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ISSN 1989-4163

NUMERO 47 - NOVIEMBRE 2013

El Verbo se Hizo Carne

Francisco Marín

Autor: Rubén Castillo Gallego -Ilustración de portada, Paulina Real-. Alfaqueque ediciones (2013). 160 páginas. 16,00 €.

Siempre es una alegría la llegada de un nuevo hijo al mundo. Para los amantes de los libros es una alegría el alumbramiento de un nuevo título. Máxime es el regocijo si el padre de la criatura es un buen amigo y el “comadrón” y responsable de que vea la luz el neonato es otro buen amigo.

Criatura: El Verbo se hizo carne. Padre: Rubén Castillo Gallego. Comadrón: Fernando Fernández Vila (Alfaqueque ediciones).

¡Impresionante el reparto!. Alfaqueque edita El Verbo se hizo carne en su colección “Equipaje Ligero”; todo un acierto ya que el tamaño del libro es muy apropiado para que nos acompañe a todos sitios. Debemos de leerlo rodeado de muchas personas –ya lo dicen las Sagradas Escrituras: No es bueno que el hombre lea sólo- o sea, en salas de espera del tren, aeropuertos, embarques marítimos, consultas varias, esperas en Hacienda, manifestaciones..., en fin con mucha gente si queremos completar su lectura. ¿Por qué? Se preguntarán: Muy fácil. Por su tamaño, con una mano se aguanta el libro y con la otra se pasan las páginas. Si estamos muy acompañados esto no tiene dificultad, pero si estamos solos en nuestro gabinete puede que, en algún momento, con una mano sujetemos el libro y con la otra no pasemos página al estar ocupada en otros menesteres que nos impida el avance deseado para completar su lectura.

Siete son los relatos eróticos que tienen como protagonistas, personajes muy conocidos por todos: Adán y Eva, la serpiente, Sodoma y Gomorra, Salomón, Jacob, Sansón, Moisés... Al irlo leyendo me preguntaba «¿Cuántas veces habrá leído Rubén las Escrituras para hilar detalles que a la mayoría se nos han escapados?». Aprendemos y nos enteramos que los habitantes de aquel entonces eran personas con necesidades vitales como los de ahora.

Relatos escritos con un lenguaje claro y diáfano, sin ningún atisbo de chabacanería ni zafiedad. Descripciones geniales realizadas por un maestro de la escritura. No hay que ser escrupuloso ni melindroso a la hora de acercarnos a su lectura y goce. Para redactar estos siete relatos -Los tibios balbuceos del Edén, La destrucción de Sodoma, Historia de Salomón y de Yileah, La doble lujuria de Jacob, Breve crónica de la vida de Sansón, I Carta de Moisés a los onanitas, El milagro de Canaán- hay que tener la cabeza muy despejada y un manejo de la pluma sin par, para no caer en lo irreverente,

Veremos cómo Adán y Eva descubren el sexo y sufren una gozosa conmoción; cómo Lot yace con sus dos hijas y las deja embarazadas; cómo Jacob disfruta de dos hermanas al mismo tiempo, con el feliz consentimiento del padre; cómo el rey Salomón vive obsesionado por el recuerdo de una mujer, mientras convive con otra; cómo el pueblo elegido, para indignación de Moisés, se entrega a toda clase de excesos mientras sube al monte en busca de las Tablas de la Ley...

Felicito a “Alfaqueque ediciones” por su publicación, a pesar de la advertencia que aparece al principio del volumen, que acaba de la siguiente forma:

Sin licencia eclesiástica
NON IMPRIMATUR

Siempre hay pacatos que no ven más allá de sus narices. Pero, que a buen seguro, comprarán el libro y lo leerán en la soledad de su gabinete ¡Que les aproveche!

El Verbo se hizo carne y habitará en nuestras bibliotecas.

Rubén Castillo Gallego (Blanca, 1966). Es Licenciado en Filología Hispánica, profesor de Lengua Castellana y Literatura en Enseñanza Secundaria, crítico literario, articulista en prensa, escritor...
Ha obtenido diversos galardones, entre ellos el Premio Gabriel Sijé (1989) y el Ateneo de Valladolid (1991).
Autor de los ensayos, Palabras en el tiempo (2002) y La voz de los otros (2006); del libro de relatos, Hegel en el tranvía (2008); y de las novelas, Reina María (1990), La mujer de la mecedora (1992), Las grietas del infierno (2002), La cueva de las profecías (juvenil, 2010), Las hogueras fosfóricas (2011), El globo de Hitler (2011) y Galatea de las esferas (2012).

