Viage del Parnaso
Ramón Asquerino
Al ayre suena/ una confusa voz,
(Al acento acanto que me grabó mi madre en el ayre de mis lecturas)
Viage/ del Parnaso,/ compvesto por/ Miguel de Ceruantes/ Saauedra.
-Título original con cuatro cuerpos de letras en cinco líneas-
El Viage del Parnaso se puso a la venta en Madrid en noviembre o diciembre de 1614, pero es más que probable que estuviese ya terminado en 1612, puesto que por acabado lo da Cervantes en el prólogo a las Exemplares (redactado entre julio y agosto de 1612), o al menos lo estaban los VIII capítulos de la obra, aunque tal vez no la Adjunta final, que lleva la fecha exacta del 22 de julio de 1614. Así, pues, se cumplirían ahora, sin recuerdo alguno, los 400 años de la publicación de esta especie de ‘ Quijote en verso', a la vez que no se celebra tampoco (quizá más comprensible por ser una burda y degradada continuación) la aparición del de Avellaneda -cuyo único ejemplar de la 1ª edición en el mundo se conserva en la BNE-, en agosto o septiembre de ese mismo año, pero desde luego fue después del 22/7, fecha de la Adjunta , ya que, de haberlo conocido Cervantes, el autor hubiese fuertemente arremetido en este Viage contra el falso Quijote , como hizo desde el QII59, cuando tuvo la primera noticia del de Alonso Fernández de Avellaneda, y en Ocho comedias y ocho entremeses , en cuya Dedicatoria al de Lemos también ataca al falso, publicado en Tarragona. Detrás de este apócrifo pueden ocultarse Lope y Guillén de Castro, en cruce de anagramas, o bien Ginés de Pasamonte, personaje de ficción en el QI22 y QI23 -en la edición revisada de la pérdida y recuperación del asno-, y QII25-27, el titerero con el mono adivino, a la vez que en la realidad sería el escritor aragonés, Jerónimo de Pasamonte, coincidente en desventuras y disparidades con Cervantes.
Cronológicamente, el Viage del Parnaso (7 ejemplares de la 1ª edc. se encuentran en la BNE) se sitúa entre el primer Quijote de 1605, las Novelas exemplares de 1613, poco antes del de Avellaneda, 1614, y las Ocho comedias y el Quijote II, ambas de 1615, o sea, en mitad de su última etapa, la de grandísima creación literaria.
La obra podría dividirse en cuatro partes claramente diferenciadas: [1) P reliminares L egales, documentos similares al contemporáneo copyrigtht ], integrados por dos L icencias (la primera más bien aprobación; la segunda, licencia de tipo eclesiástico), un P rivilegio de venta por 20 años, una T asa, que sacaba la obra al precio de 44 maravedís (maravedís o “mis”: Capítulo I, verso 112), y una F e de erratas (4 señaladas solo, lo que da idea de que no fue leída la obra por el catedrático de Teología de Alcalá. Véanse, a modo de ejemplo, la página de la Erratas en el QI, con exceso de espacios en blanco sin imprimir, como el Viage , y la del QII, de texto repleta, sin embargo; prueba del éxito, deduzco). Otros [2) P reliminares L iterarios (o paratextos)], a saber, D edicatoria, al mismo personaje que aparece en la Portada, don Rodrigo de Tapia (y a quien Villamediana criticó, a este y a su padre, con tres poemas satíricos y en otros cuatro con duras alusiones), quien pagaría la edición del libro; el P rólogo, al lector, siempre presente en Cervantes, como un estilema, una característica propia o ‘marca de la casa'; un E pigrama en latín escrito por un poco conocido poeta, Agustín de Casanate Rojas, lo que da idea de la tremenda soledad de nuestro autor. Este epigrama lo conforman 12 versos, en dísticos. Más el polémico S oneto: “El autor a su pluma”, caso extraño puesto que existen diferentes estados de esta composición: en 5 ejemplares aparece y en 2 se sustituye por un adorno tipográfico. Así, de los 7 ejemplares de la BNE, dos no llevan ese soneto. Como se verá, resulta más importante el soneto que la página “ilustrada”, pues el personaje de la ‘pluma' conecta con el QII74: “[la pluma] para mí sola nació don Quijote”, como sinónimo de esfuerzo, del trabajo constante, del desvelo, no de la “inspiración” poética y ‘divina', o el artificio ficcional. Las libertades de los impresores, pues, eran demasiado peculiares, hasta en las grafías del apellido del autor Ç; b,u,v, y en el propio título de su obra más conocida. Y ya, por último, el C orpus propiamente dicho: 3) O cho c apítulos, con un total de 3284 versos en tercetos, más una y 4) A djunta en prosa subdividida en un d iálogo entre Miguel y un quevediano, al modo de descripciones del Buscón , Pancracio de Roncesvalles, más dos e scritos de Apolo: una carta y unas ordenanzas “legales”, quevedianas también, con una prometida respuesta de los poetas al señor Apolo.
