AGITADORAS

PORTADA

AGITANDO

CONTACTO

NOSOTROS

     

ISSN 1989-4163

NUMERO 63 - MAYO 2015

En la Ciudad Blanca

Ángela Mallén

 

Doce torres para una ciudad blanca. Doce

torres para una ciudad blanca bajo el sol,

de sábana enjuagada con añil,

de colcha de arabescos y caliza.

 

Desde lo alto de las torres

(góticas, mudéjares, barrocas)

éramos nosotros dos mosquitos en la ola de calor.

Yo era el insecto más pequeño. Aún no dominaba

mis élitros, mi hálito

mínimo de larva,

mi impulso para alzar

un cuerpo microscópico.

 

Las torres no sabían, ninguna de las doce

sabía cuánto pesa la memoria de un insecto,

el cúmulo de imágenes miradas

con sus múltiples ojos: universos

gigantes entrevistos parcialmente

desde cientos, millones

de minúsculas perspectivas.

 

Ascendimos por una de las torres:

la cuarta, o la quinta.

Era enorme la sombra proyectada.

Bajo ella cabrían

varias calles de casas enlucidas,

las cuestas y los cables

tensos del tranvía.

Profusas dimensiones superpuestas a la sombra

de las torres: la cuarta, la sexta, la novena...

 

Nuestro revoloteo se ajustaba

a un ritmo de mareas,

eclipses, plenilunios...

Jugábamos a ser dos peces boquiabiertos,

dos esferas del cosmos,

dos satélites de la torre primera,

dos pequeños títeres parásitos

perdidos en la ola de calor.

 

No hablábamos la lengua de las torres.

Desde nuestro inframundo, ¡quién podría entenderlas!

Pero el aliento blanco que exhalaban las calles,

aquel tórrido aire de gelatina estática,

era el medio de cultivo en el que nos larvaba la ciudad

a las torres y también a nosotros.

Si bien ellas eran

doce (la barroca, la mudéjar,

la colosa octogonal...) y nosotros,

sólo

dos mosquitos en la ola de calor.

 

 

En la ciudad blanca

 

 

 

@ Agitadoras.com 2015