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ISSN 1989-4163

NUMERO 57 - NOVIEMBRE 2014

Identidad, Miedo y Semiótica, Galliano y Margiela

Holly

John Galliano, antiguo diseñador de Diorrepudiado por antisemitismo (tras comentar a una pareja judía que eran feos y que su bolso también lo era y que él amaba a Hitler, todo ello, copas de vino mediante), reciente becario de Oscar de la Rentay siempre amado niño terrible de Anna Wintour, con un cargo de director creativo -o algo así, se trata de ese nuevo lenguaje ininteligible de los negocios- de unos perfumes rusos (qué desconcertante es todo), acaba de ser nombrado diseñador en jefe de Maison Martin Margiela (MMM), casa que su creador abandonó en 2009, con confirmación oficial y alegría, también oficial, porque por fin vuelve a tener un creador con carisma. 

Y esta pasión por el carisma es el rasgo que más llama la atención de lo comunicado a la prensa por un empleado de Enzo Rosso, director theOnlyTheBrave-OTB-, sobre todo cuando el propio Margielaera carismático por su ausencia, casi por su desaparición en su propia marca, aunque fuera un anonimato consciente, muy japonés, muy místico, como el de esos monjes que pintan con agua en el suelo para que el sol se lleve su obra efímera, sin dolor por su parte. Así, en MMM, se pasa del carisma extraño de Margiela, interesante en sí mismo, a otra figura asimismo interesante pero de una forma muy diferente: Galliano es el que se disfrazaba de torero, de astronauta, de estrella del cabaret de los años 30, de culturista sudado y embadurnado de aceite, de estrella del pop con abdominales y melenón rubio... en Dior. 

Esto no deja de ser un cambio total, brusco, brillante quizá. Absurdo, probablemente. ¿Qué pinta Galliano en MMM si su creatividad nunca jamás ha sido conceptual? Es un artista maximalista que resulta lujoso y provocador siempre. Incluso cuando en sus desfiles inserta mundos futuristas o paralelos, retazos del futuro, cortes arquitectónicos, burlas, citas, sátiras, parodias... que lo hace. Lo de Margielaes preguntarse por la esencia de la moda, lo de Galliano es llevar la moda al límite. Puede parecer similar, pero no lo es. 

Martin Margielase pasó años en el anonimato, sin que nadie viera su cara, y apenas es reconocido hoy. Cuando dejó su firma en 2009 lo hizo con total discreción y dejando todo al equipo con el que había trabajado, sin diseñador oficial, sin cara al público, sin nada. Eran las batas blancas de Margiela y punto. ¿No?
En 2011, MatthieuBlazyse despunta como diseñador líder de MMM aunque en total secretismo. Hay quien ya sabe de este hombre, que ha trabajado en Balenciaga, con RafSimonsy con Galliano, pero en general, no. Sí que SuzyMenkesrecrimina que en MMM se guarden a este diseñador, que ella juzga con tanto talento pero que tiene un perfil tan bajo, y lo hace en verano de 2014, a raíz de lo publicado porel propio Blazyen redes sociales, que le desvela como el director de Margiela,y cuenta su currículum. 

Ante el desembarco de Galliano en Maison Martin Margiela, no cabe duda de que SuzyMenkesy el mundo de la moda en general ya sabía que había contactos entre OTB y algunos diseñadores estrella para que liderasen la casa. Es decir, que en Margielaquerían hacer un “Tom Ford en Gucci”y punto; encontrar a alguien que con su carisma dirigiera todo: bolsos, perfumes, ropa y que en su imagen, mediática a más no poder, encajara los valores de la marca que, en el caso de Gucci, eran sexo y poder, qué duda cabe. La historia de la casa se la refanfinfla. No es que Galliano no sea un diseñador de talento, que lo es, sino que la marca está buscando otra identidad. Quizá el gibraltareño, ya o supuestamente rehabilitado y en peregrinaje exculpatorio, les vaya como anillo al dedo, aunque su léxico y sus intereses disten mucho de los del creador original de la marca, algo que, en cambio, no era así enDior. 

En 2012, Margielacolaboró con H&Mpara hacer una de esas colecciones que ellos tan brillantemente hacen y que ha arrastrado a Karl Lagerfeld-que siempre quiere ser moderno-, a Stella McCartney -que necesitaba posicionar a su firma en el mercado desesperadamente, una vez que había perdido el rumbo creativo tras marcharse PhoebePhilode su lado-, a Viktor&Rolf-a quienes no conocía nadie y que a mí, en aquella época, me gustaban bastante, por cierto, y que tienen ese interesante perfume llamado Flowerbombvendiéndose siempre muy bien desde entonces-, a Roberto Cavalli-que dio una vuelta de tuerca a la colaboraciones haciendo directamente en barato algunos de sus éxitos y que hizo entrar el tema de las colecciones en colaboración en declive total-total-, a Marni-de la que no tengo ni imagen mental, lógico porque no ostentan ningún éxito que grite lo que es la firma más allá de una vaga identidad en bisutería para entendidos y de una dedicación muy exclusiva a los estampados que hacen ellos mismos y a la piel, que era a lo que se dedicaban inicialmente, pero que luego abandonaron-, Versace-un Cavalli2.0, pues no dejó de ser la de más éxito-,Comme des Garçons-una marca muy en la línea de Margiela-, AlberElbaz-que primero echó pestes diciendo que era imposible que él hiciera algo de lowcost porque su esencia era el lujo, los tejidos y los acabados y luego acabó vendiendo unos inefables tules a 300 euros- y Alexander Wang-que se inspiró en el boxeo y contó con Rihanna haciéndole publicidad en septiembre de 2014 en la Semana de la Moda de Nueva York con un conjunto de chándal gris con su nombre que… en fin-. Sin olvidar a Madonna, por cierto, en lo que fue un bluf total, tanto creativo como de ventas. 