Se trata, claro está, de una obra intertipológica, mezcla de géneros varios, pues combina el relato, al estar también dividido en capítulos, el verso épico por esa lucha incruenta a librazos –principalmente en el capítulo VII- y la comedia de los corrales: unos tres mil eran los versos que componían las obras de teatro de entonces y, además, al final, se añade: “que cansa, quando es larga la jornada ”. (La cursiva es mía). La mejor edición que puede consultarse y leerse en la actualidad es la de Elías L. Rivers: Viage del Parnaso . Poesías varias : Madrid, Espasa Calpe, 1991, de donde proceden parte de estas líneas y sus citas. Por eso, respeto la grafía original de la misma manera que en las ediciones actuales se ha mantenido el título el antiguo “del” por el usual de hoy “al”. Como la Subida del monte Carmelo sanjuanesco.
Hay quienes ven en la obra por este endecasílabo un memorable testamento poético: “que piensen que soy cisne y que me muero”: IV565; otros críticos piensan que el Viage sería un Quijote en semiverso, por sus respectivas parodias del mundo caballeresco y mitológico del clasicismo: “los dioses arrojados a escobazos”, como escribió Ortega de la pintura de Velázquez. De hecho, un cuadro del Prado, Menipo , de Velázquez, 1640, se relacionaría con el estilo de esta obra cervantina, pues es una sátira menipea: burlesca, crítica, carnavalesca, contrafacta de los mitos, contrahecho antecedente del, por ejemplo, buey Apis de Luces de bohemia: esperpento , 1924, y del reflejo de los espejos deformantes, claro. En estos versos cervantinos, Apolo, Venus y Neptuno serán descritos burlescamente. Dentro de la misma línea de desmitificación estaría la dieta a la que es sometido Pegaso VIII181-186, para evitarle cualquier desarreglo intestinal, curiosa anticipación de endocrino. Astroso y a la vez majestuoso, el filósofo cínico griego Menipo –del siglo III a.C., también autor de sátiras- representaría en el de Velázquez el mundo de la picaresca española, tal vez al Escudero del tratado III del Lazarillo , y la voz en eco burlesco de la cultura pagana, pero sumergido, eso sí, en una luminosidad exterior muy parecida a la de Las Meninas . Del mismo modo, como anticipo del cuadro de los Niños comiendo uvas de Murillo (1617-1682), este V64: “picar en el sombrero la granuja”, las uvas del sosiego en polvo desgranadas del pintor sevillano.
