Superman es uno de esos personajes que o te caen simpáticos desde niño o no te caen. He de confesar que yo estaba entre estos últimos. Nunca me atrajo la figura del Hombre de Acero, un personaje invulnerable, indestructible, con toda clase de poderes, y que se ocultaba en su vida de civil tras unas simples gafas y un cambio de look en su flequillo. Todo ello no reavivaba precisamente mis ganas de leer sus aventuras.
Pero Superman es mucho más que eso, y es por eso que he titulado este artículo parafraseando un libro que se convertiría en la piedra de toque de los estudios de cultura popular. Estoy hablando de Para leer al pato Donald, un libro de Ariel Dorfman y Armand Mattelart que a mediados de los setenta dio un nuevo enfoque político (al ser estudiado desde una perspectiva marxista y neocolonial) a un producto supuestamente inocente como eran los cómics de Disney. Y es que Superman, tras haberse convertido en un icono de la cultura pop, sufre del efecto "jarro": tanto puede vaciarse de contenido (como ícono, desprendiéndose de su significado original en chapas, camisetas en tiendas de moda, como le ha pasado a la fotografía del Che Guevara), como cobrar nuevas connotaciones según sea su lectura, y, por supuesto, su escritura.
Es por ello que querría hoy aquí tan sólo apuntar algunas de estas relecturas de Superman, para que el lector decida, si es que consideró alguna vez que el Hombre del Mañana era un personaje plano o carente de interés, cuál es el atractivo de este personaje. Porque, aunque se haya convertido en un arquetipo de superhéroe, como vehículo de la mitología del siglo XX y XXI, Superman aún tiene mucho que decir.
Quiero proponerles, pues, tres lecturas diferentes de Superman, para que ahonden en el mito y consideren cómo éste cambia con el tiempo y las sociedades que le reinterpretan.
La primera propuesta sería, obviamente, la génesis del personaje. En Los archivos de Superman, de Siegel y Shuster (Norma Editorial), asistimos al nacimiento del mito. Pero nos encontramos con un Superman que poco tiene que ver con el que pensamos: es un héroe que toma la justicia por su mano, que se burla de la policía, que no respeta la propiedad privada, que disfruta de aterrorizar a sus enemigos... Todo ello sería una visión muy postmoderna (siguiendo aquella máxima clásica del quid custodies ipsos custodes) sino fuera porque estamos ¡en 1938!, y Superman acaba de ver la luz gracias a sus autores originales. Muy interesante, por tanto, ver en qué contexto nació el mito y cómo fue cambiando para forjar la imagen que de él hoy tenemos.
La segunda propuesta puede ser, por ejemplo, Superman: hijo rojo. En esta fantasía propia de un What if? (qué ocurriría si...), Superman no aterriza desde su agonizante planeta Krypton en Smallville, Kansas, sino en un pueblecito de Ucrania, en plena era soviética. Así, por tanto, se convierte en el instrumento de la URSS para convertirse en la primera superpotencia mundial. Realizada en 2003 por el guionista Mark Millar (The Ultimates), debe leerse sin duda como producto norteamericano post-11S, cuando EEUU se siente tan débil como superpotencia única que es capaz de preguntarse qué ocurriría si fuera otros los que tuvieran la hegemonía mundial.
Finalmente, otra historia heterodoxa de Superman es Es un pájaro... de Steven T. Seagle y Teddy Kristiansen, un relato que, más que ser de Superman, es la de un guionista que tiene que escribir una historia de Superman, y como ello le hace enfrentarse a sus miedos internos, a sus dramas familiares, y por extensión a la naturaleza de un mito tan intrincado como es el que nos ocupa.
Estos son tres ejemplos de cómo releer la figura de Superman desde diferentes puntos de vista, pero habría muchas otras más claves en la heterodoxia de Superman: el volumen de Las historias de Alan Moore, el Superman: Identidad secreta de Kurt Busiek, la deconstrucción del mismo Moore en Supreme... Todas obras válidas para ver a Superman con otros ojos.
