Leía el otro día en La Vanguardia que en el expediente de numerosos republicanos fusilados en la represión de la posguerra constaba, en el certificado médico, que habían muerto por “hemorragia interna”. No era mentira. Lo que faltaba por especificar era el motivo por el cual se había producido tan letal hemorragia. En toda información sobre guerras en curso se habla de “daños colaterales” por no decir (suena mucho peor), “víctimas civiles”. Casi cada día escuchamos la expresión “interrupción voluntaria del embarazo” cuando lo propio sería decir, aunque sólo fuera por mera economía lingüística, “aborto”. De algunos grupos políticos radicales se dice que tienen un “brazo armado”, por no decir que crecen a la sombra del terrorismo. Los programas o las revistas “para adultos” son simplemente pornográficos. Un “concurso de acreedores” viene a enmascarar la realidad de una quiebra o en el mejor de los casos, una suspensión de pagos. ¿Seguimos?
En los partes de los ejércitos en derrota se señala una “rectificación de línea” para disfrazar una retirada en desbandada. Jude Law tuvo “relaciones impropias” con su niñera sin llegar a convertirse nunca, a primer golpe de vista u oído, en adúltero. Si se trata de rizar el rizo, valga por ejemplo el de las “personas con capacidades especiales”, que son simplemente discapacitados o minusválidos. Un “soberanista”, en lugares como Cataluña o Euskadi, no es otra cosa que un independentista. Si las cosas nos gustan claritas como el agua, ¿Por qué inventamos expresiones estúpidas cuyo único objetivo es engañar, confundir o maquillar una realidad frecuentemente cruda? ¿Por qué un parado, en el estúpido lenguaje de ciertos políticos, es un “recurso humano ocioso”?
El eufemismo más sangrante, en los últimos días, ha sido utilizado por la ministra Fátima Báñez. Sí, esa mujer que para luchar contra el desempleo en España le pega un toque a la Virgen del Rocío y se queda tan ancha. Pura virguería, si señor: no esperábamos menos de una ministra de Empleo y Seguridad Social tan pía y tan devota. El caso es que cuando miles de estudiantes bien cualificados, con idiomas y másteres de todo tipo- nuevo eslógan: “Jóvenes, preparados, sobradamente desesperados”-, se ven forzados a abandonar el país ante la imposibilidad de encontrar trabajo, lo que están haciendo es “practicar la movilidad exterior”. Como si fuera un hobby o un deporte olímpico. Nada de hablar de paro, fuga de cerebros o pérdida de capacidad competitiva; Movilidad exterior, sin lubricante y sin anestesia. Un logro lingüístico de tal magnitud, que de inmediato nos evoca los ”greatest hits” de la anterior legislatura, ya sabéis, la de los miembros y “miembras”.
Si a los amantes de Casablanca siempre les quedó Paris, a nuestros hijos no les queda otra que la señora Merckel, abierta de brazos, recibiendo a los más cualificados, los más emprendedores, los más arrojados. Qué pena que aquello que sembramos con sangre, sudor y lágrimas, vaya a dar fruto en otro país, lejos de casa.