En resumen se podría decir que el autor concibe la obra como un largo viaje desde Madrid-Cartagena-Valencia; Nápoles (ahí le asalta la nostalgia a Cervantes por los años felices de su juventud, aprendizaje -1574 y75- y los frustrados deseos de volver más tarde; el barrio napolitano de la Ode ad florem Gnidi de Garcilaso), y Génova, hasta llegar a Grecia al lado de Apolo y, vuelta mágica, al modo de Clavileño y de otra nueva ‘operación retorno' –muy quijotesca, por cierto- a Madrid, a su casa, “lóbrega posada”, de la calle Huertas actual. Casi como una novela bizantina, con su peregrinación metaliteraria, en vez del Persiles , que es de peregrinación religiosa, pero con el que también, entre otras cosas, coincide por el intenso azul del mar: Viage I151. Por toda la obra se mencionan a unos 130 poetas, no todos buenos, precisamente, y otros “a medio camino”, como los Argensola, con quienes Cervantes tuvo sus rachas de encuentros y enfados. Garcilaso, por supuesto, Herrera, Quevedo (II304 y en la Adjunta o apéndice), el maravilloso Villamediana (II265 y VIII310) -por cierto, único noble del pueblo-, Lope, y Góngora (“el magno cordobés”: VII257), entre otros, son los enaltecidos.
La influencia de Garcilaso se extiende por toda la obra cervantina, en esta y en el propio Quijote II18: -“¡Oh dulces prendas por mi mal halladas,/dulces y alegres cuando Dios quería!”: Soneto X. En el Viage : “Quando me paro a contemplar mi estado”: Soneto I y VII286. Ahí, en ese capítulo precisamente, versos más abajo, Cervantes distingue entre poetas “garcilasista o timoneda”: representación tanto como contraste de calidad, y de los dos tipos de versos: los endecasílabos del maestro y los octosílabos del valenciano. Vuelve a citar a Garcilaso en el I55 y también lo menciona el desdoblamiento del autor, Miguel, al final, en la Adjunta : entre los privilegios y ordenanzas de los poetas españoles. Técnica como un homenaje a los círculos dantescos de la Comedia , aunque es Mercurio, no Virgilio, quien acompaña al autor durante el viaje, pero en cuyo espacio siempre gira la consideración y constelación de Garcilaso, el poeta por antonomasia. En VIII: “de las aguas que llaman del Olvido” de Égloga III : “hará parar las aguas del olvido”, y en QII69 sobre todo, por aquellos dos maravillosos versos “mas con la lengua muerta y fria [no hay diptongo] en la boca/pienso mover la voz a ti debida”, en el mancebo recitador, y que don Quijote reconocerá como estancias de Garcilaso en el QII70, ya más tarde su rebrote lírico en Salinas: La voz a ti debida . Igualmente en el Viage , III439-441, y en la Epístola a Mateo Vázquez , de 1577, si es que realmente es suya, vv199-201, idéntico recuerdo de esos versos de la Égloga III . “Así entre contrarios pensamientos muero”: V243, compárese con la Égloga II : “así diverso entre contrarios muero”, procedimiento de paralelismos antitéticos de estirpe petrarquista y frecuentes en la poesía de la Edad de Oro.
En cuanto a la presencia de Luis de León (que se une a Garcilaso juntamente en III: vv86 y 441, respectivamente) no es tanta como la influencia de García Lasso, sin embargo el título de este trabajito ( Viage :V13) sí que resulta un claro eco del poeta salmantino y, además, sirve para explicar la ‘confusa voz' que preside este largo Viage , consecuencia del “campo de Agramante”, QI45-46, cuyo título tomó Caballero Bonald para su espléndida novela de 1992, pero, casi seguro el editor, como me confesó el propio autor, adjudicó erróneamente la cita al Persiles . Además, “la escritura desatada” del QI47. Maravilloso “campo de Agramante” con las máscaras inventadas de los 11 posibles autores del Quijot e, si bien en esta otra obra, tirada y cascada en tercetos, se mueve en torno a la primera persona, que es «solo» a la vez el “yo”, la ‘pluma', narrador, autor, protagonista, Cervantes y Miguel, como un juego de espejos en siete figuras reflejadas, juego que mezcla la realidad y la ficción en un cronotopo vacilante entre geografías, la verdad histórica y el sueño onírico, al modo de Montesinos QII 22-23, y que se aprecia en el Viage durante casi todo el capítulo VI. Así, esa “confusa voz” es la que, sin embargo, igualmente hace llenar el ayre con una armonía perfecta, por ejemplo en el verso “que piensen que soy cisne y que me muero”, IV565, que casi corresponde con el centro de toda la composición, además de ser el final del capítulo IV, justo la mitad de los VIII, y tal vez como ese testamento poético. Cervantes, recuérdese la estructura geométrica de la Exemplares , buscaba esa perfecta armonía.
