No había oído a hablar de Harlan Coben hasta que cogí en el videoclub de mi barrio la película francesa Ne le dis a personne de Guillaume Canet. No tenía más referencias que la breve sinopsis que aparecía en la pantalla de la máquina expendedora de dvds que prometía un interesante thriller. ¿Por qué no?
Aunque el punto de partida era el mismo (sofá, después de la cena, sin luz para emular la oscuridad de un patio de butacas) a diferencia de buena parte de películas que siguen el mismo camino del establecimiento a mi casa antes de regresar por donde han venido, las que o por aburridas, o por predecibles, o por saturadas de tópicos propios del cine comercial americano, o por guion fácil o diálogos empalagosos, poco creíbles, todas las que antes de llegar a media película ya me cuestiono por qué habré cogido precisamente ésta y no otra y que difícilmente sobreviven hasta los créditos, que mueren antes por un disparo implacable y certero del mando a distancia, ésta, en cambio, no sólo supo mantener mi interés sinó que lo incrementaba por momentos.
Luego, buscar en internet hasta dar con lo que buscaba: quien podía haber urdido una historia tan fascinante. Basada en una novela de Harlan Coben, escritor americano de novela negra. Premio Internacional RBA de novela negra 2010. Y yo sin conocerlo.
Y luego el verano, ese periodo que permite seguir la lectura de una novela sin que los lapsos intermedios nos emborronen la trama. Fui a la librería y entre las tres o cuatro de este autos elegí ATRAPADOS, la historia de una adolescente que un día desaparece, un trabajador social relacionado con ella que parece estar detrás de este asunto y una periodista que perseguirá implacablemente la verdad del caso. Algunos ingredientes de la película que había visto: despariciones, pedófilos, etc.. Ese es el punto de partida, la puerta de entrada a esta historia. Pero una vez dentro no vamos a tener tiempo de pararnos. La lectura es una experiencia de vértigo, una sensación extraña, para mí inédita, sentir que no hay espacios para el descanso ni para esos pasajes tranquilos que dan tiempo para reflexionar sobre lo que está pasando, para ir atando cabos poco a poco, para ir sospechando de uno o de otro, para recelar de los que parecen buenos o no ver tan culpables a los que tienen pinta de malos, y hacerlo desde la tranquilidad, desde lo cómodo de una lectura que podemos interrumpir cuando queramos, que ya la retomaremos más adelante, porque quizá serà fácil hacerlo. Leer ATRAPADOS no tiene eso, es ir por detrás de la historia, a remolque, porque es una sorpresa constante, una lógica imprevisible, una sucesión de giros que nos hace descubrir otra curva allí mismo cuando acabamos de salir de la anterior curva, nada de plácidas rectas, de áreas de descanso, de gasolineras o mantenemos el pie lector en el acelerador o corremos el riesgo de no estar a la altura. Hasta el final, donde todo encaja, un mecanismo perfecto que no hace clic hasta pràcticamente la última frase. Aunque ya empieza a encajar bien bastante antes, pero nada de eso, no es lo que pensamos. Todo puede ser todavía más perfecto.
Es una sensación constante desde el principio, pero hay un momento en especial, justo hacia la mitad del libro que uno se da cuenta de con qué clase de novela se ha topado, que para el autor la especulación de la información es imposible, no le sirve, no es su método, para qué dejarlo para más adelante cuando se puede decir ahora. Y esos dará pie a otras cosas aún más intensas. Y la velocidad se incrementa a partir de ese momento y ya, seguro, que será imposible bajarse en marcha.
Para mí, la mejor novela negra que he leído.