Tengo el alma cortada. Si existe, la tengo cortada en cachos. A todos los hombres que conocí les pegaba tener cicatrices y no lavarse. Así eran todos y al mundo le parecía de lo más lógico. Eran hombres pringados, hombres escamados y ariscos, aunque se hicieran los graciosos. Todos me quisieron a su manera y me dieron de hostias. Porque yo voy a mi aire, esa es mi ley. Mírame y no me veas. No tengo un corte en la cara ni tengo una navaja en la faltriquera. ¿Y qué? Soy más fuerte que tú, aunque me acabe de bajar la regla. Madrid es más mío que tuyo, y eso que no tengo un duro. Me fumo todas las colillas que me encuentro. Si quiero me las como. Tengo el estómago más duro que una piedra. Voy por la Castellana como si fuera por el pasillo de mi piso. Voy a comer (a comer como un pajarito), a mear, a dormir (a dormir con un ojo). El corte no lo tengo en la cara, lo tengo en el culo. Y en el alma, si es que existe, que yo qué sé. Mírame y no me veas. Y si te sobra, échame unos cuantos céntimos. Si me da un jamacuco tengo muchas calles donde caerme muerta. A nadie le debo nada, y menos explicaciones.