Conozcamos un poco más a Rubén Castillo, en la intimidad de su gabinete... Con permiso...

 

He quedado impresionado con la lectura de su último libro, "El Verbo se hizo carne", por los detalles tan puntuales que aporta. ¿Cuantas veces se ha leído la Biblia para llegar a esa filigrana literaria?

Completa sólo una vez. Pero algunos de sus libros (el Génesis, el Cantar de los Cantares, el Apocalipsis) los he repasado en varias ocasiones. Es una obra que tiene muchos elementos fascinantes.

¿Cómo nace la idea de escribir dichos relatos? ¿Le ha sido difícil encontrar editorial para publicarlos?

Intentaba escribir literatura erótica sin bajar el listón de la calidad literaria, pero me parecía que una novela quedaba demasiado “forzada”, porque obligaba a mis protagonistas a una especie de kamasutra demasiado artificial. Los relatos me permitían ser más intenso y más variado. La Biblia me ofrecía, además, historias ya conocidas en las que el sexo figuraba como protagonista. Se trataba solamente de darles forma literaria. Cuando Fernando Fernández, de la editorial Alfaqueque, los leyó, inmediatamente aceptó publicarlos.

A mí, particularmente me ha gustado más, por lo mucho que me ha aclarado sobre nuestros primeros padres, el primer relato, Los tibios balbuceos del Edén. ¿Cuál es su favorito? O como los hijos ¿los quiere a todos por igual?

Tengo predilección por el primero (en eso coincidimos) y por el último (“El milagro en Canaán”). En la historia de Adán y Eva encuentro ternura, sorpresa, inauguración... y una explicación del castigo divino, más creíble que la mordedura de una fruta cualquiera. En la historia de la boda me inventé un rito erótico que, me parece, tiene una fuerza psicológica y sensual muy notable. Además, fue el más complicado desde el punto de vista técnico.

¿Puede cambiar la percepción de estos relatos al leerlos en papel o ebooks? Ya que lo he nombrado, ¿es partidario del ebooks?

No creo que el soporte sea fundamental a la hora de sentirse seducido por una obra literaria, aunque reconozco que los ebooks y yo pertenecemos a universos distintos. Soy sobrino de bibliotecaria y me crié entre centenares de libros. Actualmente, en mi casa hay más de ocho mil. No me veo con la pantallita, si tengo que ser sincero. Si no tengo la fortuna de morir durmiendo, me gustaría hacerlo con la cabeza apoyada sobre un libro, como Petrarca.

En la infancia hay libros que nos dejan marcados y con buen regusto. ¿Qué libro lo dejó marcado en su infancia/adolescencia?

Ah, en eso no hay duda: “El principito”, de Antoine de Saint-Exupéry. Mi tía Esperanza me lo puso en las manos diciéndome que lo leyera y, aunque al principio me enfadé (pensé que se trataba de un libro “para niños”), me marcó para siempre.

¿El escritor, nace o se hace?

Se hace, sin duda. Ser escritor es algo artificial, aprendido, así que no puede nacerse con tal condición. Puedes ser una persona a la que le guste inventar historias (me dicen que, de niño, me sentaba en la calle y mis compañeros formaban un corro a mi alrededor para escucharme), pero escribirlas es otro asunto. Requiere un aprendizaje.

¿Cómo se encuentra más valorado: como docente o como escritor?

Pues no lo sé, porque son ámbitos muy diferentes. Lo que sí le puedo asegurar es que me gustan más las valoraciones cuando ha pasado un tiempo: antiguos alumnos que, diez años después de darles clase, me dicen que ahora leen porque yo les introduje el gusanillo de la literatura en el cuerpo; o personas que me cuentan que leyeron un libro mío y les impactó, aunque no me lo pudieron decir entonces, porque no me conocían. Eso sí que me agrada.
 
¿Usted es disciplinado a la hora de leer o es como yo un anarquista de la lectura, con varios libros en "danza" al mismo tiempo?

Soy disciplinado y anarquista a la vez. Disciplinado en el sentido de que leo todos los días, sin faltar ni uno; y anarquista porque puedo estar haciendo compatibles dos o tres lecturas, y además en géneros distintos. No hay problema.

¿Qué le cuesta más: leer una crítica literaria sobre un trabajo suyo o ejercer de crítico de trabajos ajenos?

