Autor: Karmelo C. Iribarren. Editorial Renacimiento. 2016. 84 páginas. 10€
‘Haciendo Planes’ (Renacimiento, 2016) es el último libro de poemas del poeta Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959). Ningún libro de Iribarren es simplemente un libro más en su trayectoria, como tampoco lo es en el seguimiento que hacemos de su trayectoria sus acérrimos lectores que somos cada vez más, desmintiendo esa máxima que dice que la poesía es un arte minoritario, sentencia que tanto daño ha hecho a la poesía.
‘Haciendo Planes’ abunda en los temas habituales: el tiempo en sus dos acepciones, los cafés, los bares, la cotidianidad… pero puede que sea -respecto a libros anteriores- un poemario que destila cierta actitud celebratoria de la vida por parte del autor. No falta la melancolía muy matizada esta vez por breves pero poderosos destellos de luz pues tiene este libro verdaderas ráfagas de optimismo, ese agente externo y raro que no suele asomar por la poética del autor aunque, paradójicamente, los poemas de Karmelo C. Iribarren son siempre -también en ‘Haciendo Planes’- una invitación a la vida. Asoma mucho en su último trabajo esa actitud celebratoria de los aspectos de la vida cotidiana, aquellos que definen con mayor exactitud nuestra identidad. Más que asomar, podría decirse que asola el libro esta permanente celebración de la repetición de los días como si a eso, a los días, con todas sus pequeñas cosas, hubiera que poderlos firmes y pasarles revista, cerciorarse de que siguen ahí, haciendo lo de siempre: suceder.
Las cafeterías con su cristalera al mar, el café, los camareros, el goteo incesante de la lluvia y de clientes, el río, las hojas cubriendo el suelo, los paraguas… Si faltara algo de esto pensaríamos que estamos ante el libro de alguien que no es Karmelo, de alguien que se hace pasar por Karmelo; no es el caso de ‘Haciendo Planes’, en este libro está contado todo lo que ya conocemos -desde ángulos impredecibles, eso sí- ese paisaje que no cambia más que de estación en estación –y aquí entiéndase estación en su doble acepción también-, en una carrera circular por el tiempo, ese “enemigo” a quien Iribarren mira de frente, nunca de reojo.
Es un libro escrito en voz baja y para sí. Como si el poeta buscara la interlocución consigo mismo para reafirmarse en algunas certezas, en sospechas de verdades absolutas que son en realidad la constatación del paso del tiempo y de todo lo perdido en ese discurrir. Da la sensación, por momentos, de que habla solo Karmelo C. Iribarren pero no porque haya sufrido un arrebato de enajenación mental transitoria sino porque sólo él parece tener las respuestas a las preguntas que plantea. Cuestiones que todos entendemos, preguntas que la mayor parte de las veces tratamos de esquivar pero que no por no formularlas desaparecen, sino que permanecen como una amenaza haciéndonos creer que la vida es algo irresoluble cuando en realidad se trata de algo más sencillo: aceptar. No hablo de resignación sino de alegre aceptación. Karmelo se enfrenta a esas preguntas y las coloca encima de la mesa. Así encontramos ese tono, elegíaco, en alguno de los poemas de este libro: “el viejo boxeador”, “la vida tiene que ser otra cosa”; también en poemas donde el interlocutor es el río o el mar, destinatarios de las dudas y certezas del poeta, como es el caso en “motivos para la esperanza”.
El tiempo, no solo el climatológico, también el otro, el que más estragos causa, está presente en toda la poética del autor, también en ‘Haciendo Planes’, aunque detecto diferencias notables en el manejo del tiempo, como si se algo más concreto, más enclavado en la realidad. En poemas como: “martes, 22 de septiembre” (uno de los puntales del libro), “por el módico precio de un café”, “una mañana de miércoles”, vemos el tiempo tratado como un personaje real, tangible, que señala el momento y lo detiene para fijarlo en forma de poema, de instantánea.
Otro elemento que no falta en ‘Haciendo Planes’ es el humor, practicado con el manejo sublime de la ironía y que nos ofrece algunos de los poemas más brillantes. Desde el título ‘Haciendo Planes’ que ya encierra una clara ironía, pues el paso del tiempo afecta especialmente a los planes y al plazo con que los afrontamos. Esos planes a los que se refiere el autor son cada más un despropósito, una utopía; a lo más que se puede aspirar es a que a ese café le siga otro y a seguir contando los clientes que entran en el bar como si no hubiera nada más interesante que hacer. Lo curioso es que, en realidad, no lo hay. En ‘Haciendo Planes’ amenaza la sombre de la derrota –otra constante en la poética del autor- aunque presenta también cierto optimismo ante la derrota, hasta cierto regodeo optimista por lo vivido, como si ya pudiera colgarse medallas por una pasado que al menos tiene la suerte de recordar.
Habría que revisar la etiqueta de “poeta de lo cotidiano” para referirse a la poesía de Karmelo C. Iribarren, por temor a que se quede pequeña y no aglutine todo lo que es. O habría que ampliar y dignificar tal vez el término “cotidiano”, ponerlo en valor, para que pudiera definir una poética tan preciosa. Y es que lo cotidiano es algo más que la repetición de las rutinas, es cerciorarse del pulso, del latido, de la respiración y volcarlo en las cosas que conforman nuestro día a día y –quien esté capacitado para ello como es el caso- volcarlo en un puñado de buenos poemas. Karmelo C. Iribarren es más que un poeta de lo cotidiano. Es el poeta que rentabiliza lo cotidiano para convertirlo en algo extraordinario -nada más y nada menos- y eso sólo sabe hacerlo él.