1
Han construido una catedral en el centro del cementerio.
No una elegía de cúpulas. No un órgano de agujas
en las venas del légamo. No un torreón de incienso
en un bancal de niebla o en una necrópolis marina.
Han construido un templo en el lecho reseco del río
y hasta allí acuden las barcazas con sus velas de luto
y sus rosarios de madera. Han levantado un monumento
y unos parterres rodeados de flores y alcancías.
Parece que la muchedumbre espera un milagro,
una levitación, un prodigio cualquiera,
un instante de paz o un sarpullido de asombro.
No sé si entrar arrodillado o si hacerlo descalzo.
Temo que al besar tus labios de mármol
se deshaga el hechizo y la multitud nos apedree.
12
Hay un oasis inalcanzable en el centro de una burbuja
y otro oasis en pleno desierto. Los une este verso,
el oasis de este verso entre los versos de este poema.
Habrá un oasis esperándonos donde la luz se incendie
y otro, donde la palabra oasis ya no tenga ningún sentido.
¿Cuántas veces habremos de repetirla? ¿Cuántas
de negar su existencia? ¿Cuántas de silenciarla?
El mundo es de cerámica y de música. De materia
que hasta que finaliza la cocción es moldeable,
aunque luego se pudra e intente conmovernos
con el hondo artificio de su belleza. Sólo en el fuego
la descomposición demora y las formas
del cuerpo danzan, como si fueran las del espíritu;
y las llamas, el arpa de arcilla y la música son una.