Sin embargo, la colección de Margielapara H&M, que tenía sentido dentro de lo que es la firma (ya que el grupo OTB es el dueño de Marniy Viktor&Rolf), también era reveladora porque indicaba que estaban pasando muchas cosas en la casa y que había un descarado intento de hacerla relevante. No cabe duda de que el desembarco de Galliano está inscrito en esa línea de pensamiento, más que en la idoneidad del creativo para la firma que, no creo que sea mucho pese a que también opino que con su talento puede hacer lo que quiera. Y, ojalá, ojalá, esta parada en Margielale sirva para marcarse un Givenchyy saltar de aquí, no a Diorcomo en el pasado, sino a Chanel.Porque una vez que esté libre del conglomerado de LVMH que tiene su emblema en Dior, rival directa de Chanel, creo que esta estrella irá en alza, sobre todo porque Karl Lagerfeldestá mayor y porque los de Chanelvan por libre en el mundo de las empresas de moda y, aunque creo que Galliano es más Schiaparellique Chanel, -una mujer más práctica que la italiana-, encaja bien en la línea espectacular y de show de variedades, de arte y comercialidad, que Lagerfeldha dejado en Chanel. Confianza.

No obstante, en este lavado de cara que llega a todo el mundo, se impone hablar de la imagen de Galliano que ha distribuido OTB para confirmar su llegada a la casa (que en MMM han definido como una "nueva era" y han acompañado con la imagen de una puerta abierta). Galliano, que pasó de muchacho corriente y tímido a estrella del rock con más de un millón de dólares para vestuario en Diory acabó convertido en una diva con abdominales al aire, melena kilométrica y afición al disfraz y al atrezzo posando para los fotógrafos, por ejemplo, en el MET, del brazo de CharlizeTheroncon pantalón de lentejuelas y chaleco estampado, con levita dieciochesca y cardado a juego, ha mutado en un inquietante hombre de traje. Lo de inquietante lo digo por el perro ese que acaricia, si es que es un perro, y que le hace parecer una especie de copia del señor Burns de los Simpson o de un villano de los de James Bondque Ian Fleming siempre diseñaba feos, con imperfecciones físicas y un gusto por el mal lo mismo refinado que brutal. 
Aparte de ese detalle, de esa realidad infiltrada, de esa nota discordante que tan bien viene para reflexionar, hay algo en la presentación de este nuevo Galliano que también lleva a cavilar. Anna Wintour tiene razón cuando, en TheSeptemberIssue, dijo que la moda pone nerviosa a la gente. Es cierto. La moda es semiótica: se dicen cosas con ella, voluntarias e involuntarias. No sólo que se vaya bien o se vaya mal, se vaya a la moda o se vaya demodé, no tiene que ver. El nuevo Galliano va de traje, un dos piezas azul marino, impecable, con solapa ancha y combinado con una camisa de rayas morada y una corbata de lunares (combinación de estampados bonita donde las haya, de mis favoritas), con impecable pañuelo rosa en el bolsillo.

Galliano ya no es una mamarracha, es un nuevo hombre, un nuevo hombre de negocios, con carisma y una oportunidad que va a aprovechar. Además, esa mirada que no es desafiante, sino un poco huidiza y melancólica, es más propia del diseñador, -que siempre ha sido tímido e introvertido-, que de la estrella aquella de Dior. Y pese a que su calvicie es más que incipiente -y sin postizos mediante- y que la cirugía estética que se ha hecho es, como poco, donatelloversacesca, no cabe duda de que hay una nueva etapa en este hombre y eso se sabe por la ropa; de hecho, han debido temer que no distingamos a Galliano del presidente de banco número diez y le han colocado al perrillo para dar más calor a la situación -cosa que no acaba de pegar-. 

El traje es impecable y me gusta bastante, sin ser yo mucho de solapas, sobre todo porque el ojo de Galliano para el color es una de sus mejores características y ese marino-morado con mezcla de estampados y un toque rosa para bajar la intensidad es meridianamente perfecto, ni gota de rancio (pese al atrezzo de la foto, que tiene delito) y nada estridente. Yo tengo confianza en este nuevo Galliano porque ya no se viste como una mamarracha. Ni siquiera la Wintour, su madrina irredenta, consiguió llevarle por el buen camino en la producción de moda de Vogue sobre la boda de Kate Moss, en 2011, cuando ya sumido en el Gallianogatehabía sido despedido de Dior. Lo bueno fue que aquel editorial demostraba que Galliano no estaba perdido para el mundo de la moda y que aún había interés en él -a diferencia de Lacroix, por ejemplo, o del mismo Margiela-. Yo tengo confianza en este nuevo Galliano, porque su ropa me dice cosas que antes no me decía. A ver si es verdad que se ha quitado su disfraz y vuelve a sus orígenes gloriosos. Al fin y al cabo, en 1987, para recoger su primer premio al Mejor Diseñador Británico del Año, también llevó una corbata de lunares y un traje. Su carrera ahí estaba a punto de despegar. A ver si, por segunda vez, pasa igual.

 

La luz azul

 

 

 

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