Cuando me quedé embarazada con 19 años, en segundo de Periodismo, el profesor Bernardino M. Hernando, que me había dado clase de Redacción periodística el curso anterior, me llamó un día y me dijo: "si necesitas algo, incluso dinero, dímelo". Cuando nació mi hijo vino a mi casa, a mi tercer piso sin ascensor en un barrio de Leganés, comió con nosotros y alabó la (terrible) decoración. Mantuvimos la amistad muchos años, pero ya sabemos lo que pasa con estas cosas... las vamos dejando. Hace muy poco pensé en él, busqué su teléfono (fijo) y llamé. No sabía si me recordaría después de tanto tiempo. Por supuesto, Inmaculada Luna, me dijo, tengo algunos de tus libros. Cómo estás? le pregunté. Viejo, muy viejo, respondió. Quedé en pasar por su casa un día de estos. No lo hice. Ya sabemos lo que pasa con estas cosas... las vamos dejando. Ahora me entero de su muerte y la visita se queda en la libreta de los incumplidos, junto a la receta de rape que no llegué a dar a mi yaya o la noche que no pasé en el hospital con mi padre. Ya sabemos lo que pasa con estas cosas...