“Et bocem, quasi aurae lenis, audivi”: Juan de la Cruz: Comentario al Cántico: 13-14
No sabremos contarte el temblor del aire
la perdida traición del viento
el desencanto de un lunes de andenes
la noche oscura sin alma del domingo
el rumor del aire delgado de un dios
la suavidad entre dientes por la piel de melocotón teñida
la diáspora de los pulmones aspirando la bajeza de los sentidos
de la lluvia la marcha atónita
el tren descuidado hacia la noche desabrochada de tu cintura
inscrita en Felicidad para los ojos
un hombro la espalda desnudando
la mirada herida de tanta piel de tanto beso de tantas ansias adamadas
de las flores encendidas por la noche, desveladas, en pie, insomnios
por donde no sabremos adónde te has huido en canela ardiendo
indemne la molestia de un beso que te persigue muy lenta a la altura del tobillo
las fronteras de las formas, del furor de las fresas
el agua que sabe a fruta cuando besas sin saber a nada
la Nada más ridícula que te sueña, agonía de abril.
Y oí una voz de aire delgado, Job escribía,
lo tradujo Juan de la Cruz,
lo lees
para quedarte en el milagro raro de un silencio tranquilo,
a la sonrisa del aire en la espalda, rectas las sílabas,
todas en pie por sus acentos, verticales:
Y oy una boz de ayre delgado.