Momentos. Momentos que conforman el mapamundi de nuestras vidas. Diminutos países cuyas fronteras encierran miedos y logros; alegrías y penas. Y conflictos. Extraños que se interfieren, que nos invaden. Vamos lejos, muy lejos, en busca de agua helada y antigua. ¿Quién sabe? Lejos… Un perro. Cerca. Ladra. Avisa. Recela. Paredes blancas, ansiosas de cuadros que las llenen, que las protejan del vacío. Ciudades sucias, hormigueros inhóspitos, hospitales, rostros crispados por el dolor. Duele escribir, contar, inventar historias que nadie leerá. Eva está en Egipto, no ha llamado; todo debe ir bien. Mañana traerá ese viaje prisionero en papel. Un bonsái lucha por crecer. No le dejo. Hay instrucciones concretas para conservar su belleza minúscula. ¿Llora? Quizá. Como ese político que se despide. Promesas. Promesas de colores. Azul. Verde. Colorado. Ingratos depredadores del voto. Ansia del timón esquivo. ¿Qué daría por ser libre? Bronceado aborigen en un atolón ignoto. “… y una radio cercana que cante que la guerra ha terminado” La eterna crisis del mediocre que busca un camino entre la niebla. Un niño dibuja corazones en el vaho del espejo. Y un borracho debe de acurrucarse a estas horas debajo de un cartón, en un cajero automático, confortado por el dinero que hay al otro lado de una tarjeta de crédito que nunca poseerá. ¿Para qué? En la playa, el mar vomita los restos de un naufragio: una lata de aceite sintético y un maniquí desnudo. Inútiles dádivas para quien sólo tiene sed. Tuerza usted a la derecha, hay rutilantes neones que invitan a hamburguesas. A sexo. A predicadores que se escudan tras sus panfletos. ¿A dónde vamos? ¿Lo sabes tú, acaso, folclórica trasnochada con lunares mustios en los volantes de tu falda? La “ñ” resiste. Tal vez, en Grecia, el azul de sus puertas comience a desteñirse. Y en su isla más meridional, el Minotauro haya montado un parque temático. Me cuesta tanto dejar de fumar. Me gusta esa moto o ¿es hora ya de levantarse? Coja usted un número, por favor. No se desequilibre el perfecto orden de la cola. ¡Cierren ya esa puerta! No vaya a asfixiarme. La rosa del enamorado palidece en un poema muerto. Tosca parece una ópera bufa y Pavarotti engendró gemelos que, al poco, se añoraron. Hay otras músicas, hay otras verdades, hay otros dioses. ¿Y qué piensas de la cosecha del 98? Las hay mejores. ¿Pensadores? No. Vinos. Ya. Berlusconi quiere modernizar Italia a golpe de “bottox”. ¿Se escribe así? Así le va. Desnúdate. Desconecta el móvil, imbécil. Esa luz indirecta me ciega, la luciérnaga ha caducado como un vulgar yogur. El velo del crepúsculo quiere engañarme. Aún estamos a tiempo. ¿De qué? De nada.