El Aire Está Lleno de Nuestros Gritos
Ramón Asquerino
(Esperando a Eduardo Galeano)
Hay tiempo para envejecer. El aire está lleno de nuestros gritos. ( Escucha ). Pero la costumbre ensordece. En attendant Godot : acto II; Samuel Beckett.
A Eduardo Galeano, al que me crucé en la glorieta de Embajadores y, lógico, ni me vio
El silencio cumple su palabra de deshonra al estar callado:
Las costas se encogen de hombros entre botellas
--de alcohol caras y etiquetas de negros rostros la noche--
por la falta de tiempo para envejecer,
porque se muere justo en el borde de la borda,
como un cadalso que despierta vicioso de muerte y sueño
y duerme todas sus articulaciones heridas de huidas
a partes iguales entre frío y marea,
mientras el repentino calambre
de sus brazos no puede ejecutar ni un minuto más de músculo
como para que no se hunda
la garganta.
Pero la costumbre ensordece hasta a las gaviotas
y a las pateras del ultramar africano, sin más riqueza que unas vidas
agolpadas en un campo de concentración de agua,
-- lugentes campi --,
las salpican miedos de cáncer entre las olas
cuyo aire, una foto con promesas de futuro añico,
es un testigo de cargo de esta carga,
sombra de peces y olas desesperada:
No nos queda tiempo para envejecer.
En esta imposible orilla de Mare vestrum irónica
hasta los remos de las plegarias se han hecho agua
y el motor llora su última desnudez de humo
por tanto miedo vomitado en la cubierta
descubierta con las manos extendidas
que claman, Juan ante el desierto de los nombres desconocidos,
el impasible socorro aterrorizadas al saber que
la costumbre ensordece
y nuestro eterno hombre apacible interna a esos inmigrantes,
los refugiados que « crean el efecto llamada » ,
sordo ahogo sus timbres de voz rendidos al cielo de la miseria:
el Mediterráneo ensaya un viejo réquiem sordo:
Amares .
Escucha , lector, las fotos de las costas que cada vez
nos quedan y queman más lejos,
y no amainan el mapa del tiempo,
ni con sus dibujos de isobaras pintan los gritos,
ni despeinan la costumbre de desayunar zumo con periódicos
en la terraza del buen tiempo, en la barra de la desidia,
cerca, al lado de Lampedusa,
aquel Giuseppe Tomasi di: Il Gattopardo .
Reza por nosotros, ahora que no estás, Eduardo,
y escríbenos unos versos para comprar
el pasaje de la vida de estas otras 900, y más personas de cada día,
danos los cadáveres a los que don nadie echará de menos.
Escucha: Escríbeme unos versos, Galeano,
ahora que nos dejaste, cuando los embajadores imitan posturas
y la mar está tan limpia de pecado.