Este año ha sido el del descubrimiento y reconocimiento de Bastien Vivès, un joven autor francés -insultantemente joven- que ha encandilado a la crítica y el público con sus obras. En España, la madrileña editorial Diábolo se ha encargado de publicar sus trabajos.
Sin duda, la obra por la que ha sido reconocido su talento de forma unánime es El gusto del cloro, un ejercicio de nouvelle cinema pero aplicado a la historieta, y que cuenta la experiencia de un joven con escoliosis que empieza a practicar la natación en una piscina cubierta. Es un relato fundamentalmente visual, que practicamente no necesita palabras. Fluye como los cuerpos en el agua de los dos personajes principales La intimidad de la anécdota, la perspectiva en primera persona, la parsimonia de la narración, la paleta de colores usada... Todas las personas que han leído El gusto del cloro coinciden en que transporta al lector al escenario de la piscina donde nada el protagonista, parece como si incluso pudieramos oler y sentir en la boca el cloro del título.
En mis ojos es otra de las obras de Vivès, otro relato intimista, pero esta vez con una apuesta narrativa arriesgada: toda la historia la vemos a través de los ojos del protagonista, sin que podamos oír su voz sino tan sólo la de los que le rodean. La historia de amor que vivirá con una hermosa joven pelirroja la veremos, pues, a través de lo que él ve. Más que el acierto de la trama en sí, el mérito de En mis ojos corresponde al riesgo de la experimentación narrativa y los dibujos que del natural entresaca Vivès. Al final del tomo, nosotros también nos hemos enamorado un poquito de esa joven de pelo de fuego.
La obra en la que Vivès está actualmente embarcado es la serie Por el imperio, en la que escribe y dibuja junto a Murwan. En esta ocasión, el autor cambia de tercio y nos entrega un peplum que tiene puntos de contacto con la deformada visión de la historia del 300 de Miller, pero también con los álbumes de aventuras tradicionales.
Vivès es un autor joven que, sin embargo, está dotado de una sensibilidad que le hace aparentar una experiencia mucho mayor. Cuando entrega obras completas, sus historias son sencillas, pero tienen el privilegiado don de la empatía; cuando sólo dibuja, muestra un cierto equilibrio entre las influencias de la bande desineé clásica y los autores de la nueva ola francesa que han demostrado que no hace falta ser un Moebius para contar buenas historias: Joann Sfar o Christophe Blain son algunos de sus adalides. Un autor para descubrir, que no suele dejar indiferente: o se le alaba por el aire fresco que ha venido a aportar al panorama del cómic francés, o se le desdeña por su estilo a veces descuidado y sus historias superficiales. En cualquier caso, un autor para descubrir.