Tiembla contigo este universo
de roca y mar soñando.
Raúl Quinto
Pasa lento al caer la tarde, removiendo la arena prometida, el operario de la limpieza municipal, y con su máquina gigante arrastra colillas, platos de plástico, tapaderas de yogur, cáscaras de maná, latas y botellines; clínex cagados, monedas, la sandalia del pescador, las astillas que revientan al fuego de los espetos, los entrañables bolsillos de las camisas baratas donde los apóstoles guardan su paquetico winston. Bolas de bingo, las pelotas de jugar a las palas, el paso que perdió la más torpe del aeróbic-playa. El sabor amargo de los aceites bronceadores, dátiles podridos de la Palma del Bien y del Mal, pestañas waterproof, plumas de gaviota o arcángel, naipes marcados y la popular lágrima que cayó en la arena, reducida a esas horas a grano de sal. El tintineo del carrillo de los helados, la bandera azul, el guantazo matriarcal que esquivó un querubín, el pregón de las almendras, el éxito del verano, palabras que desecha la gente cuando escribe mensajes de móvil. El cartel de Prohibido el paso. Propiedad privada. Las mesas del chiringuito Miguel, dos biquinis tendidos en el balcón del apartamento 12-L y la pancarta que se desprendió de la avioneta haciendo caer sobre una blanca hurí todo el peso de Rebajas en Almacenes Mérida. Urbanizaciones costeras, la autovía del Mediterráneo, un pelirrojo borracho de Friburgo, el Algarrobico, Tokio, el senado, la Banca Vaticana, el Costa Concordia. Todos los sillones de mando que, inquietantes, aparecen en las películas vueltos de espaldas, y que el Hombre Invisible coloca cada tarde bajo su sombrilla sixtina para remojarse los pies en la orillita del mar.
Amanece. Las farolas del paseo marítimo apuran la última oscurana. El operario de la limpieza municipal regresa caminando a casa. Posa con sigilo las llaves sobre el taquillón. Mientras moja la madalena en la leche fría comienza a escuchar los sonidos gástricos de los pisos vecinos: bajantes, cisternas, despertadores, crujidos de parqué. Y se mete en la cama. Suspira, resignado. Mañana, al caer la tarde, Adán, Eva, Caín, Set, Jared, Enoc, Matusalén, Lamec, Noé y los cuñados y las nueras y todos sus bastardos habrán vuelto un día más a expulsar el Paraíso.