Considera que la castidad y la discreción son lo más adecuado para una mujer casada, por lo que procura mostrarte recatada en el trato con los hombres. Mejor dicho, procura evitar cualquier comunicación con ellos. Cuando resulte inevitable, sé siempre educada pero con gesto seco y severo. De esta forma no darás pábulo a la fantasía de ellos. La lección sirve también para las alcahuetas y amigas poco recomendables que iras encontrando por el camino. Olvida aceptar prestada cosa alguna y sobre todo jamás sonrías fuera de casa. Tampoco seas alegre en tus compras y no lleves vino a casa, porque pensarán que recibes amantes y cuando la fama es mala atrae a una jauría que ladra por la noche delante de las puertas cerradas.
Cuida en mi ausencia de la tía Carla y que no olvide su medicación ni los paseos por la Vía del Malcontenti hasta la Santa Croce. Que rinda tributo a Giotto y que regrese despacio a casa, porque la vuelta siempre le es más penosa por la debilidad de las piernas. Una tisana caliente para las rodillas si hace frío, pero que no deje de caminar todos los días para que la circulación se le active.
De los niños juzga que en el colegio deben aprender lo suficiente pero que en casa hay que estar atentos a sus inquietudes. Un buen ebanista gana lo mismo que un sastre o un arquitecto, por lo que tanto los libros como las herramientas siempre deben estar a su alcance, sin preferencia alguna. Paolo es perezoso y sin embargo el más responsable cuando se obliga a algo. Fabricio es lo contrario, muy dispuesto a acometer nuevos retos pero carece de constancia y eso le impide terminar nada, por lo que siempre necesitará ayuda al final. De Franco y de Giuseppe no puedo decir mucho, porque apenas caminan, pero el primero es sonriente por lo que si no pierde su capacidad de equilibrio con el mundo todo le será sencillo y aunque Giuseppe apenas duerme por las noches puede que sea indicio de un espíritu inquieto que le motive a grandes proyectos.
Permíteme recordarte que las debidas atenciones a la casa te permitirán un entorno agradable y de buen ejemplo para todos. La limpieza serena el ánimo porque en lo perfecto no existe el polvo. La suciedad es síntoma de pereza y renuncia. Además el polvo que cubre la superficie de las cosas nos impide ver las cosas como son, por eso la limpieza es sinónimo de verdad. Una casa cuidada y limpia, fresca en verano y cálida en invierno, facilitará a sus habitantes cultivar otras virtudes.
De los animales procura que coman lo suficiente, pero que no se apropien de lo que no les pertenece. A un animal no le pertenece nunca lo que es útil para su dueño ni tampoco lo que no ha ganado antes. Disciplina y orden es lo mejor para educarles. Que obedezcan siempre pero que al hacerlo encuentren que tu respuesta es siempre la misma. Para que un animal sea feliz, la vida tiene que serle predecible. Los animales caminan siempre hacia delante y no pueden entender de remordimientos, errores o dudas. Procura que repitan siempre lo mismo y en dos metros cuadrados deja que piensen que el mundo no es más ancho.
Es importante que aprendas a utilizar el paraguas, objeto que siempre olvidas y con el que a veces parece que mantengas una antigua disputa. Ni abuses tanto que tu mano termine cubierta de escamas por la invasión del pomo, ni que tampoco te vea nadie caminando bajo la lluvia sin protección. Hay mujeres descuidadas que después son vistas como animales arrastrándose al refugio de los balcones por la acera. El porte de una mujer elegante se demuestra caminando siempre por el centro. Es una cuestión de geometría la necesidad que tenemos de sentir que una línea recta pase por el centro. Pero tampoco lo lleves si no va a llover porque todos pensarán de ti que careces de criterio e inteligencia.
De tu costumbre de comer pan con miel, considera que estamos en guerra y que el carácter se forja con el ejemplo que damos. La miel que unta la comisura de tus labios es el capricho que pudo haber inspirado a grandes pintores como Leonardo o Rafael, pero la época golosa es ajena a la pólvora que ahora estalla en el Norte de Italia y previene la invasión. El capricho es lo que relaja la vida e incita al arte, pero el sabañón, la uña rota y el dolor de muelas es lo más propio de estos tiempos. Busca zapatos pequeños y de piel rígida y olvida el pan con miel, porque somos todos una unidad que empuja al enemigo hacia fuera y ya volverán de nuevo en un futuro los paseos los domingos por la tarde junto al Arno.
No te extrañes si en lo alto del armario no encuentras la botella de coñac y la de grappa que nos obsequiara tu padre y que decidimos guardar para mi regreso, porque lo cierto es que preferí beberlas y que lo hice solo, aunque pensé en ti en todo momento. Hay ocasiones en las que el miedo no puede evitarse y yo se lo tengo al tiempo. Tengo miedo de cómo administrar el tiempo del que ahora disponemos de forma tan poco precisa. Por eso urge poner en primer lugar nuestros deseos y así procuramos consumir por adelantado lo que podemos. Comprende por tanto que me bebiera las dos botellas, presa del miedo de no disponer de otra ocasión.
De mi costumbre de añadir sal a los spaghetti, otro pellizco más cuando están servidos en el plato, consérvala y procura que los niños me imiten. A veces el gesto importa más que las palabras y más que los mejores deseos, aunque sea sólo un gesto pequeño. Que cuando todos echéis sal en vuestros platos recordéis que lo estáis haciendo porque yo siempre lo hacía antes, cuando estaba sentado ante la misma mesa, rodeado de todos vosotros.
Guardo tabaco en el cajón tercero del dormitorio, seis botellas de vino tinto y otras cuatro de blanco, dos pares de camisas y unos zapatos viejos y otros nuevos. Que el sombrero azul y mi abrigo no los retire nadie del armario. Que las tijeras con las que me recorto el bigote sigan en su caja, junto al peine y la colonia. De todo ello hago inventario para que veas lo que os quiero en ese orden de cosas del que disfrutaba estando con vosotros.
Que no os frenen las espinas pequeñas del pescado, porque a mí me gustaba mucho comerlas. Que no os tiente la pereza, porque yo estaré luchando. Que podáis perseverar siempre en vuestras obligaciones y cumplir con lo que está escrito en vuestras conciencias. Y, por encima de todo, que no os tiente el olvido, porque yo he de volver y no quiero que el mundo sea otro distinto al mío y por eso escribo esta carta.