Morir en Paz, No Es tan Fácil
Cristina Casaoliva
A lo largo del mes como todo ciudadano he seguido las noticias sobre los casos de contagio o no del Ébola. Los sucesos han sembrado no sólo la alerta, sino en muchos casos el caos y claro está han desatado la polémica.
Hasta hace muy poco allá donde fueras oías hablar de la crisis, en estos momentos el Ébola es el nuevo protagonista y las acciones que envuelven los casos, el tema de discusión más candente. Tomando el café en un bar por las mañanas, dando la vuelta en el mercadillo del pueblo, haciendo la compra o subida en algún transporte urbano, a cualquier hora y en todas partes resuenan los comentarios. Sentencias, quejas y afirmaciones que han inundado de voces las redes sociales, nueva y fervorosa ventana a la a menudo enmudecida voz del pueblo.
En este caso los comentarios me han dejado estupefacta en no pocas ocasiones y lo que más me ha sorprendido es el elevadísimo número de opiniones coincidentes.
Que el estado en su línea de ineptitud ha reaccionado tarde, que no ha puesto a disposición de los diversos profesionales adecuadamente todos los medios necesarios y no ha aplicado los protocolos de prevención en el momento debido, no tiene discusión alguna aunque el ejecutivo seguro que miraría de discutirlo.
Tampoco podíamos esperar nada más de un gobierno, cuya primera reacción contundente es matar al perro de la infectada, sin periodo de cuarentena previo para poder averiguar si realmente el animal era portador de la enfermedad. Incluso el gobierno norte americano que son dados a respuestas tajantes, aplica la cuarentena antes de una acción semejante.
Lo que no me esperaba realmente es la reacción de la gente ante la repatriación de los enfermos. Entiendo que las enfermedades asustan, a mí la primera.
Aunque habría que recordar al personal, que en la mayoría de los países que estos días han centrado nuestra atención, el Ébola no es el más mortal homicida y que puedes contraer muchas otras enfermedades gravísimas sino letales, como la fiebre amarilla, la malaria, el SIDA, el cólera o la hepatitis. Que han llevado a la tumba a millones de personas en el último siglo sin apenas difusión mediática. Supongo que la clave es el origen del difunto.
Retomando el tema de la repatriación de los enfermos. Comentaba que mi sorpresa fue mayúscula al leer en oleadas masivas en las redes sociales, comentarios vehementes sobre lo inapropiado de repatriar al enfermo en cuestión. El primer caso a debate fue a raíz del religioso finalmente fallecido.
Por supuesto que considero que el ejecutivo debía haber enviado los médicos y efectivos necesarios para instalar allí un hospital de campaña, capaz de ocuparse de los enfermos nacionales con garantías y de paso atender a convalecientes de la zona, minimizando de paso el riesgo de trasladar un microorganismo de esas características a la península, sin tener claro de entrada si podrían gestionar una asistencia de este tipo, ya que al parecer los medios y protocolos iniciales no eran los adecuados. Pero de todos modos, comentarios del tipo: -¨si vivían en ese país que mueran allí!¨ o - ¨vuelven para morirse aquí y producir gasto¨, me impresionaron por la total falta de empatía.
Sé que la constitución sólo se usa y se esgrime si con ella se puede privar de libertad y voz a un colectivo o silenciar a un pueblo y mermar derechos básicos, pero da la casualidad que es un derecho que todos tenemos, si sufrimos una enfermedad o accidente en el extranjero tenemos derecho a querer volver a casa, ser tratados por nuestros semejantes, tener una convalecencia si la hubiera junto a familiares y/o amigos.
En última instancia si estás desahuciado, es tu legítimo derecho elegir morir en tu país, en tu casa, junto a tu gente y que tus restos descansen o no en paz en la tierra que amas, sea o no la que te vio nacer.
Esas personas vivían fuera pero no por eso dejaban de pertenecer al país, la familia de las mismas, seguro quería verlas, acompañarlas en su recuperación y en el peor de los casos despedirse, yo así lo querría si se tratara de un familiar.
Que digo yo que si hay para pagar safaris homicidas al ex-monarca, vacaciones al nuevo, costear los retoques estéticos de la nueva reina o de Sánchez Camacho, podremos fletar uno de los carísimos y escasamente amortizados aviones(que hemos pagado todos) de que dispone el ejército, al cual por cierto también mantenemos y repatriar a un ciudadano para su recuperación y concederle el derecho a decidir donde desea morir.
Y es que en la España Popular y en época de crisis, está claro que morir en paz no es tan fácil!.