El Tanatorio
Francisco Marín
Autor: José Luis Corra Santana. ATTK Editores (2014). 116 páginas. 3,88 €
La editorial ATTK (antes Attikus) publica esta novela en edición digital, versión Kindle, a través de Amazon ( http://goo.gl/4CpEXX ) su precio es de 3,88 €.
Una vez más he de felicitar a la editorial ATTK, radicada en las Islas Canarias, por otra publicación, que a buen seguro, será... mejor es un rotundo éxito.
Es indiscutible que vivimos a bordo de una dualidad indiscutible... la vida y la muerte. Esta doble mochila que llevamos a cuesta hemos de portarla con toda naturalidad... reírnos con una y llorar con la otra; no siempre en ese orden: No hay boda sin llanto ni velatorio con risa.
La implantación de los tanatorios, resolvieron situaciones que, a buen seguro, todos padecimos en el pasado... y que, imagino, en algunos lugares aún se darán. Aquellos velatorios en los domicilios dejaban multitud de anécdotas. Al leer esta magnífica historia El Tanatorio me ha venido a la mente tres historietas que comparto con todos ustedes...
En un velatorio, noche de invierno, domicilio pequeño, personas en la casa y en la escalera, algún que otro café, coñac va y coñac viene (para vencer el frío)... cuando llegó la mañana no había nadie en condiciones para transporta el ataúd... de la curda que se llevaba encima.
Edificio de tres pisos, sin ascensor, muy antiguo. Tercer piso una academia de enseñanza, segundo piso matrimonio muy mayor. Un día fallece el varón del segundo piso... ataúd colocado con el fallecido, descubierto, en la entrada del piso, puerta abierta... todos los alumnos que subieron a la academia saludaron al difunto.
Actualmente vivo a unos 150 metros, más o menos, de un tanatorio. Familiar que me avisa del fallecimiento de una persona, y que lo llevan a “mi” tanatorio... Me preparo, llego al lugar, principio de la madrugada, toco y me atiende el encargado de guardia: “¿En qué sala está el señor X? me dice que ese señor no figura... le contesto...”No tardará en llegar”... al poco rato llegó y el encargado me miró raro...
Pues bien, como vemos hay un cierto aire de “¿broma?” en la muerte y los tanatorios han venido a poner un cierto orden en muchas cuestiones. José Luis Correa ha descrito en El Tanatorio una situación que puede ocurrir, pero que no es muy normal.
El argumento es tan simple, como densa es la historia: José Luis Correa nos cuenta las sensaciones y experiencias que un hombre va teniendo al quedar atrapado en un tanatorio, por una serie de circunstancias –muertes- ajenas a su voluntad. Pero, llega un punto en el que se atrinchera en él... no queriendo o no sabiendo salir del mismo.
El protagonista acude a velar, y posterior entierro, a su madre. Estando en plenas exequias se produce el fallecimiento de un familiar y después otro y otro... Haciendo bueno el dicho “El cementerio nunca se abre para un solo muerto”. Todos son familiares o conocidos. De cada uno de ellos nos presenta un recuerdo y una remembranza. Historia que contiene seriedad, humor, reflexiones, situaciones no muy normales –repartidas entre el tanatorio y el cementerio-.
Novela que se lee con agrado y, prácticamente, de un tirón... y hay que leerla hasta la última página, la última palabra. Pienso que todos hemos pasado por situaciones similares a las descritas en El Tanatorio . En la entrevista que acompaña a esta reseña tenemos aclaraciones puntuales del porque de esta obra. Recomiendo muy vivamente su lectura... reiremos, nos asombraremos, reflexionaremos, hay su pizca de negrura... en definitiva ¡¡DISFRUTAREMOS!!
José Luis Correa Santana (Las Palmas, 1962) es profesor titular de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Doctor en Literatura Hispánica desde 1992.
Como escritor de relatos y cuentos breves ha sido merecedor de distintos premios: el Julio Cortazar (La Laguna, 1998) o el Campus (Las Palmas, 1999). A finales de los 90 inicia su carrera como novelista, refrendada por otras tantas distinciones: Premio Benito Pérez Armas (Santa Cruz de Tenerife, 2000) por su obra Me mataron tan mal. Premio Ciudad de Telde (2002) por Quince días de noviembre. Premio Vargas Llosa (Murcia, 2002) con Échale un ojo a Carla.
Entre su amplia producción; narrativa, poesía, obras colectivas; destaca su serie policíaca, al frente de la cual se encuentra Ricardo Blanco: Quince días de noviembre (2003), Muerte en abril (2004), Muerte de un violinista (2006), Un rastro de sirena (2009), Nuestra señora de la Luna (2012) y la última, de momento, Blue Christmas (2013)
Desde las Islas Canarias... nos atiende amablemente José Luis...
P.- ¿Desde cuando se dedica a escribir "profesionalmente"? ¿Cuales son sus fuentes y sus maestros?
R.- Siempre he estado relacionado con la literatura. Como lector, primero. Como estudiante, después. Y como creador, por último. Comencé escribiendo poesía pero comprendí pronto, allá por los años ochenta, que no lograba reflejar todo lo que quería. Más tarde pasé al relato breve y, finalmente, a la novela. Mi primera novela data de 1998. Se tituló Me mataron tan mal y obtuvo años más tarde el premio Benito Pérez Armas.
