Estamos cansados. Muy cansados. Hartos. Y vamos a hablar bien clarito, como si fuésemos todos de letras.
Nos asquea que los sucesivos gobiernos sean sistemáticamente chantajeados por dos nacionalismos carroñeros. Hay otros nacionalismos igualmente pedigüeños, pero ellos no han profesionalizado el victimismo ni han hecho de su lengua una bandera en ondeo permanente. Aún. Nos asquea que Zapatero “premie” al PNV con una cantidad indecente de dinero (que sale de nuestros bolsillos) para sacar adelante los presupuestos, y que dos días más tarde los nacionalistas vascos pretendan incluir en el lote la pacificación de Euskadi, alegando que no les parece suficiente unte y que – como de costumbre- quieran trincar un pedazo más grande del pastel (del pastel de todos). Como siempre hay un objetivo que conseguir y un partido que tiene la llave para su consecución, poner el culo se ha convertido en una maniobra política habitual, pues parece que todo vale – incluso la coacción y el escándalo- con tal de mantenerse en el poder. Pues bien, señores, no con mi dinero.
Nos asquea tener que rascarnos los bolsillos para refinanciar a las cajas de ahorro, auténticos criaderos de mangantes, para supuestamente refinanciar a las familias y a las PYMES, y comprobar cómo pocos meses después las cajas catalanas siguen sin prestar un euro a quienes crean puestos de trabajo y dan impulso al país, pero, eso sí, emiten (para satisfacción de Montilla y sus cuatreros) unos bonos incolocables que finalmente serán adquiridos por los “patriotas” que alimentan el separatismo y que, gracias a él, viven de lujo mientras los demás engordamos las listas del paro, buscamos un chollo inmobiliario y cambiamos filete por sardinas. Sólo una palabra puede definir la maniobra: estafa. Pues bien, señores, no con mi dinero.
Nos asquean los tejemanejes de UM (Unión Mallorquina), y el hecho de que Maria Antonia Munar, la gran trincona, aún no esté entre rejas. Y lo mismo vale para Jaume Matas y su PP de barra libre y “hágase”. El descrédito de la clase política balear, pecadores por acción, omisión o sumisión, habla por sí solo.
No con mi dinero al endeudamiento y al despilfarro ilimitado, cuyas nefastas consecuencias alcanzarán a nuestros nietos. No con mi dinero a esa Unión Europea que hace la ley y acto seguido hace la trampa, y que decide despenalizar a quien engaña- con la esperanza de recuperar lo que prestó- , fomentando con ello el trampeo sistemático de los datos.
No con mi dinero a la mamandurria ilimitada, al nacionalismo como negocio, a la incoherente política económica de un presidente que pactaría con Satanás de ponerse a tiro y al acomodo de los jetas en el poder. ¡No y mil veces no!