Reseñar libros ajenos es, para mí, muy sencillo, porque siempre intento decir de la forma más sencilla lo que realmente me ha parecido la obra. Entiendo la crítica en ese sentido: explicarle a los lectores mi opinión. Establecer cánones o dictaminar condenas universales se lo dejo a otros, más infulosos... En cambio, leer lo que han escrito sobre mí me produce un pudor increíble. Me siento realmente extraño. Incluso si la persona que escribe la reseña es amigo. Quienes me conocen saben que carezco de vanidad literaria, así que los elogios me descolocan.

Con los sistemas actuales de enseñanza ¿cómo serán los escritores a medio y largo plazo, a su juicio?

Me temo que la tecnología terminará cargándose un 90% de la calidad literaria. Hoy en día cualquiera puede escribir en Facebook o publicarse en Amazon. No hay filtros ahí, de tal modo que aumentará el número de botarates que se creerán Cervantes, Muñoz Molina o Montaigne. Y que nos esclafarán sus naderías. Quienes no deseemos comulgar con ese estropicio, al menos, tendremos a Cervantes, Muñoz Molina o Montaigne en papel. No es mal consuelo.

¿En qué género se encuentra más a gusto: novela, cuento, ensayo, artículos periodísticos, novela corta, relatos...?

He tenido épocas de todo. Fui articulista en “La Verdad” durante quince años y me acostumbré a “pensar” en forma de artículos; he tenido períodos de escribir relatos breves... Desde hace tres o cuatro años no me aparto de la novela. Creo que aquí es donde me quedaré por un tiempo.

¿Se ha atrevido con la poesía?

Durante treinta años me he resistido ante ese género, porque le tengo un respeto casi religioso. Pero hace unos años, con motivo de mi divorcio, pasé unos meses realmente malos y escribí poesía. La tenía guardada en un cajón y sólo he querido desempolvar unos versos para enviarlos a un concurso en Barcelona. Nada más. No me atrevería a llamarme poeta.

¿Qué le sugiere la palabra LEER?

Leer para mí es oxigenarme, enriquecerme, descubrir músicas, talentos, historias, vidas, personajes, mundos, curiosidades históricas, emociones... Todo.

¿Sigue durmiendo poco y molestándole la luz del sol?

Duermo poco, es verdad. Al cabo del año, raro es el día que paso de las seis horas. Pero no me afecta: me mantengo fresco durante toda la jornada. Así que imagino que mi cuerpo no necesita más... Y el sol me sigue molestando, siempre. Soy muy caluroso (hace veinte años que no me he puesto un jersey, por ejemplo), así que imagine lo incómodo que suelo estar en esta Murcia casi sahariana.

¿Cómo ve la situación de la literatura murciana actualmente?

Muy viva, muy activa, muy interesante. Voy incluso a decirle algo que va a sonar a boutade, pero que no lo es: un lector exigente podría leer sólo a los autores murcianos y sería feliz. Hay calidad suficiente como para no sentirse provinciano.
 
¿Cuáles son sus autores favoritos? ¿Qué está leyendo ahora mismo?

Tengo muchos autores predilectos, en una lista que cada año se amplía y se reduce. Entran unos, salen otros... Es un trasiego constante, con perennes alteraciones. Los que siempre están son Muñoz Molina, Cortázar, Borges o Neruda. No le digo lo que estoy leyendo ahora mismo porque cuando salga la entrevista ya estaré con otro autor, seguro. Soy inquieto y curioso a más no poder.

¿Qué proyectos tiene? ¿El más inmediato es...?

Reviso una novela que terminé este verano. Quiero hacerlo con calma, para que se quede del todo a mi gusto. Para final de año me gustaría retomar otra que empecé y abandoné en la página 60. O sea, que tengo 2013 y 2014 bien ocupados...

¿Qué manías tiene a la hora de escribir? Sin que nadie nos oiga, ¿me cuenta alguna curiosidad literaria suya, que no haya confesado hasta hoy?

Manías creo que ninguna. Puedo hacerlo a mano, con bolígrafo, a ordenador, en libretas, en folios, en moleskines... Mis últimas novelas las he escrito casi por entero en la mesa de la cocina, sentado en un taburete bastante alto y colocando el ordenador portátil sobre un mostrador americano que tengo allí. Mis horas más fértiles suelen ser las nocturnas, porque baja el nivel de ruido de la calle y del mundo en general. En eso soy muy poco español, casi azoriniano: no consigo leer, ni escribir, ni pensar, cuando hay ruido. Por eso me refugio en la madrugada.
 
Por último ¿teme algún tipo de excomunión?

No creo, jajaja. En todo caso, sólo los tontos y los intransigentes excomulgan. Y son dos tipos de personas que no me preocupan, y de los que procuro mantenerme a distancia.

 

El verbo se hizo carne

 

 

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