Mis fuentes y maestros, sin duda, están en Galdós y en la literatura latinoamericana. Crecí con ellos. Me hice lector y tal vez escritor con Borges, Cortázar, Gª Márquez, Vargas-Llosa. Con Neruda, Benedetti y Octavio Paz.
P.- ¿Cuando, cómo donde y por qué nace El Tanatorio ?
R.- El año 2005 fue un verdadero annus horribilis en mi vida personal. Sufrí una serie de pérdidas, la más importante de las cuales fue la de mi madre. Como había perdido a mi padre 25 años antes me sentí del todo huérfano. La novela nace de media docena de visitas a un tanatorio de Las Palmas de Gran Canaria durante aquel verano. Más que elegir el asunto de esta historia fue la historia la que me atrapó a mí.
P.- ¿Piensa que la situación reflejada en la obra se puede dar en la realidad?
R.- Por supuesto. Creo que cualquier trama que uno aborda en una novela se puede dar en la realidad, no así al contrario. En este caso hablamos de la orfandad, de lo que yo llamé el síndrome del benjamín y la perspectiva de perder a todos los seres que quieres.
P.- Parece que el invento del Tanatorio le quita "ese puntito"... a lo que eran los velatorios en los domicilios ¿que opinión tiene al respecto?
R.- Es cierto. De hecho, en otra obra novelé la muerte de mi padre y el hecho de que su velatorio fuese en casa, con todos los vecinos sentados en el salón y tanta gente que yo ni conocía de pie en las escaleras le daba a la historia un punto decimonónico.
P.- ¿Ha ajustado cuentas con usted mismo al escribir esta novela? ¿Se conoce más?
R.- Sin duda. Entiendo que toda novela tiene algo de catártica. Pero en una como El tanatorio , de una implicación personal como ninguna otra, la catarsis ha sido abrumadora. Comprendí por qué mi obsesión a la muerte, algunas de mis vivencias de infancia, la ausencia del padre, etc.
P.- ¿Cómo la ha acogido su entorno? ¿Qué le dijo Guadalupe Martín cuando la leyó?
R.- Mi familia la ha recibido con expectación. No todos se sienten reflejados en la novela pero han comprendido que se trata de mis recuerdos y no de los suyos.
Guadalupe Martín la leyó de un tirón y quedó, según dijo, abrumada. Me mandaba mensajes de teléfono diciendo que la había hecho llorar y reír y disfrutar. Quiso editarla en seguida. Y ha sido un apoyo esencial para que la historia haya visto la luz.
P.- Una curiosidad ¿Por qué los nombres del protagonista y los de sus hermanos comienzan por M?
R.- El único nombre real es el de Miguel, el mayor de mis hermanos. Luego me gustó la idea de los nombres en eme por mi madre: Maruca. Aquí debo añadir que yo no sabría llegar adonde mis padres están enterrados, jamás he vuelto allí. Mi manera de recordarlos es en mis libros. Todos los padres de mis personajes se llaman Agustín y todas las madres Maruca.
P.- ¿A cuantos idiomas ha sido traducida su obra publicada?
R.- Algunas de las novelas cuyo protagonista es el detective Ricardo Blanco y editadas por Alba han sido traducidas al finés, al alemán, al italiano. Y hay un proyecto en búlgaro que aún no se ha materializado.
P.- ¿Cuales son sus géneros y autores favoritos?
R.- No creo tener género favorito. Leo novela de todo tipo, poesía, ensayo. Es obvio que tengo una cierta querencia por la novela negra pero no es exclusiva. En cuanto a los autores, además de los citados como mis referentes, están otros tan dispares como John Banville, Murakami o Carmen Martín Gaite.
P.- ¿Qué le parece Arturo Pérez Reverte?
R.- Para mí Pérez Reverte, sobre todo el de sus primeras obras, es un contador de historias fantástico. Devoré la mayor parte de aquellas novelas de intriga como El maestro de esgrima, El Club Dumas o La tabla de Flandes .
P.- ¿Qué está leyendo ahora mismo?
R.- Ahora leo una de las primeras novelas de un buen amigo, el cubano Leonardo Padura, Pasado perfecto .
P.- Como lector ¿qué prefiere: libro en papel o electrónico?
R.- Por edad, soy lector de papel. Pero reconozco que últimamente lo alterno con el libro electrónico y entiendo por qué el lector actual prefiere ese formato. Cuando viajo leo en papel, en casa uso ambas formas.
P.- Qué manías tiene a la hora de escribir?
R.- Suelo escribir a mano, en cualquier terraza, con un café y un puro. Utilizo libretas y a veces papel reciclado. Me gusta el ritmo, el tempo que precisas cuando escribes a mano. El bolígrafo es una prolongación del pensamiento. Por la noche, en casa, lo reescribo delante del ordenador.
P.- Cuentenos alguna curiosidad literaria personal que le haya ocurrido y no haya desvelado hasta ahora.
R.- Estoy por escribir una novela que refleje la paternidad. Tengo un hijo de 11 años y ha sido sin duda la experiencia vital más importante que he tenido. Quiero narrar la fascinación, los temores, las esperanzas que uno puede albergar cuando eres padre.
P.- Sus próximos proyectos ¿son?
R.- Ahora mismo estoy en mitad de una novela de la saga de Ricardo Blanco, que sería la octava entrega, una que transcurre e n la Universidad.