IV
Pero pasan las horas,
la noche ha vencido, y
todos los gatos empiezan a ser pardos.
Yo voy consiguiendo cierta calma:
no me interesa nada ni nadie.
Me agrada la conversación,
disfruto de la comida y del vino,
e intento mantenerme dormida.
Hasta que llega ella.
La chica más lumpen de la fiesta
viene a sentarse en mi mesa.
21 años embutidos en un vestido barato de putilla.
Dejó Asunción a los dieciocho,
al llegar aquí su familia la echó de casa,
trabaja en el bar del pueblo
y se está construyendo una reputación.
¿Puedo usar la misma barra con la que tú te has pintado
esos labios?
Yo le contesto con la mirada
y le alcanzo mi rouge.
Creo que debes tener la piel más suave del mundo,
me obsequia lanzándose a la conquista.
Gatillo callejero,
caderas estrechas,
culo y muslos generosos,
sandalias rojas de tacón altísimo con lazos en los tobillos,
peinado y maquillaje “In the mood for love”.
No me importa lo que piensen
los hombres que hay aquí.
Yo tengo en frente a una morena de labios preciosos
con unas piernas que me gustaría ver abiertas.
Al oírla toda la mesa se mira y oculta pudorosamente
una sonrisa cerca de la barbilla.
Yo le sostengo la mirada
y me digo:
“Por fin pasa algo divertido este fin de semana”
V
Lo mío es muy perverso.
Soy el hombre del brazo de oro
que conoce el peso de la gravedad
y lucha contra su ley.
Soy la chica de las tetas pequeñas
que se pregunta si es guapa.
La mujer que no sabe
que es mujer.
La niña viajera
que quiere verlo todo.
Sí. Lo mío es muy perverso.
Puede que no exista el amor, pero
SI existen los Corsarios.
Este fin de semana
hemos sido tres:
El auténtico Corsario Negro,
el gatillo de las sandalias rojas,
y yo.