La Vida Vivida
Francisco Gómez
Título: El balcón en Invierno. Autor: Luis Landero. Tusquets editores. 2014. 248 páginas. 17€
“Esos momentos creadores, fundacionales, capaces de torcer el destino, de cambiar o corregir en un instante el curso de una vida, como me ocurrió a mí al descubrir que mi pueblo no era el centro del mundo, o cuando me vi vestido con el mono y las alpargatas de mecánico, o cuando me compré El criterio de Balmes, sin sospechar que allí comenzaba para mí una vida nueva. Y eso por no hablar de la muerte de mi padre, fuente de todo afán. En casi todas las novelas aparece alguno de esos momentos estelares, y a veces en ellos está la clave para acceder al sentido profundo de la historia”.
Estas son las claves que el escritor español Luis Landero (Alburquerque-Badajoz-1948) nos revela en su último libro “El balcón en invierno”, una biografía novelada sobre su vida y la historia de su familia desde un pueblo de Extremadura hasta que emigraron al barrio de Prosperidad en Madrid. Un libro sencillamente hermoso. Un texto que me ha emocionado hondamente. No suelen gustarme las biografías o autobiografías de los escritores que sigo. Así me ocurrió con “Diario de invierno” de Paul Auster, que me decepcionó. Prefiero leer las ficciones que me cuentan los autores que me gustan antes que conocer su peripecia personal. Pero con esta novela no ha sido así. Landero trata en el primer capítulo de comenzar un nuevo relato, la historia de un jubilado. No está convencido con los primeros compases de la historia y decide cambiar e interrogarse sobre el acto de escribir, la historia de su casa donde no había libros. Sin embargo, su familia era amante de contar historias a la luz de la lumbre: “Casi todos eran soñadores y fantasiosos, urdidores de proyectos irrealizables, apasionados e infantiles…Casi todos estaban dotados para la oratoria, y les gustaba hablar en alto y gesticular con energía y en general preferían soñar la vida que vivirla”.
“El balcón en invierno” es, a mi entender, un gran ejercicio de vida después de ser vivida, es decir, de Literatura con mayúsculas. La historia de su familia, su abuela Frasca, el abuelo Luis, el primo Paco y sus andanzas con Landero como guitarrista, la severidad y las ínfulas de su padre que anhelaba que el hijo fuese un hombre de provecho para restregárselo a la “gente gorda” del pueblo, abogado por lo menos. Todo este maremágnum de vivencias, ideas, andanzas que han cristalizado en algunas de las líneas maestras de las siete novelas y “El balcón en invierno” la octava, que me han convertido en uno de sus devotos lectores.
“A veces me pregunto por qué caminos, por qué atajos, por qué oscuros designios del azar he llegado yo a ser escritor. ¿Por qué? Tantos miles de duros gastados en vano, porque para ser escritor no hacen falta grandes estudios académicos y eso sin olvidar que los escritores no se casan con las mujeres más ricas y guapas del lugar, ni participan en cacerías, ni alternan con la gente gorda, ni llegan a ser alcaldes, gobernadores o ministros”.
Este no es un sesudo estudio sobre la obra ni esta novela de Luis Landero. Es un libro que me ha llegado adentro porque es un homenaje a la gente sencilla, a la buena gente que nunca sale en ningún sitio y construye este lugar donde vivimos. También narra los primeros estadios de aprendizaje como escritor y el canon literario que aprendió de su profesor Gregorio Manuel Guerrero cuando su vida se movía a ritmo de impulsos sin un norte claro al que dirigirse, como les ocurre a muchos de sus personajes. “Tantos datos como atesoramos de políticos, militares, escritores, filósofos, científicos, profetas y magnates, y a veces apenas sabemos nada, ni nos preocupamos por saberlo, quizá porque las damos por sabidas, de las personas que tenemos cerca, y a las que queremos, y que un día, cuando mueren y transcurren los años y cuando ya es tarde para remendar los rotos del olvido, descubrimos con pena y estupor que no conocemos casi nada de ellas…”.
“Mi madre ha ido aceptando todas esas muertes sin protestas, casi sin lágrimas. Así es la vida, es todo cuanto dice, y los dos nos quedamos con los ojos perdidos en el aire, viendo apenados ese lento desfile de espectros desvaneciéndose en la distancia” “Le dije que estaba escribiendo un libro sobre la vida de todos nosotros. Con lo mentiroso que has sido siempre, habrá que ver lo que cuentas ahí” No, esta vez no hay mentiras”.
Lean “El balcón en invierno”. Sentirán latir una honda verdad humana y es muy posible que su espíritu palpite. Así lo ha sentido uno.