Muchas fueron las cosas que cambiaron en el mundo aquel día 11 de septiembre de 2001. Sobre todo en Estados Unidos. La gran potencia mundial había recibido el ataque más salvaje e inesperado de su historia, y además, en su propio territorio, desde la Segunda Guerra Mundial y Pearl Harbour. Durante semanas, los medios de comunicación vivieron una especie de shock traumático que hizo olvidar incluso la publicidad -algo que, por supuesto, más tarde pasaría factura-. Los analistas que han estudiado los medios de comunicación tras el 11-S explican que el país se ayudó de la emisión de algunas series y películas de carácter histórico para superar el trauma, y, en parte, para poder entender algo que para los norteamericanos era tan "ahistórico". El hecho, pues, es que los atentados terroristas del 11-S afectaron a toda la cultura posterior. Y eso no excluye la producción de tebeos, que en Estados Unidos es predominantemente de superhéroes, y que, como algún experto ha estudiado, recoge a su manera los eventos reales en sus historias con cierto retraso (unos años en los que, consciente o inconscientemente, se ha reflexionado sobre lo vivido).
Una de las cosas que ha marcado el ataque de las Torres Gemelas ha sido la consideración de la política exterior de Estados Unidos y la revisión, en el caso del género que nos ocupa, de la idea de superhéroe. Esta idea será patente en los dos cómics que analizamos hoy: Veneno: el nuevo héroe de América, y Ultimate Capitán América.
De Veneno podemos decir que, para empezar, es uno de los archienemigos de Spiderman. Su origen se remonta a hace unos veinte años, cuando el Hombre Araña vuelve de la saga Secret Wars y del espacio trae un nuevo traje que en realidad es un extraño ser simbionte que busca fusionarse con su huésped. Cuando Spiderman se deshace de él, el traje se busca un nuevo huésped, pero la inquina contra el Trepamuros ya está sembrada. Ha llovido mucho desde entonces; baste decir que, para la nueva encarnación del personaje, nos encontramos con que éste está en poder del ejército de Estados Unidos y que es usado como agente de guerra encubierto en territorios hostiles. Su nuevo huésped, un soldado tullido, tiene que controlar al milímetro la influencia del monstruo durante sus misiones para que éste no termine tomando el control y creando el caos más absoluto. La serie juega con la tensión que produce la lucha entre Eugene Thompson, el soldado huésped, y el simbionte, pero al mismo tiempo esa tensión se convierte en una metáfora de la manera en que Estados Unidos entiende la justicia, la venganza o la violencia justificada. Es sintomático que, nada más iniciarse la obra, el protagonista diga: "Dicen que nos hemos vuelto gordos. Dependientes. Una nación imperialista que sólo quiere hacerse más rica. Se concentran en las excepciones. Me llamo Eugene Thompson, cabo del ejército de los EEUU. Y creo en mi país, puñetas. Estoy aquí, a miles de kilómetros de casa protegiendo vida de extraños porque creo en él. Estos no son principios triviales para mí." También lo es el hecho de que la bandera norteamericana aparezca en el fondo de diversas portadas de la colección. A nuestro entender, Veneno: el nuevo héroe de América es una respuesta, o más bien una corroboración del papel de EEUU en la política internacional. El uso de un agente como Veneno -un asesino, al fin y al cabo- para la protección de los intereses del país -y por ende, los de pretendidos valores universales como la democracia- nos habla de una determinada manera de ver el mundo y de su problemática, que se particulariza en el rechazo que, como personaje paria, recibe Thompson como miembro de la sociedad. Veneno: el nuevo héroe de América, aparte de ser un correcto cómic de aventuras de superhéroes -que lo es, y es divertido y emocionante, y, además, está muy bien dibujado- constituye una manera de estudiar, de forma oblicua los Estados Unidos. Como también lo es Ultimate Capitán América, una miniserie que analizaremos el mes que viene.