Salió a la calle y miró al cielo. Azul como tantas tardes. Enigmático desde un tiempo. Los ojos se le hicieron agua. Las lágrimas preguntaban el porqué mientras el personal corría tras sus afanes. Hay dos tipos de hombres; los que nacen con la estrella bajo el culo y quienes caminan sin luz, horizontes ni estrella que los parió.
La vida parecía haberse tomado vacaciones con sus venturas o más bien lo contrario. El pitillo y el cubata de ron-cola pegados al salvavidas de la barra eran sus fieles escuderos en tardes amargas como aquellas y noches vestidas de fantasmas que venían a visitarle en sus incertezas.
Casi nada estaba claro. Había poca verdad en todo y demasiada provisionalidad, tiempo dividido. Momentos que se fugaban como la espuma de sus cervezas.
Lloraba tras sus gafas anónimas con el arrastrar de sus pasos. Llevaba cosida a las espaldas la P. Una etiqueta que aún no veía. Creía que todavía habría mañana.
