A Josefa, Juan y María Ángeles
-Niña, no te disgustes, que aquí en el otro mundo está el pueblo casi al completo. La vida es un paripé y ahora es cuando empieza lo interesante. - Mi padre me hablaba con su semblante alegre, como si no se hubiera muerto. A continuación se puso a recitarme la lista de los difuntos presentes en su área: Andrés el de Bienvenida, Pedrito el de los dulces, Rodrigo Vargas, Manolita la Latonera, la Prima Yedra, los Melchores, el Tato Melindres, Manolita Recuero, la prima Rosario, el tío Frasco, la cuñada Rosita, las beatas, la Lagañosa, los tres Bartolos, Emilio el Calderero, Barba Triste, Panzamorena, Pepa Pollo, la Tostona, El Pajarillo, Antoñita la Larga, Letanías, el Amiguito, la Lagartija, Juan Porra, Tumbalobos, El Manchego, Manolo Pan, Tablones, el Pavero José, Juan el Mulero, el Pollito, el Campanero, Benito el Cagón, el Yegüero, los dos Chiveros y la Caoba, Pistolé, Justo el Vaquero, Pecho León, Justito el de mi Mama, Peligro, Julián Chimenea, Manolo el Mano Dura, Charquito, el Vendabal, Anita la Banderilla, Curro el Herrero, Lucecilla, Solito, el Lobo, Polvos Netol, Rutinas, el Pintao, el Recluta, Patrocinio Sin Gusto, Miserias, el Sereno y Dolores la Cantante.
- Niña, ¡qué precioso han puesto el pueblo las ánimas santificadas! -Añadió mi madre mirándome con satisfacción. -La cruz de mayo con sus flores frescas, las velas alumbrando al Cristo de antes de la guerra y los farolitos verdes, azules y colorados. Ah, y la cigüeña en el campanario. Todo el pueblo va de domingo. Doña Eduvigis, emperifollada como se ponía ella en los cincuenta. Las campanas repicando. La vida eterna es en la plaza del Ayuntamiento.
-Eso mismo, niña -remachó mi padre con su sonrisita a lo Clark Gable-. La vida eterna es muy natural. Dicho esto se fueron paseando del brazo de su amiga María Ángeles, la madre de Inés.
El alma no digo yo que exista, señor Comosellame, pero hay un lugar donde se reproducen sus funciones. Un sitio aparte de la vida y de la muerte. Eso es lo que hay. A usted le parecerá mentira lo que le digo. Siempre puede usted mirar por el ángulo ciego.