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ISSN 1989-4163

NUMERO 27 - NOVIEMBRE 2011

Mi Bodega - La Ferocidad de una Gota

Eva María Medina

MI BODEGA  

Descolocadas, algunas rotas, el líquido derramado y seco; botellas de muerte y olvido. Otras, con moho por fuera, cerradas con tapón de corcho y plástico duro. Selladas, bien selladas, el vino picado desde hace tantos años. Unas, llenas de horas vacías, de palabra afónica, embrutecida.
Algunas, las limpio, las coloco en el mejor sitio, donde nada las dañe, para quitarles el tapón y oler; oler creyendo que volveré a enamorarme.

Botellas, cada una con su etiqueta, cambiada o superpuesta; la del amor por la del hastío, encima la del odio. Las del dolor, tristeza y rabia, tumbadas boca abajo. Muchas, sin tapones, abiertas, y el líquido mezclándose: pena, miedo, placer.

 

LA FEROCIDAD DE UNA GOTA

Era una gota rápida, prematura. El ritmo, sofocado. Gota enfurecida que, tomando el papel de líder, se quejaba por la fugacidad de su vida. Pensé que si hubiera sido gota pausada, de ritmo lento, nadie la habría escuchado. Sin embargo, nadie parecía hacerle caso, nadie se acercaba allí y cerraba el grifo, aunque eso significase acabar con ella.
Sólo yo había captado algo, al menos la había escuchado. Aunque no me acercase al grifo, vivía con intensidad el desarrollo de esa gota. Hubo un momento de exterminio. Luego, el espacio se ensanchó, para que no olvidase que ella seguía allí esperándome, cansada de repetirse, una y otra vez.

Urbanita

 

 

 

 

 

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