombre que sigue al pie de la letra los conceptos cristianos de caridad, humildad y compasión: “Esta invasión de emigrantes y refugiados ¿es todo trigo limpio?” La metáfora no le pudo quedar más evangélica. Por algo el arzobispo de Valencia, en efemérides eclesiásticas señaladas, se coloca una capa de faralaes roja de cinco metros de largo que posteriormente le copió Gary Oldman en el Drácula de Coppola sin copyright ni nada. Así, mientras canta y baila por peteneras, va barriendo el trigo sucio, el trigo limpio, migas y pelusas. Comparadas con la demanda de asilo para refugiados en parroquias y monasterios que pidió el Papa Francisco el pasado septiembre, la pregunta de Cañizares sonaba más a portera que a arzobispo, no tanto a cura como a dos pistolas. Debe de ser que Cañizares ama a su prójimo como a sí mismo.
Y puesto que abrió fuego el cura, tenían que sonar las dos pistolas: “No sabemos si todos los que vienen tienen la calidad humana que nos gustaría” dijo el general de la Guardia Civil Pablo Salas, en un acto donde compartía su preocupación con Enrique Barón, de los Servicios de Información del Cuerpo Nacional de Policía. “No nos está dando tiempo a hacer verdaderos chequeos sobre el origen o la calidad o la cualidad de las personas que nos están llegando”. Para verdaderos chequeos, los que realizaron en los lomos de los manifestantes a las puertas del Congreso o en la playa del Tarajal, donde chequearon a unos cuantos emigrantes a base de pelotas de goma. En Ceuta separaron la paja del trigo, al estilo arzobispo, y la paja se fue toda al fondo: catorce muertos. Con las tramas mafiosas de corrupción puede que no sean muy efectivos, pero como antivirus la Policía y la Guardia Civil no tienen precio.
Me enternece cuando un servidor de la ley, en lugar de emplear el término “terrorista”, “yihadista” o “criminal”, da un rodeo semántico de tres cerros y suelta: “no sabemos si tienen la calidad humana que nos gustaría”. Ayer mismo se celebró en Madrid, con casi un mes de adelanto, el Día del Orgullo Facha, o para dar otro rodeo semántico, un cónclave de conservadores europeos que incluyó a Merkel, a Sarkozy y a Donald Tusk. Todos ellos personas con la calidad humana que nos gustaría y que venían a apoyar a Mariano en su desplome de popularidad, aunque lo mejor para eso es que lo hubieran amarrado a un árbol. Todos compartían el optimismo de De Guindos por la inmejorable gestión del timonel: “Hace cuatro años España estaba en recesión, se destruían 600.000 empleos anuales y ahora se crean 600.000, ese es el cambio”. No sé a ustedes ni al ministro, pero con esas cuentas a mí la calculadora me da casi dos millones y medio de empleos creados en estos cuatro años y las cifras dicen que de momento Mariano va igualando a Zapatero en desempleo, sin contar emigrantes ni parados que se han dado de baja. Debe de ser que, como es ministro de Economía, le ha aplicado el IVA al paro, lo ha dividido por el mínimo común múltiplo de Lehman Brothers y lo ha multiplicado por el número primo de votantes primos consanguíneos.
Para terminar de arreglar el homenaje, también vino a echar una mano a don Trigo Limpio Viktor Orban, primer ministro de Hungría e impulsor de la maratón con vallas para refugiados, que entre otras perlas soltó que las masas de extranjeros en fuga “parecen un ejército” y que “Europa no puede aceptar a todos los que quieren una vida mejor”. Bela Lugosi decía en Ed Wood que, para hacer ciertos trucos de manos, “hay que ser muy flexible, y además ser húngaro”. Orban le tenía que haber pedido la capa roja a Cañizares e irse volando por la ventana.