Leer sobre leer, qué enfermiza redundancia. Y qué sinsentido leer lo que opina acerca de leer un señor a quien no hemos leído nunca, a quien es imposible leer en español. Todo ello es cierto, y a pesar de todo este libro es un disfrute para los inquietos redundantes de la lectura, entre quienes, por supuesto, y a mucha honra, me cuento.
Charles Dantzig (Tarbes, 1961), es autor de cinco novelas, ocho libros de poesía y un diccionario muy celebrado en Francia, Dictionnaire egoïste de la literature française. Toda su bibliografía es inédita en castellano. De modo que comenzar a leerle por este libro -la severa cubierta esconde más un volumen de confesiones que un ensayo- es algo así como una incongruencia, además de un acto de fe. Si lo hice fue porque me llamaron la atención los epígrafes de los capítulos: "Leer por salud ah ah", "La lectura es un tatuaje", "Leer para dejar los libros encima de una mesa", "Leer otra cosa que lo que está escrito" o "Leer para dejar de ser la reina de Inglaterra". A todos ellos, por cierto, yo añadiría uno más, personal: "Leer para probar suerte y, de paso, pasar un buen rato siempre y cuando no se vengan abajo las expectativas". Tal vez demasiado largo, lo sé. Por cierto, que el autor dedica un capítulo a quienes, como yo, leemos dejándonos llevar por los títulos. Y por las cubiertas.
¿Por qué leer?, debo decirlo de antemano, es una obra alejada de la pretensión del intelectual engolado. El reverso de Harold Bloom. Es la obra de un lector nato, de un comunicador, casi de un show-man, siempre al quite, siempre al día, siempre pensando en aquellos que están al otro lado. Aquí no hay grandes postulados teóricos ni, desde luego, se echan de menos. Hay gustos personales -como en la vida de todo lector- y algunas afirmaciones discutibles, por demasiado provocadoras o porque ponen el dedo en la llaga del lugar común, como ésta: "La mala influencia de la lectura es una leyenda tan estúpida como la de su buena influencia". O esta otra: "(Leer) No es políticamente correcto: la lectura excluye". O las palabras con que el autor concluye, sin concluir en absoluto: "Leer no sirve para nada. Por eso precisamente es una gran cosa. Leemos porque no sirve para nada."
Con todo, y pese a su aparente sencillez, el autor cartografía todas y cada una de las posibles razones que pueden acercar los lectores a los libros: analiza la lectura egoísta del escritor, preocupado más por ser el elegido que por sacar provecho a lo que elige; se divierte a costa de los hábitos "sociales" de los lectores, ya sean reunirse en clubes de lectura o presumir ante otros de lo leído, entona una encendida defensa de los "libros malos" -con nombres propios incluidos- que, dice, también tienen su momento; analiza la necesidad de los lectores de encontrarse en aquello que leen, aunque apenas escriba la palabra "identificación"; analiza la compulsiva necesidad de leer que a todos nos afecta en determinados momentos de nuestra vida. Y también se entrega a lo circunstancial, con una serie de páginas deliciosamente dedicadas al dónde, cómo, cuándo o con quién leer.
Puede que este libro no nos propporcione descubrimientos importantes. Pero es divertido y está escrito con una pasión y una contundencia nada comunes. Además, cito al autor: "Leer no es razonable. Hay cosas más importantes, dicen los importantes. Es verdad. Y, sabiéndolo, seguimos como si tal cosa con esas lecturas que nos privan de la vanagloria". De modo que léanlo.