Estoy harto. Absolutamente harto de que siempre paguen los mismos la cubertería destrozada. La historia en este punto siempre ha sído cíclica.
Los poderosos, los económicos siempre han sometido a la base, dormida,
callada, aplastada. Los ciudadanos y los esclavos, los patricios y plebeyos, la plebe, el vulgo, el tercer estamento, el "todo para el
pueblo pero sin el pueblo", el sufragio censitario, las quintas que
absolvían a los "de posibles".
Ahora esta maldita crisis que nos deja con apenas bocanadas de aire
Y retazos de lejana salida, está machacando sin misericordia a los de
abajo, a los controlados por Hacienda, porcentajes de estadística,
censos electorales bajo la supervisión de la manipulación política de
unos y otros.
En esta supuesta democracia no se es igual. Quizás nunca hemos sido
iguales ni lo seremos. Entre usted en un tribunal de Justicia como camello o como ladrón de guante blanco con abogado de alto standing y asesores fiscales.
A ver cómo le va en unos casos y otros.
No es igual trabajar por cuenta ajena para el Gran Hermano Hacienda
que ser una Sicap. No será igual tener que ir a la Seguridad Social que
disponer de una Mutualidad Private.
Los de arriba-políticos, banqueros, empresarios de holdings
larguísimos y sinergias acumulativas, brokers, especuladores, inversionistas-, los amos del poder y el dinero están machacando sin piedad a los que estamos abajo.
Al pobre currito que vive de una nómina, acojonado desde ahora por
Una reforma laboral que traerá sudor y lágrimas a trabajadores desprotegidos.
Al pobre funcionario con el sueldo hibernado y en retroceso, observado con lupa por las cúpulas y parte de la sociedad que le achaca buena parte de sus males.
Al pobre pensionista con la paga en declive ante el incremento del
coste de la vida y manteniendo la posición con los hijos sin trabajo,
desahuciados de su vivienda y los pobres padres poniendo como aval su
casa para mantener la familia extensa con exangüe pensión.
A los parados despedidos del trabajo por los movimientos especulativos que no paran en el bien a las personas en una economía globalizada sin corazón.
A los políticos ineficaces que no han creado ni crean economía
productiva.
A las entidades bancarias que han puesto mucho tiempo el candado al
crédito a las pequeñas y medianas empresas por deudas, impagos y la puta
crisis. Y ahora son salvadas por Europa previo peaje y ajuste duro para todos.
Estoy harto. Absolutamente harto de que siempre puteen a los de
abajo, los que pagan los platos rotos sin provocarlos, los receptores de los desmanes, la codicia y la usurería de los de arriba. Esos que se van a clubes de golf exquisitos, reuniones decisivas, cumbres profiden y
paraísos fiscales en bellas islas exóticas o reducidos reinos para
elegidos. Aquellos que llevan a sus hijos a colegios y universidades
elitistas para que sus vástagos sean los futuros dirigentes y procreen
en nidos endogámicos mientras la telemierda nos anuncia con destellos
purpurina el itinerario sentimental de los hipócritas.
Estoy harto de verlos pasar putas a tanta buena gente que están
siendo expulsados del sistema sin que haya fin y fecha en el calendario de las calamidades. Buena gente que bendice la tierra que pisa pero
agobiados por la falta de trabajo para sus hijos, acojonados por la
maldita espada del desahucio por bancos como pedernales que han
especulado con el sentimiento ajeno.
Estoy harto de que nos vean como una mierda manipulable satisfecha
con las migajas del banquete, anestesiada por la individualidad de la red de redes y la TDT.
Estoy harto de que los de arriba nos vean como un retal al que hay
que recortar, ajustar, optimizar, dinamizar y racionalizar en nombre de la competitividad y los mercados.