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ISSN 1989-4163

NUMERO 37 - NOVIEMBRE 2012

Putas Máquinas

Francisco Gómez

         Tu mirada es un devaneo de fresas, limones y sietes. El martilleo de luces psicodélicas atrapa tu voluntad y el soniquete de la música diabólica erotiza tu ánimo para que vacíes tus bolsillos en la puta boca sin fondo.

         Su presencia retadora en las esquinas de bares y cafeterías, como una prostituta altiva, te vence y caes, caes, caes… hasta perderte en sus dominios.

         El mundo a tu alrededor desaparece y no hay más realidad que tú y ella, la mala pécora que te ha engatusado con sus malas artes de perra devoradora.

         Tus ojos inyectados escuadriñan sus designios, las jugadas y sus repeticiones, las inciertas probabilidades de recibir un premio, remuneración mínima a tu ansiedad y nerviosismo exasperado. La puta máquina sonriente y piadosa es la culpable del descenso a los infiernos de tu hacienda y voluntad.

         Mientes por sistema: “No juego”. “Sólo le echo dos o tres monedas”. “No soy jugador” Sólo juego para divertirme”. Pero tú desvalijas tu soldada semanal con tu cita ineludible los viernes tarde/noche con tu adorada maquinita y te dejas los hígados en ella. Te despide arruinado y sin la paga.

         Cuando ves que tu compañero de martirio, en la maquinita contigua, sufre los golpes de la fortuna y tintinean en el cazo las monedas engañosas, sientes un acceso de rabia y le cambiarías el puesto porque tú viste esa máquina antes que él. Y si no, que algún tipo se ponga en tu puesto. Serías capaz de asesinarlo porque tú estabas AHÍ desde primeras horas y no tiene derecho a recibir los favores de tu amada díscola, que no te concede a ti sus venias.

         Llevas camino de arruinar tu casa, de perder a tu mujer y a tus hijos, que te lo advierten desde hace tiempo. Tú no ves nada. O sí, el fulgor de las fresas, los limones y los sietes. Estás ciego, seducido por la magia diabólica de las máquinas que te han sorbido el seso y lo pero es que tú no te enteras. Sin embargo, has pedido dinero a tu hermano, un préstamo al banco y más de una vez has dicho en casa que te han burlado el sobre del bolsillo de la chaqueta. Tú no lo reconoces. Te tomas un café o una cerveza o un caliche y las vueltas las engullo tu puta amante. Luego cambias un billete y luego otro, otro, otro, otro, otro…….

         Y si no, las pobres mujeres, que depositan en los estómagos malditos la compra de la semana o la paga del mes y luego se quedan sin blanca para llenar la nevera, comprar ropa y pagar la luz, el agua, etcétera, etcétera, etcétera…..

         Putas maquinitas que sirven para el enriquecimiento de algunos a costa del empobrecimiento de muchos, fuga de escape a sus soledades y derrotas, a sus vacíos personales que no los colman sus semejantes y se dejan seducir por el sueño ilusorio de ingenios enredadores y engatusadores.

         Artefactos dañinos y destructores que proliferan por doquier merced a la complacencia de un Estado hipócrita (la gran organización) que maldice algunos vicios (léase tabaco, bebida –en parte) y bendice vuestra multiplicación y los lupanares del azar de bingos y casinos, porque devengáis impuestos y “creáis” puestos de trabajo que por otro lado sirven para destruir personas. Sin importar a casi nadie el pobre hombre-mujer esclavizado  a los pies de una escultura venenosa, que escupe limones, fresas, sietes, alineados muy de cuando en cuando con su musiquilla diabólica.

Putas máquinas

 

 

 

 

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