Autora: Dolores García Ruiz. Editorial: Versátil (2015). 560 pgs. 22,50 €.
Cuando me enfrento a una novela con más de 500 páginas no siempre las tengo todas conmigo. Comienzo preguntándome en qué momento decaerá el interés por la historia. El miedo al aburrimiento existe siempre. Ahora bien… La reina del azúcar me ha cautivado, me ha emocionado y me ha hecho recordar mi niñez y gran parte de la historia de mis abuelos y mis padres.
Para alguien que es melillense –del Real- leer La reina del azúcar es recorrer las calles de Melilla y su historia… Melilla esa ciudad española tan cerca y tan lejos, lejos en conocimiento por parte de los españoles, en general; es por eso que espero que todo aquel que lea la novela le entre el gusanillo de pasar sus próximas vacaciones en ella.
Un cuaderno con las memorias de Inés Belmonte, conocida en Melilla como «la reina del azúcar», aparece en un archivo militar entre documentos confidenciales. El juez Prieto abre una investigación, mientras el comandante Fonseca, fascinado por el contenido de los recuerdos de esta mujer, se enfrenta a una misión crucial: encontrar en el archivo de la Comandancia el original del Tratado de límites, y evitar una guerra entre España y Marruecos. Al iniciar sus pesquisas ninguno de ellos imagina que estas memorias cambiarán radicalmente sus vidas.
La reina del azúcar nos lleva a la Melilla exótica y cosmopolita de principios del siglo XX, en un viaje insospechado que comienza en París. En esa ensoñación al borde del mar que es la Melilla de la época, tendrá lugar la apasionante y dramática historia de amor de Inés Belmonte con el doctor Eduardo Vidal en el marco de las guerras del Rif. Y su particular historia de superación, que la llevará a levantar un imperio industrial y a mantener silenciado el secreto que tan celosamente oculta.
Una vez leída, nos quedamos pensando y algunas preguntas surgen: ¿Es una novela histórica?, sí y no; no, porque no trata de reflejar un hecho (o hechos) histórico y si porque vamos conociendo parte de la historia de Melilla de principios del siglo XX a través de una familia y sus descendientes. A través de su principal protagonista, Inés Belmonte, tenemos una narración a modo de diario. Es una historia coral por la cantidad de personajes que desfilan ante nosotros, muchos, pero sin hacerse pesados sin sobrar ni faltar nada. Conviven perfectamente tres géneros sin imponerse uno a otro, exactamente igual que conviven en la ciudad católicos, musulmanes y judíos sefardies en perfecta armonía. Completa este mosaico unas gotas de suspense y misterio… Genial la combinación.
He paseado por sus barrios y calles, he caminado por la Avenida –eje social de la urbe-. Todo perfectamente descrito por Dolores García Ruiz que demuestra maestría y oficio al manejar una prosa clara que fotografía a todos y cada uno de los miembros de manera magistral, tanto física como psicológicamente… magnífica exposición de filias y fobias, del porte y postureo de la sociedad melillense; puerto franco y cruce de multitud de nacionalidades.
El cuaderno de memorias –mejor confesiones-, sin pretenderlo, es el inicio y fin de un círculo perfectamente conformado –por quién lo escribe y por quien lo lee al cabo de muchos años después-. Es, permítaseme, una historia redonda. La redondea, no puede faltar, una –o varias- historia de amor.
Concluyendo… es una novela amplia, en cuanto a páginas, pero que se hace breve y da rabia dejarla. La recomiendo al cien por cien.
Dolores García Ruiz (Melilla, 1964) a los nueve años se trasladó a Valencia. Colabora en diversos medios y publica artículos sobre Literatura e Historia en revistas culturales de prestigio. Su anterior obra El secreto de Monna Lisa (Roca editorial) está traducida a varios idiomas y ha sido publicada en numerosos países, entre ellos EEUU.
Conversamos de melillense a melillense… Dolores y un servidor…
P.- ¿Cuando, cómo y por qué nace la idea de escribir La reina del azúcar?
