La Boda del Tiempo Insular
Ángela Mallén
Cuento azul y rosa para niñ@s romántic@s
El 26 de julio se celebró una boda en la isla donde los hechos ocurren una hora antes y duran una hora más. Por eso los invitados tuvieron que tomar un enorme barco en el que cuando se llega a tierra todavía es una hora menos y todo el mundo recibe sesenta minutos regalados. Se dice que ese tiempo extraordinario lo pesca el gran barco justo en el brazo de mar que separa la tierra conocida de la isla mágica. Nadie sabe cómo logra hacerlo, a qué prodigioso procedimiento recurre. Aunque sí es sabido que el gran barco encuentra y atesora dichos minutos mientras se bambolea plácidamente en un sedativo rumor amortiguado de motores.
Como es natural, el tiempo que entrega el barco deberá devolverlo el viajero en el crucero de vuelta. Si bien es cierto que únicamente se reclama el tiempo externo cuantificable y no el interiorizado. Porque el tiempo interno –dice el gran barco- se vuelve íntimo y por lo tanto imperecedero.
De todo lo anterior podría extraerse cualquier lectura. La siguiente es una de las posibles:
Los novios se casaron en un tiempo insular elaborado en el fondo del océano. Tiempo que entretejen las sirenas de cabellos ondulados por las olas, cuyos cantos sólo pueden entender quienes aprenden solfeo bajo agua, así como los delfines oceánicos a través de su espiráculo y los peces que se iluminan a la caída de la tarde. El tiempo insular, profundo y esplendorosamente habitado, posiblemente sea el mejor tiempo de todos.
Se dice que vivirán unidos y felices quienes durante ese tiempo mágico y azul celebran su matrimonio con júbilo y amor.
