Los Ángeles no Tienen Tetas, los Diablos sí
Carmelo Arribas
A través de la iconografía con la que los artistas plasmaron la presencia de los ángeles, en cuadros y estatuas, nunca los han identificado con las características físicas del género femenino. Hay sesudos estudios sobre la posibilidad de que de algunos, especialmente en los cuadros del Greco, sean “castrati”. La tradición de los “castrati”, algunos la remontan en su inicio en la Corte de la emperatriz romana de Oriente, Elia Eudoxia , en la Constantinopla del 400 d.C, que tenía un coro cuyo maestro era un eunuco . Hacia el siglo IX , ya hay datos sobre la existencia de cantores eunucos en la Basílica de Santa Sofía . Tras el saqueo de Constantinopla por las fuerzas occidentales de la Cuarta Cruzada en 1204 , la práctica de cantores eunucos desapareció. Es posible que los musulmanes hubieran continuado la tradición, que vuelve a ser conocida en el s. XVI. A los niños que sobresalían por sus dotes de canto, se les castraba, para que su voz no cambiara. Aunque oficialmente la Iglesia condenaba estas prácticas, eran contratados para los más prestigiosos coros catedralicios, o por monarcas y nobles, para amenizar sus fiestas. Quizás el castrati más conocido, de todos ellos, fue Farinelli, llamado por Isabel de Farnesio, mujer de Felipe V, para que con su canto sacara al rey de la depresión, alargando su vida, y así poder preparar su sucesión.
Ni tan siquiera los pequeños angelotes, que adornan con su presencia cuadros y estatuas de vírgenes y santos, representando la inocencia, dejan de mostrar a pesar de su aspecto, en muchos casos evidente, de pequeñas niñas, sus atributos masculinos, cuando no están tapados por nubes o paños flotantes, que no se sabe bien cómo se sujetan, ni de donde han salido.
Atributos que nunca muestran los demonios, cuya estética con frecuencia semejante a los sátiros y faunos, con cuernos y patas de cabra, traen a la mente la figura de estos personajes mitológicos, personificación de la lujuria, persiguiendo a las ninfas. Impregnando de esta manera de sentido maléfico y pecaminoso la práctica sexual, especialmente, la promiscua, sobre todo tras la vuelta de los españoles de América, y la plaga en la que se convirtieron las enfermedades venéreas, sobre todo la sífilis, considerando, que si se frenaba, con el sentido religioso de maléfico y pecaminoso, del sexo, se frenaría la epidemia.
Pero todo tiene su excepción, María Luisa Roldán, la gran escultora del S. XVII, a la que se atribuye la Macarena, y que fue escultora de Corte de Carlos II el “Hechizado” y posteriormente de Felipe V, aunque le pagaban tarde y mal, realizó una estatua de S. Miguel, que llamó “El ángel feminino”, un autorretrato, en el que el ángel lleva su cara y le da “leña”, a un Lucifer, encarnado en el rostro y aspecto, por el inútil de su marido, borracho, pendenciero, y mal escultor, que se encargó de tratar con los posibles clientes los encargos, que al ser habitualmente conventos, e iglesias, parecía más oportuno que hiciera estas gestiones un hombre, en lugar de una mujer.
Y puesto que el mal y la lujuria, siempre se han identificado como algo femenino, no podía dejar de existir un demonio con tetas. Se encuentra en un paso procesional de Orihuela, que curiosamente no puede entrar en la iglesia, y cuando los cofrades entran, este se queda fuera. Realizado por un fraile, Fray Nicolás de Bussy , y que fue adquirido por el gremio de los labradores, por 800 libras valencianas, en el 1695, el aspecto, con rostro masculino, lo convierte en una especie de transexual, o de andrógino.
Pero sobre todo le da ese toque femenino simbólico, que ha quedado en el ambiente y el lenguaje y que plasma la expresión. ¡Esta mujer es un demonio¡