R.- Surge hace unos diez años, a partir de las historias muy curiosas y entrañables que oí contar a mis parientes; unas, protagonizadas por personas muy populares en Melilla y otras, por auténticos desconocidos. Pero lo que me impulsa a escribir La reina del azúcar es el deseo de dar a conocer Melilla, mi ciudad natal, al resto de los españoles. No sólo para rescatar del olvido hechos históricos que sucedieron allí durante la primera mitad del siglo XX y que han marcado profundamente nuestro pasado más reciente y nuestro presente, sino también para descubrirles una ciudad bellísima y singular. También cumplir con una deuda personal: le debo mi existencia a muchos hombres y mujeres que perdieron la vida por defender a niños de Melilla que, con el tiempo, se convirtieron en mis abuelos.
P.- ¿Cuál ha sido su base documental? ¿Por qué ese título?
R.- Resultaría un tanto prolijo relacionar los libros y documentos que me han servido de base histórica durante los diez años, que aunque con interrupciones, que me ha llevado escribirla y para que, a su vez, no se note el trabajo de documentación y al lector le resulte todo fluido y los hechos históricos queden como un escenario natural en el que se desarrolla la acción y se desenvuelven los personajes. Pero cabe mencionar curiosidades como las crónicas de las guerras del Rif que elaboraba Indalecio Prieto para el periódico “El Liberal” o El Tebib-Arumi, un curioso libro escrito por el médico-periodista Víctor Ruiz Albéniz, o la documentación que generosamente me proporcionaron médicos del extinto Hospital Militar de Melilla y la biblioteca militar, que han resultado inestimables para reconstruir la época y el ambiente.
P.- La trama de la novela tiene como protagonista muy principal la ciudad de Melilla, ¿es suficientemente conocida?
R.- En la Península existe un gran desconocimiento sobre cómo es Melilla realmente y se barajan ideas muy distorsionadas, cuando no rocambolescas. Se la identifica con una alambrada o con un desierto. Muy pocos saben que es la segunda ciudad del mundo con más edificios modernistas, tras Barcelona. Tampoco conocen la existencia de una Melilla subterránea y laberíntica, llena de caminos secretos.
En La reina del azúcar, el lector descubre una época, una ciudad y un mundo cosmopolita y exótico; pero, sobre todo, la gran personalidad de la protagonista que es todo un símbolo del espíritu emprendedor y tenaz de los melillenses de todas las épocas.
P.- ¿Conocemos, en general, nuestra historia? ¿Nos haría más seguros y cometeríamos menos errores?
R.- Lamentablemente los españoles desconocemos nuestra historia y, lo que es peor aún, no parece suscitar demasiado interés. Eso nos condena a ser fácilmente manipulados y repetir errores del pasado por no tener las enseñanzas aprendidas. Nos convierte en ciudadanos desubicados, sin sentido de continuidad con nuestros antepasados, cuando nosotros somos sus consecuencias. ¿No les parece curiosa la sensación que nos inducen de que parece que la historia de España arranque con la Guerra Civil de 1936, cuando es la nación más antigua de Europa y comienza en el siglo XV?
P.- ¿Qué influencia tuvo Abd-El-Krim sobre Melilla?
R.- A mi juicio, decisiva. Pero no sólo sobre Melilla, sino sobre el curso de la historia reciente de España. De hecho, el Desastre de Annual trajo consigo enormes consecuencias. Por un lado, el replanteamiento de la política exterior de los gobiernos y de las continuas sangrías que suponían las guerras de África por la expansión del Protectorado de Marruecos más allá de los límites de la ciudad de Melilla, cuya españolidad no discutía ni el propio Abd-El-Krim. Por otro, supuso la caída de la monarquía de Alfonso XIII, cuyos intereses económicos en las minas rifeñas podrían haber empujado en buena medida al General Silvestre a cometer una locura como la de tomar Alhucemas desde tierra.
P.- Melilla podría tomarse como ejemplo de convivencia, ya que en ella cohabitan católicos, musulmanes y judíos sefardies, ¿cuál es su opinión de este estar sin mayores problemas?
