En estos tiempos aciagos, tristemente, parece que todo lo malo aumenta, la crisis, las injusticias, el número de parados. Estos últimos alcanzan una lamentable cifra record, 6.202.700 desempleados. No es sólo un número, se trata de seres humanos, personas sin empleo en busca de un modo de ganarse la vida.
A la espera de mejoras que no llegan, de trabajos que no existen y de soluciones que no se aplican, pasa el tiempo, meses y años de modo implacable y de los millones de parados abocados al desastre inmediato, los de mayor edad pasaran a engrosar la elevadísima cifra de jubilados, que en enero ya superaban los 9 millones de personas, sin posibilidad alguna de volver al mundo laboral, llenos de desesperanza, a la espera de tener edad suficiente de cobrar, la cada vez más mermada pensión de jubilación, la misma que día a día con alarma más creciente vemos peligrar para nuestro mañana.
Y es que mientras luchamos contra tanto chorizo, mientras sobrevivimos a base de esfuerzo y nos horrorizamos ante los abusos constantes y continuos, envejecemos y por ende la sociedad envejece. Antaño este dato seria simplemente una obviedad, una observación no muy sagaz. A día de hoy sin embargo, en términos numéricos o como perspectiva de futuro es una tragedia difícil de paliar.
No hace mucho, un amigo me comentaba las sorprendentes declaraciones del ministro japonés Taro Aso, hablando sobre los recortes de gastos sociales y haciendo referencia al 25% de la población japonesa ,que constituyen la cifra de retirados en dicho país, el susodicho declaraba que “el problema no se resolverá a menos que se apuren y se mueran” y continuaba diciendo “creo que es importante no prolongar la vida con tratamientos”. Seguramente más de uno de los componentes del ejecutivo, habrá hecho comentarios similares en petit comité y no tardaremos en escuchar reflexiones parecidas por parte de los estamentos oficiales.
Decíamos que la sociedad envejece, el 18% de la población pertenecen a la llamada tercera edad, que es una expresión que no me gusta, ya que no tengo muy claro a que edad acaba la primera y empieza la segunda y como la esperanza de vida crece exponencialmente, pronto tendremos que añadir una cuarta edad, para los que superen la tercera, como decía un 18% que va en aumento.
La previsión del INE es que para 2049 vivan 15 millones de personas mayores, lo que supondrá un tercio de la población.
Tras años de vendernos el sueño de la eterna juventud y de sufrir la fiebre de la vida eterna, tras millones de las ganancias particulares invertidas en comida biológica, cremas antiarrugas, capsulas de vitaminas, liftings , cintas andadoras, libros de autoayuda, horas de gimnasio,sesiones de reiki y ataques de feng shui, ahora no saben que hacer con tanto joven octogenario.
El plan de pensiones no se sostiene, el gasto médico que se acrecienta con la edad , aumenta el déficit que acosa al sistema sanitario, el cual y gracias a los recortes y la mala gestión tiene cada día más carencias.
Ahora que cada día son más habituales los aniversarios centenarios, el ejecutivo se da cuenta que la vida eterna entraña problemas ejecutivos y logísticos.
Porqué lamentablemente y por más imbuidos por la febril pasión por la vida saludable que estemos y aunque cumplamos a raja tabla aquello de Mens sana in Corpore Sano, el cuerpo o la mente, sino ambos, en un momento u otro empiezan a decir basta, disminuyen las capacidades cognitivas, empiezan las demencias, la falta de movilidad, de audición, de visión, en una palabra de autonomía.
Llegada esa ocasión a la que todos estamos abocados si la suerte te permite superar esa tercera o cuarta edad, tras años de trabajo, de lucha y de contribución te encuentras en un páramo, desamparado, indefenso.
Cada día es más evidente que carecemos de infraestructura y que no hay interés en crearla, llegado ese momento, la dignidad del individuo no es un objetivo a proteger, la necesidad de ayuda especializada, de centros profesionales , de recursos económicos y de compañía son un gasto molesto del que gratamente se desharía el gobierno, porque no olvidemos que el negocio es el intentar mantenerse joven a toda costa, la quimera de la salud perenne, la belleza eterna, eso es negocio, da dinero a las farmacéuticas, a los centros privados y en definitiva al gobierno.
Cuidar de todos los jubilados, presentes y futuros, con ayudas sociales, atenderlos, pagar su medicación, tratamientos y asistencia no es un negocio ,sólo un problema.
Ahora con las cifras de natalidad más bajas de la historia y la crisis haciendo estragos en los planes familiares de todo el país, la sociedad envejece a pasos agigantados, no hay recursos, ni residencias, ni ayudas oficiales suficientes.
Cuando los que aun tenemos edad laboral, que no trabajo, tengamos la actual edad de jubilación y queramos retirarnos seguramente no nos dejaran, posiblemente no cobremos pensión de jubilación, es incluso factible y deleznable que las residencias geriátricas con plazas públicas desaparezcan.
El presente es alarmante y el futuro aciago. Hacerse mayor es un negocio en quiebra y con seguridad hallaran el modo de liquidarlo.
Por este y por otros tantos importantísimos motivos.
Es urgente un cambio de sistema, de prioridades, una reflexión profunda.
Es imperativa la búsqueda de responsabilidades, la aplicación de soluciones, la obtención de resultados.
Mientras perseguimos la vida eterna y sucumbimos a la fiebre de la eterna juventud, el ejecutivo engulle sin piedad nuestros derechos, nuestro modo de vida, nuestro futuro, esperanzas y dignidad.
Por ello es determinante un cambio de gobierno!!!