El Suicidio Buenista
Inés Matute
Estoy bastante cansada de la corriente de “buenismo por narices” en la que chapoteamos desde hace bastante tiempo. A sabiendas de que voy a ser políticamente incorrecta- no fundamos una revista alternativa para decir lo que toca decir ni nadar en el mainstream que critico- voy a dar un poco de caña para que aquellos a los que no caigo bien tengan unas cuantas razones más para ahondar en su ojeriza y llamarme “facha”, que es lo que suele llamar a aquel que opina de modo distinto a como opina uno mismo, sin ir más lejos en la definición. Allá va.
Erase una vez… unos padres musulmanes que exigieron la supresión de la carne de cerdo en los comedores escolares de su municipio. El alcalde de Antibes- era competencia suya hincar la rodilla o ponerles en su sitio- les envió una nota para explicarles el porqué de su rechazo categórico, utilizando un razonamiento basado en el hecho de que habían sido ellos quienes habían escogido emigrar, y por lo tanto quienes tenían que adaptarse a las costumbres del país receptor y no así al revés. De paso les recordó que, al contrario que muchos países de confesión islámica que no aceptan a extranjeros no musulmanes, Francia ha acogido en su territorio a numerosos emigrantes musulmanes. Les explicó que, pese a sus raíces cristianas, la religión en Francia queda en el ámbito de lo estrictamente privado, y que la alcaldía tiene razón cuando rehúsa todo compromiso con el Islam y con la sharia. En un apunte que algunos considerarán chulesco y yo de mero sentido común, añadió que “si habéis escogido Francia en lugar de ir a un país musulmán que tiene las mismas costumbres que vosotros, será porque habéis considerado que la vida aquí es mejor que en esos otros lugares. No pretendáis cambiarla”.
De cajón de madera. Pero pasemos ahora a la parábola, que por algo somos una revista cultural.
La obra de Marx Frisch, “ Biedermann y los incendiarios” es una pieza teatral en la que un ciudadano corriente, el señor Biedermann, se encoge de hombros ante el avance de unas fuerzas sociales destructivas que se manifiestan en forma de incendios provocados. Cuando los Briedermann encuentran a dos sujetos en su casa, reaccionan con aversión, pero los intrusos actúan con una mezcla de arrogancia exigente y apelación a la compasión (estupendo disfraz el de víctima de la sociedad: siempre funciona), con lo que los dueños de la casa no se “atreven” a pedirles que se marchen. Una vez instalados en la casa, comienzan los preparativos para incendiarla. ¿Qué hacen sus legítimos dueños? Preparan una cena espartana para dejar claro que son gente solidaria y que en modo alguno se consideran superiores a los recién llegados, aceptando sin más el hecho de que los bandidos son las “víctimas” y no al revés. ¿Qué impide al matrimonio afrontar la realidad? El puro buenismo, una postura que no es expresión de principios morales profundos sino de PUSILANIMIDAD ante el conflicto, lo que es aprovechado por los asaltantes, que ni por un segundo arrinconan su arrogancia. No quiero extenderme; Para no ser tomado por un ser insensible, Biedermann acabará prestando la caja de cerillas con la que los asaltantes prenderán fuego a toda la ciudad.
Pienso que Europa viene adoptando una actitud excesivamente complaciente con los avances del islamismo radical en el que participan tanto hombres como mujeres. Por ello sería bueno que se considerase al alcalde de Antibes como un ejemplo de sensatez y no como un racista xenófobo despiadado.
No hace falta mirar muy atrás ni mentar a Hitler para darse cuenta de que los suicidios buenistas sólo son actos de suprema gilipollez.¿O acaso tolerarías tú que alguien se instalase en tu casa y te dijese lo que debes o no debes hacer?