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ISSN 1989-4163

NUMERO 33 - MAYO 2012

La Vida Ondulante

Itziar Mínguez

Autor: Ramón Eder. Editorial Renacimiento. 2012. Colección "A la mínima". 132 páginas. 10 €.

EL TAMAÑO DE LA VERDAD

Qué época tan extraña. Crisis, paro, corrupción, prima de riesgo, recortes, desahucio, impunidad… no hay tiempo ni para reaccionar: cuando crees haber encontrado un argumento sólido en el que apoyar una crítica constructiva pasa algo peor que desvía la atención hacia una realidad más grave. Una cortina de humo para ocultar otra cortina de humo y así sucesivamente. Hasta que todo es humo, claro y no se sabe dónde estaba el incendio (ni si fue provocado). Nos superamos a nosotros mismos. Ya no sabemos ni a dónde mirar. Todo son malas noticias. Y lo peor de todo, una mala noticia solo desaparece del panorama cuando hay otra peor. Nadie dice la verdad, nadie se ríe, se ha perdido el sentido de la crítica, no hay espacio para lo políticamente incorrecto… qué ironía, porque paradójicamente todo lo político termina siendo incorrecto.

En mitad de este ataque de pesimismo voraz cojo una vez más el libro de Ramón Eder: “La vida ondulante”. Me aferro a él como a una tabla de salvación. No sé cuántas veces lo he leído. Es un libro de aforismos y, lo confieso, me he hecho adicta a sus páginas y no quiero entrar en un programa de desintoxicación. El libro de Ramón Eder tiene respuesta para todo. Me he propuesto no reproducir aquí ni uno solo de los aforismos que contiene porque me resultaría imposible elegir; hay uno para cada estado de ánimo (y de desánimo). Es un libro que se lee con un permanente movimiento de cabeza, de arriba abajo, asintiendo, dándole la razón, rindiéndote ante la rara lucidez de su pensamiento. Cuánta ironía, cuánto humor, cuánta reflexión. Cuánta verdad. “La vida ondulante” es un libro que deberían leer todos los políticos y todos los votantes; vamos, todo el mundo. También los niños y, si no saben leer, a través de sus padres, que en vez de nanas para dormir les proporcionarían fórmulas para despertar y cambiar el signo de nuestros miedos, así en vez de preocuparnos por el mundo que vamos a dejar a nuestros hijos haríamos algo por pensar en los hijos que vamos a dejarle a nuestro mundo. Se me ocurre que cuando quiten la asignatura de educación para la ciudadanía podrían sustituirla por “La vida ondulante”, es más, harían bien los chicos en aprendérselo de memoria, como la tabla de multiplicar o la de los elementos. Podríamos encomendarnos también a los aforismos, en vez de hincarnos de rodillas en la iglesia mientras rezamos: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa… Otra buena idea sería abrir y cerrar los telediarios con un aforismo de Eder, para compensar tanta mala noticia. O sustituir el espacio de deportes por un espacio de aforismos llamado “hablando en plata” (así subtitula Eder su libro)  donde las verdades quedaran al descubierto después de arrancarles el disfraz de lo previsible; aunque puede que el conjunto de la sociedad no esté dispuesto a renunciar al fútbol y prefiera seguir sometiéndose a los efectos de su dulce opio.  En ese caso, tal vez podamos dar cabida a los aforismos  en el tiempo dedicado al tiempo, valga la redundancia. Me refiero a la previsión meteorológica, esa suerte de ciencia inexacta pero hipnótica que nos mantiene quince minutos largos pegados al televisor mirando las isobaras y encomendándonos al satélite meteosat mientras afuera no deja de llover y el locutor  nos invita a ponerle al mal tiempo buena cara. Pero qué iba a ser de nosotros sin saber qué día va hacer mañana… preferimos la incierta previsión meteorológica a que alguien nos susurre verdades al oído. Verdades, en plural porque “La vida ondulante” lo componen verdades muy grandes que caben en un libro muy pequeño. Debería poder adquirirse en cualquier sitio y comprarse al peso: “Póngame dos kilos trescientos de Eder, por favor”, pero es difícil hasta encontrar un ejemplar. El día del libro no había ni rastro de él; he ido a investigar, sí y a preguntar, para ver la cara que ponen los libreros ante un título que no está ni estará entre los diez más vendidos. No lo tienen, es verdad, pero tienen torres de otros libros que tal vez adormezcan mejor nuestra conciencia. No podemos culparnos. Se hace lo que se puede. Sube la prima de riesgo y caen los valores; los de la bolsa y los de la vida. Y, para colmo, anuncian lluvia para mañana, así que me preparo para la tempestad, abro “la vida ondulante” que se despliega sobre mi cabeza como un paraguas generoso bajo cuyo abrigo sonrío y murmuro: “al mal tiempo… Ramón Eder”.

La vida ondulante

 

 

 

 

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