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ISSN 1989-4163

NUMERO 133 - MAYO 2022

 

Un Gran Anfitrión

Andrés Guilló

Llueve, y lo hace con tanta fuerza e intensidad que es un placer escuchar el sonido de la tormenta.

El viejo reloj de mi habitación marca exactamente las once de la noche.Es el momento de tomar mi medicación.

Me levanto, enciendo la luz de la cocina, me sirvo un vaso agua para engullir las pastillas que calman mis dolores. Me acerco hacia la ventana, retiro el visillo y asomo un ojo tras el cristal. No hay nadie. Quién va a haber bajo esta tormenta. Es diez de octubre, pero no siento frío, apago la luz y me dirijo otra vez hacia la soledad de mi dormitorio.

No logro meterme en el catre cuando alguien golpea fuertemente la puerta de la entrada, corro hacia ella y sin mirar, la abro rápidamente.

Una chica joven y bella se presenta ante mí empapada de agua. Nerviosa, me suplica que le deje entrar. No dudo ni un segundo y la invito a pasar. Entre sollozos me explica que su coche se ha parado una esquina más abajo y no logra arrancarlo, que lamenta la molestia, pero es la única casa donde vio luz. Yo sonrío porque en realidad es la única casa habitada del lugar.
Le ofrezco una toalla para que se seque, se sienta en el sofá, no deja de llorar,maldice asu teléfono sin batería, la tranquilizo diciéndole que no se preocupe,que yo no tengo teléfono, pero que por la mañana la llevaré al taller, le sirvo un té caliente con una nube de leche. Ella observa la habitación con detenimiento, sus ojos comienzan a entornarse debido a los somníferos que añadí a la bebida.

Tiemblo viéndola aturdida en el diván. Su olor me excita, un hilo de baba resbala por la comisura de mi boca.

¡Hace tantotiempo que no como carne fresca!

 

 

 


 

 

Andrés Guilló

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
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