R.- Es uno de los valores que más aprecio de mi tierra natal. Melilla ha logrado un equilibrio y una convivencia entre cinco culturas (cristiana, musulmana, judía, hindú y gitana) y cuatro religiones absolutamente envidiables y dignas de ejemplo. No hay rincón en el mundo en el que se encuentre algo así. El secreto está en el respeto mutuo y en no tener miedo a lo distinto; al contrario, considerarlo como un elemento enriquecedor. Melilla es la prueba de que lo que nos separa no es la diferencia cultural, sino la falta de respeto.
P.- Dos personajes me llaman la atención, sobre los demás, Inés Belmonte y su sobrina Mercedes. Háganos un breve perfil de cada una.
R.- Inés Belmonte es la protagonista indiscutible de la novela. Es una mujer que se ha forjado así misma y que ha sido capaz de convertir las dificultades en peldaños y aprende a ganar y a perder, tanto en su entorno como a nivel emocional. Es una mujer apasionada, pero que se ve constreñida por las circunstancias y por su fuerte sentido del deber. Pero Inés Belmonte no es perfecta, tiene un lado oscuro que poco a poco iremos desentrañando y, que quizás sea el que al final enamora al lector. Por el contrario, Mercedes es una mujer incapaz de tomar iniciativas y que adopta un papel pasivo ante la vida y que admira y guarda cierto rencor a su tía Inés casi a partes iguales.
Encarnan dos modos de enfrentarse a la vida: salir al encuentro o mantenerse en una supuesta zona de confort.
P.- ¿Por qué lleva a los personajes al...límite?
R.- Porque, como en la vida real, es cuando conocemos a las personas y nos conocemos a nosotros mismos. Si Inés Belmonte hubiera seguido el destino burgués que le esperaba a su regreso a París, jamás se hubiera convertido en la fascinante y enigmática reina del azúcar ni hubiera imaginado de cuánto era capaz.
P.- La reina del azúcar es de difícil encuadre en un género concreto, ¿resalta alguno sobre los demás?
R.- Efectivamente, no es una novela histórica al uso porque los protagonistas no son personajes históricos, sino ficticios. Los personajes históricos aparecen insertos en la trama y fieles a los hechos, pero no empañan a los verdaderos protagonistas. Por otro lado, aunque es una maravillosa y trágica historia de amor la que nos mantiene en vilo, no puede ser calificada de novela romántica. También encontramos elementos de intriga, suspense, costumbristas, etc… Es en mi opinión una novela que contiene todos los ingredientes para llevar ese digno nombre que todo lo dice.
P.- ¿Cuales son sus géneros y autores favoritos?
R.- No tengo un género favorito. Quizás el que menos me atraiga es la ciencia-ficción. Sí que admiro a escritores muy variados. Entre ellos, Leopoldo Alas "Clarín", Luis Martín Santos, Antonio Muñoz Molina, Javier Marías, José Luis Sampedro, Nabokov, Isabel Allende… Pero reconozco mi debilidad por Sandor Marai.
P.- ¿Qué está leyendo ahora mismo?
R.- Un libro de Fernando Savater …..
P.- Como lectora, prefiere: ¿libro electrónico o papel?
R.- Siempre preferiré el papel. Leer un libro físico es una experiencia sensorial y se establece con él una relación que no puede ofrecer el libro electrónico. Pero tengo que reconocer que el libro electrónico tiene su momento y permite ahorrar espacio.
P.- ¿Qué manías tiene a la hora de escribir?
R.- Creo que no tengo ninguna. Lo que llevo muy mal son las interrupciones cuando estoy “metida” en situación. Creo que mi rostro muestra una expresión poco agradable por lo que cuentan los testigos supervivientes, ja, ja, ja…
P.- Relate alguna curiosidad literaria personal que le haya ocurrido y no ha desvelado hasta hoy.
R.- Que se convirtiera en realidad la ficción de que le encargaran la desclasificación de los archivos secretos de la Comandancia Militar de Melilla a un conocido mío, que quedó fuertemente impresionado porque había leído el manuscrito y le estaba sucediendo a él lo que antes había leído.
P.- Sus planes a corto y medio plazo ¿son?
R.- Dar a conocer mi última novela, La rebelión de Penélope, que será publicada por Versátil a primeros de mayo y que aborda el tema de las adicciones emocionales y continuar leyendo para disfrutar y aprender a escribir cada día un poco mejor.