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ISSN 1989-4163

NUMERO 33 - MAYO 2012

El Elefante

David Torres

Como casi todas las cosas, un elefante puede ser sublime o ridículo. Pienso en el elefante africano, un recuerdo de la prehistoria, y pienso en el elefante rosa que ven los borrachos en los chistes. Pienso en los elefantes majestuosos de Intolerancia, con los que Griffith retrataba el lujo de Babilonia, y pienso en el papel higiénico Elefante, de áspero recuerdo.

El rey se fue a Botsuana a hacer el papel de gran cazador blanco y lo que ha hecho, mayormente, es el ridículo. Al rey alguien le tenía que haber dicho que no es el mejor momento para coger la escopeta y el salacot, majestad, que las cosas andan feas por el país que le da de comer, que la plebe ya empieza a estar un poco harta de brindis con turrón y de yernos que se lo llevan crudo. No hace ni un mes el rey dijo que el paro juvenil le quitaba el sueño y acto seguido se puso a roncar ante las cámaras, quizá para demostrar que no lo decía en broma, que el pobre no pega ojo por las noches. Suena como feo que, para alejar las preocupaciones, el rey se largue de safari, igual que esos artistas atormentados de Bertolucci que para meditar sobre la injusticia social se pegaban una panzada de ostras con champán en la Toscana.

Hay que felicitarnos por la buena salud de los Borbones porque dos accidentes de caza en la misma semana no es algo que aguanten muchas monarquías. Menos mal que son gente de bien, que si no, nos toca una reedición jet set de Puerto Urraco. Sin embargo, al rey le gusta apostar fuerte y cuando empiezan a hervir los debates republicanos y a bullir las primeras voces discrepantes, él no achanta: saca la escopeta y se pone a hacer el rey, que esto de matar bestias salvajes es algo que desde la Edad Media viste mucho a los monarcas. Al rey le va la vida peligrosa, las emociones al límite, lo mismo este verano en Marivent deja aparcado el yate y toma clases de surf.

El caso es que el rey no está dando mucho ejemplo de austeridad, ni cazando elefantes ni visitando cirujanos (cuando no es el ojo es la cadera) que casi parece un jubilado de los que tanto critica Esperanza Aguirre, uno de esos yonquis con bastón que no salen del ambulatorio y desequilibran las cuentas de la Seguridad Social con su ansia de pastillas.  

En cuanto al elefante, seguramente la culpa fue toda suya, por ponerse delante de la escopeta. Ya se sabe que el elefante, además, es el símbolo de los republicanos en las elecciones estadounidenses y que tienen la fea costumbre de andar provocando, barritando, abriéndose de orejas y todo eso. Pero los elefantes ya no quedan bien ni en los chistes ni colgados en las panoplias del salón, que las visitas se pueden sacar un ojo con los colmillos. A este paso la monarquía se va a colgar del salón ella sola a base de chistes.

El rey

 

 

 

 

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