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ISSN 1989-4163

NUMERO 73 - MAYO 2016

El Ogro Filarmónico - Mono y Teísta

Adán Echeverría

 

     

El ogro filarmónico


Todo comenzó en un teatro, esa noche la orquesta interpretaría algunos valses de Strauss, el conocidísimo, hasta el aburrimiento, Cuatro estaciones de Vivaldi, y alguna rareza de Satie.

Sin embargo el joven apenas pudo llegar a tiempo. El teatro estaba lleno y él aún no estaba lo suficientemente concentrado como para salir al escenario. Quiso cancelar, posponer y al final, un director suplente sacó el evento.

El joven director entonces volvió a su casa. Una vez ahí, con mucha cautela entró intentando no hacer ruido. La casa se encontraba deshecha. Vidrios, trastes, lodo en las paredes, sangre en el techo, rastros de una enorme batalla que lo habría aventado todo por las paredes, como si un huracán hubiera decidido levantar la casa, sacudirla con mucha violencia y luego dejarla caer.

Vio entonces las piernas de su compañero, con quien compartía la renta, separadas de su cuerpo, y fue en ese momento, cuando todos los aparatos eléctricos saltaron sobre él, de la misma manera que lo habían hecho toda la mañana. Se trataba de máquinas, pequeños robots que se habían reproducido así mismos y que no lo dejaban salir. Corrió a su estudio, encendió los altavoces y los acordes de La Valquiria de Wagner, y las máquinas se detuvieron, hipnotizadas.

El joven director, se colgó entonces un reproductor portátil en el pecho, dejó escuchar la misma obra, y fue pasando entre ellos, con sumo cuidado, hasta salir de casa. Cuando regresó al teatro la oscuridad era tal que pareciera haber entrado a una caverna. Miró las butacas abandonadas, llenas del polvo que dejan los años; regresó sobre sus pasos, y caminó hacia la luz para llegar a la calle; al salir se vio frente a un campo amplísimo, cuyos jardines se extendían hacia el horizonte; al frente, como a doscientos metros, se podía observa una gran columna de roca maciza, que tenía escaleras alrededor, que permitían alcanzar la cima.  Una sombra cruzó encima de él, levantó la vista y el cielo estaba cubierto de mujeres desnudas que volaban amaneradamente, como si nadaran en un estanque de aguas profundas, y entonces sintió que le faltaba oxígeno, que levitaba, elevándose hacia el cielo, hacia esas mujeres que lo llamaban, ansiosas. Se vio nadando en un mar tempestuoso, nadó hacia la columna de roca para no ahogarse, y cuando se sintió a salvo, el concierto terminó.

El público aplaudió de pie, el joven director temblaba de pie frente a la orquesta, dio la cara al público y agradeció. Saladas lágrimas le devolvieron la cordura.


Mono y Teísta


Muchas veces intenté la educación formal, pero mi experiencia mejor, y la que más vivencias y emociones me ha dejado ha sido mi participación en la realización de performance. Soy perfomancera de oficio, y estoy conciente que siempre he sido monodidáctica, es decir, todo lo he aprendido por mi cuenta, sin más maestros que mis compañeros de profesión.

Siempre vamos a los festivales, y cuando me desnudo frente al público, porque mi cuerpo es el instrumento de mi arte, se que la gente se lleva el mensaje que intentó transmitir.

De esa forma yo he hablado mi pensamiento a favor o en contra del aborto, siempre he estado ahí para defender el feminismo y pisotear al machismo, claro, y con huevos, o con ovarios que es lo mismo.

Odio a los religiosos, en una ocasión yo hice de una diosa, me desnudé, como siempre, en público, y me metí en una tina, era entonces la diosa del agua, con shampoo fui creando espuma que comenzó a resbalar por mi cuerpo haciéndome cosquillitas, pero como soy profesional, contuve la risa, y entonces me puse de pie, y era Venus, ya sabes, Venus que sale de la espuma. Y al final, salí de la tina, me puse la toalla encima, como si fuera un manto, dejando mis pechos y mi vagina descubiertos, orgullosa de mi sexualidad como siempre lo he estado, y entonces era algo así como la virgen María. Es que me enoja que los monoteístas quieran señalar como locos a los polisteístas. Los polis, como yo les digo, esos que les gusta Buda, o Krishna y que son vegetarianos, ellos igual sienten, son humanos también y merecen que los respetemos como nos respetamos todos los demás.

No es justo que porque unos son católicos y otros son cristianos, entonces los budistas siempre sean los que sufran porque son pacifistas. Ellos saben kunfú, pero no lo aplican porque creen en el Dalai Lama. Yo siempre que hago un perfomans, me gusta que la gente se lleve algo, por eso yo improviso. A veces estoy en el súper, se me ocurre algo, o veo algo y entonces me da una idea y es cuando me desnudo, y entonces la gente viene y aprecia mi trabajo de artista. Por eso es que yo quiero compartir con ustedes esta plática, porque quiero que ustedes sean libres como yo lo soy, antes no lo era pero ahora si lo soy, y eso es lo que quería compartirles.

Entonces Marilizette se levantó, se quitó la ropa frente a los alumnos de secundaria, se paró en la silla, levantó la mano izquierda como sosteniendo una antorcha, y la mano derecha la puso cubriéndose el pecho derecho, pero con la palma hacia el auditorio, como diciendo alto. Estuvo así poco más de un minuto, quietecita; se bajó de la silla, agradeció como lo hacen los actores, y salió del salón cargando ropa y zapatos entre los brazos.



 

 

Mono

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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