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ISSN 1989-4163

NUMERO 07 - NOVIEMBRE 2009

 

Memoria Fotográfica de Jack London

Lalo Borja

Pocos escritores una vez ganada su reputación se alejan del rumbo escogido y arriesgan extraviarse por otros caminos creativos. Ha habido escritores que incursionaron en la fotografía con relativo éxito. Podemos nombrar a Emile Zola, gran retratista de escenas familiares y de vistas muy bien logradas que ilustran el París de fines del siglo xix; Lewis Carroll, quien aparte de haber escrito su obra cumbre, Alicia en el País de las Maravillas, demostró en la fotografía una vena artística sensible en grado sumo. Son notables sus retratos de artistas reconocidos de la época y sus retablos de fantasías infantiles. Mención especial merece el trabajo fotográfico del poeta norteamericano Allen Ginsberg, quien plasmó con su cámara una lúcida serie de retratos de su entorno íntimo y lo más granado de la escuela neoyorquina entre escritores, poetas, fotógrafos y pintores.

Para muchos lectores Jack London habrá de permanecer siempre asociado a sus libros y relatos de aventuras extraordinarias en climas hostiles. Son famosos sus libros La Llamada de la Selva, Colmillo Blanco, Martin Eden y decenas de publicaciones noveladas o de ensayos, en los que combina con su prosa ágil su ideario socialista y su filosofía del retorno a los orígenes.

Su quehacer fotográfico es desconocido por el gran público y las referencias sobre su trabajo como foto-reportero apenas comienzan a ser rescatadas del olvido. Un siglo ha hecho que sus imágenes trasciendan el valor meramente anecdótico de su obra. Vale destacar su documental titulado “Gente del Abismo” realizado en 1903 en el East-End londinense, barrio de clase baja trabajadora; crónica visual que nos revela escenas de un segmento de población flotante viviendo al margen de la sociedad en aquella época, medio por el cual asistimos a la transformación del escritor en testigo-historiador de su tiempo.

Jack London se consagra como fotógrafo en 1906, cuando sale a recorrer las calles de SanFrancisco después de ocurrido el terremoto del 18 de abril de ese año. El siniestro dejó más de 3000 muertos en una ciudad devastada por el movimiento telúrico, consumida por las llamas originadas en las explosiones de las líneas de gas que la alimentaban de energía. Para aquel entonces Jack London, hijo nativo de la misma, tenía treinta años de edad.

“Su visión como fotógrafo ha quedado demostrada en la calidad de sus imágenes”, dice el restaurador de la obra de London, el californiano Philip Adam, quien ha dedicado los últimos cuatro años a reproducir la obra visual del escritor.

Adam ha hecho las veces de arqueólogo en el cuarto oscuro, desenterrando con paciencia y dedicación de hormiga los tesoros hallados en el cofre de Jack London, escritor, cronista, viajero, bohemio y, en últimas, fotógrafo por excelencia.

Philip Adam ha pasado la tercera parte de sus cincuenta años en el laboratorio fotográfico. En 2005, mientras trabajaba para la Sociedad Histórica de California, se le encomendó la copia y restauración de negativos alusivos al terremoto de 1906 para la conmemoración del centenario de la tragedia, exhibición titulada  Earthquake Aftermath, utilizando el legado fotográfico del escritor.

Durante la inauguración de la muestra Adam se conoció con dos académicos expertos en la obra de Jack London, a la sazón involucrados en la producción de un libro sobre el escritor. A partir de entonces fue incorporado de inmediato a la iniciativa ya que su experiencia en el manejo de archivos fotográficos le era idóneo para emprender la nueva empresa. Hubo de transcurrir dos años inmerso en la búsqueda y reproducción de negativos prestados de otras instituciones y bibliotecas donde reposan los archivos del escritor, y otros dos años de intensa labor de laboratorio hasta completar el ciclo de las crónicas visuales de Jack London.

El libro se encuentra en su etapa final de producción y verá la luz en 2010, publicado por la Universidad de Georgia, en Atlanta, Estados Unidos.
El restaurador y experto fotógrafo estuvo este verano pasado en Londres, buscando una galería propicia para exhibir la muestra fotográfica de su compatriota. 

Con respecto del proyecto dice: “La exhibición en San Francisco fue el debut de Jack London como fotógrafo ya que hasta ese entonces nadie había hecho copias de alta calidad de los negativos que existen. London hizo un tiraje de aproximadamente doce mil negativos entre 1900 y 1914. Lo que hemos hecho representa una minima parte del total. Uno de los mayores inconvenientes en la reproducción está relacionado con la emulsión fotográfica de más de cien años de edad, pues han sido muchos los cambios tecnológicos en el desarrollo de película fotográfica desde entonces”.

Adam tuvo que emplear a fondo su técnica como laboratorista para extraer contrastes profundos y medios tonos de negativos que eran en esencia pelmazos de grises monótonos e impenetrables.
En Londres se entrevistó con el comisario de la Galería Whitechapel, en el East-End de la capital inglesa, lugar que debido a la historia compartida con el escritor y fotógrafo Jack London, se perfila como el sitio ideal para lanzar el libro y la exhibición en Inglaterra durante el otoño del año entrante.

 
 

 

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