Bajo su Mirada
Javier Neila
Nuestro blindado avanzaba entre ruinas cuando la vi a un lado de la carretera. Venía de frente. Su pelo le caía a un lado de los hombros. Me costó trabajo entender que hacía allí ese ángel de cara de porcelana, en medio de aquella guerra. Otra más. Andaba despreocupada al lado de otra chica que no recuerdo, que no era nadie porque hay gente que nunca lo es.
Al cruzarnos levantó la vista y me sonrió, tímidamente, mientras seguía contándole algo a su amiga. Sus ojos oscuros brillaban. No sé que le vi en la mirada…Algo imposible de entender…pero se me erizó el pelo y sentí punzadas en la nuca. Parecía que todo pasara muy despacio, acompañado por el ronroneo del motor diesel del BMR; como en la cámara lenta de una vieja película de Súper 8.
Las dos iban en chándal y zapatillas NIKE; inmaculadas, conjuntadas, serenas, rítmicas… las hubiese imaginado haciéndose ver en el parque de cualquier ciudad española, paseándose relajadas y sensuales con ese meneo de caderas. “Vaya par de jacas”…, dijo el Caballero Legionario Romero con su marcado acento jerezano. Yo continué observándolas, girado, hipnotizado, mientras pasábamos entre cementerios bosniacos a ambos lados de la carretera. Tantas piedras blancas desordenadas parecían puntas de dedos señalándonos como culpables. La eternidad y el olvido duran demasiado. El sol iba desapareciendo a nuestra derecha, entre los farallones montañosos plagados de un verde intenso, en el fértil desfiladero del río Neretva, camino de Mostar.
Esa misma mañana nos habían estado tiroteando. Munición ligera y fuego de mortero. Sin embargo la mayoría de nuestros vehículos presentaban ya algún impacto del 12,70, que destacaba sobre la pintura blanca que nos identificaba y convertía en objetivos ideales. Los “javeos” (milicias croatas del HVO) tiraban a bulto desde posiciones elevadas al otro lado del rio, y a esa distancia era poco probable que nos dieran…lo hacían para cogernos la medida y tantear cuánto éramos capaces de aguantar sin responder…pero cada vez se acercaban más…y tenía yo el pálpito de que más pronto que tarde nos quitarían el polvo a alguno de nosotros. La ruta diaria hacia el campamento en Dracevo por el único camino practicable nos hacía vulnerables y previsibles; tanto va el cántaro a la fuente que se rompe. Al fin y a al cabo la muerte es sólo cuestión de tiempo, y de las dos allí teníamos de sobra. Nos habíamos ganado la enemistad del Hrvatsko Vijece Obrane (Consejo Croata de Defensa) al llevar -más veces de la cuenta según ellos- plasma y medicinas a los sectores musulmanes de Mostar.
Esa noche pensé en ella. En cómo olería el nacimiento de su pelo en la nuca, el lugar donde, según mi padre, huelen mejor las mujeres. Dónde se sabe si te van a salir buenas o malas…Mi padre era un hombre que daba importancia a los olores. Mi padre había muerto seis meses antes, completamente solo, desahuciado, el mismo día que ascendí a sargento.
Al día siguiente, la busqué durante todo el camino, tanto a la ida como a la vuelta…fijándome en cada recodo, incluso escrutando con la mirada entre los cadáveres de mujeres desnudas en la cuneta, buscando con angustia su cuerpo menudo.
Una semana después en un control del ejército Bosnio, cerca de Jablanica, mientras el teniente negociaba con el jefe de la “Milicija” local el peaje para poder pasar los vehículos, oí una voz que me decía “Tú soldado guapo…Yo estoy amiga” con su acento balcánico. Miré y me encontré con ella. Su amiga la acompañaba. Le sonreí. Les di mi caja de ración de campaña de ese día…la única que tenía. No me atreví ni a corregirle la típica equivocación del verbo ser/estar, tan habitual entre ellos…no pude ni articular palabra.
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Un binomio de francotiradores lleva toda la noche agazapado entre las rocas, a escasos 550 metros del puente, bajo una tela mimética de caza. Los británicos van a poner un control para interceptar un cargamento de fusiles alemanes y belgas destinado al ejército croata. Hay que distraer su atención y conseguir que pasen. Es vital que lo consigan. La espera es aburrida. Jadranko, de trece años, trae dos vasos de aluminio humeantes. Su uniforme de miliciano del HVO le queda grande, pero lo lleva con orgullo. Ese café amargo y espeso es bien recibido…le agarran los vasos con ambas manos y se lo llevan a la boca…sorben y soplan a la vez…ya debe quedar poco para que lleguen los cascos azules.
El ojeador se aparta los prismáticos de la cara y da la señal de alarma; “Ahí están”. El fusilero prepara su Dragunov del 7'62 con balas especiales de camisa de acero y bolsa de aire…comprueba que sus diez proyectiles están bien alineados golpeando el cargador sobre su bota, lo coloca, tira del cerrojo y pone el seguro. Encara el arma. Su visor de 12 aumentos le permite verles perfectamente la cara. Está amaneciendo. Un casco azul se baja del blindado. No son ingleses. Son españoles. Se nota en la bandera del brazo y sus divisas de color en el pecho…además andan de manera distinta a los ingleses y no suelen llevar el chaleco antifragmentacion cerrado hasta el cuello, sino abierto y mostrando parte del pecho. El francotirador sonríe. Humedece sus labios y baja el seguro de su fusil.
El teniente es el primero en caer. Sigue vivo. Se retuerce dolorido llevándose la mano al cuello. La sangre no para de salir espasmódicamente…Los demás comienzan a disparar a ciegas. El cazador es paciente. Lo ha hecho muchas veces…demasiadas. Sabe que antes o después intentarán salvarlo. Además éstos son españoles. Siempre se la juegan. Son así. Un segundo disparo le da en la pierna…la rótula salta en pedazos… Cuanto más grite, mejor. Un sargento se desespera…corre hacia él…los demás le piden que no lo haga…ya es tarde y está tumbado junto a él…el casco mal abrochado le tapa los ojos…los dos gritan…los dos lloran…lo empieza a arrastrar hasta el BMR…El francotirador tiene la cara del rescatador en la retícula de su mira…lo observa…parece que se estuviesen mirando cara a cara. Su cara se ilumina y sube el seguro de su arma.
-¿Por qué no disparas Ivanka? -Le pregunta su hermana.
Ivanka la mira y sonríe: "Soldado guapo…Yo estoy amiga”.