Al otro lado, al final de esa escalera tosca, aguarda la ignorancia y el desprecio, la porra, la bala de goma, dolorosa bienvenida al Primer Mundo. Al otro lado está la fría estadística, el desandar lo andado, las heridas en las manos que te delatan. Saltador de pértiga sin record. Pero tú sigues, incansable, desesperado, hambriento, mostrando el pasaporte del derecho en cada jirón de carne, como un salvoconducto insuficiente. Apátrida sin tierra y sin aliento, esperanza del desesperado que busca en tí la llave que derribe la valla, la última frontera.
Se repite ahora la eterna historia de la incomprensión, de la falta absoluta de solidaridad. Las oleadas que llegaban, que siguen llegando, a la frontera española con Marruecos, se han transformado en mareas de desgraciados que naufragan frente a las costas griegas. Los que tienen más “suerte” consiguen arrastrarse hasta que esa mal llamada última frontera les detenga y se hacinan en infrahumanos campamentos a esperar ¿qué?
Los políticos juegan al Monopoly con miles de vidas. Yo te doy tanto pero quítame ese problema de delante. El Papa hace el paripé entre la miseria acicalada para la ocasión. Obama alaba a Merkel. España dice que… pero no mueve un dedo, estamos en funciones, dice. La comisión, las reuniones, el Eurogrupo, la madre que les parió a todos, sentados alrededor de mesas enormes, donde desayunan café y galletitas.
En fin, el impasse asesino, la muerte, que puede haya ha evitado el invierno crudo, llegará en forma de epidemias, de agua contaminada, de calor insoportable…
Mientras, en sus países, quien debe poner orden, el arbitraje inútil, no controla a quien debe de controlar que se escuda en una supuesta disidencia que él llama terrorismo.
Lo siento, hoy no estoy de humor.
¿Quién puede estarlo?
Pero esta noche ganará el Madrid y el populacho respirará tranquilo.