Como algunos quieren ver no es el Viage un duplicado del Canto de Calíope , larga composición de 888 versos en octavas, incrustado en esta novela pastoril de La Galatea , 1585, que tiene VI libros, precisamente en el último se encuentra este Canto . Sin embargo, las octavas adolecen del tono burlesco del Parnaso , aunque allí cite a unos 100 poetas, entre ellos a un antepasado suyo “de Gonzalo Cervantes Saavedra”, v491, de donde el propio autor pudo tomar su segundo apellido.
En VI vv. 55-57 se lee:
“Nunca a disparidad abre las puertas
mi corto ingenio, y hállalas contino
de par en par la consonancia abiertas.”
En el terceto aparece la captatio benevolentiae , en el “corto ingenio” (III122: “flaco ingenio mío”) encabalgado abruptamente –y por eso señalado-, pero donde no podría faltar también la antífrasis y la ironía, puesto que Cervantes ya sabe, entre otras cosas desde la traducción del Quijote al francés en 1612, que su ingenio no es ni mucho menos corto. A eso se añade siempre “la consonancia”, es decir, “el concento” de VII148, la armonía de la “consonante repuesta” de Luis de León en su inmensa Oda a Salinas , consonancia -lo opuesto a “disparidad”- que llegará hasta el Persiles , y juega con el adjetivo desplazado de su lugar –“abiertas”- para trasladarlo, en hipérbaton muy latino, hasta la situación de palabra rima, que ha consonantado con anterioridad con “ciertas”. Obsérvese cómo “de par en par” ‘abre' también al “ayre” al verso con las aliteraciones de la /a/, 15 en total.
La estrofa también nos remite igualmente al concepto de armonía en general dentro de la composición literaria. Como en Persiles III10, y lo mismo en el Quijote , quizás más en El ingenioso hidalgo , que dividió en cuatro claras partes, que en su continuación, un perfecto laboratorio, diez años más tarde. Así, en ese Persiles III10 aparece esa armonía, “consonante apuesta ”, mediante la ecuación fábula/verosimilud e historia/verdad que “forme una verdadera armonía”, a saber, como el magnífico “baciyelmo”, QI44: lo que es en verdad, más lo que, como fábula, debería ser. La ‘tropelía' en el Coloquio de los perros , la defensa de lo verosímil en el Viage “que a las cosas que tienen de impossibles/siempre mi pluma se ha mostrado esquiva/”: VI50-1, en donde cobra, además, enorme relieve la citada ‘pluma', sinónimo del autor. Y en esta misma obra: “De las confusas vozes el concento/confuso por el ayre resonava”, cuyo oxímoron (armonía/confusión) es recurrencia léxica con el “baciyelmo”.
Y por el aire del soplo de 400 años, la huida voz de Cervantes en su poesía, por este Viage que coincide también con Persiles por el color azul, el del mar de Lepanto, con la actual afanosa búsqueda de sus restos, la lejanía por cinco años del presidio, de su Nápoles, del aire de Velázquez, de la derrota de su soledad azul lejos: don Quijote en las magníficas playas de Barcelona. Y su acento, acanto, canto:
Al ayre suene su clara voz.