Pero cómo no cómo no iba a sentirme a salvo en aquel metro parado si era como una metáfora de lo atemporal. Cómo no iba a estar en paz si allí dentro estaba protegida de la vida de la mala vida que Dios o yo o quién sabe qué eligió para mí. Al lado de aquel tipo que parecía sacado de la película que Jesús y yo fuimos a ver el otro día al cine. Que para un día que me saca de casa me lleva al cine y sale ese actor tan guapo y él todo el rato que si te gusta más que yo que si te gusta más que yo que qué feo estoy vámonos de aquí. Y yo pero cómo vamos a irnos hombre espérate un poco además esa chica es también más guapa que yo y no me quejo. Y él que eso era prácticamente reconocer que el actor era más guapo que él y sí carajo claro que sí pero tuve que mentir. Cómo no sentirme bien durante aquellos quince minutos que iba a llegar tarde por fin con una excusa. Porque lo de llegar tarde es algo que vengo cogiendo últimamente de costumbre y Jesús siempre que dónde has estado y que con quién y lo único que he hecho ha sido quedarme en la puerta pero sin entrar un poco por miedo y un poco por sentirme dueña de mi tiempo. Por eso me sentía bien en el metro parado porque me sentía libre y además lejos de Jesús y de la puerta que me separa de Jesús y de mi propia libertad y de mi propio tiempo porque tampoco es ser dueña de él estando perdiéndolo en la puerta de casa. Que los vecinos me preguntan si me he dejado las llaves de casa y a punto he estado alguna vez de decir que sí por si quieren invitarme a la suya. Pero tengo miedo de que luego al volver a casa esté Jesús otra vez con un cuchillo en la mano como aquella vez que me dijo la vida o yo. Entendiendo que si elegía la vida me iba a matar sino para qué quería aquel cuchillo. Y me puse a pensar en aquel momento ya ves si tengo momentos para reflexionar y tuve que elegir aquél y le dije que menuda paradoja aquello si eligiendo la vida me iba a matar y en definitiva morir. Y elegí la vida que en realidad la respuesta era elegir a Jesús. Por eso al final acabo cogiendo la llave y entrando a casa y Jesús pregunta y a veces ya ni le contesto porque no se me ocurre nada y él viene y me quita la ropa y pienso que vuelve el de cuando era joven que siempre tenía ganas de hacer el amor y lo que hace es abrirme las piernas y olerme por si he estado con otros hombres. Como si supiera él cómo sería oler a otro hombre entre las piernas. Un día me pegó un mordisco ahí porque decía que olía muy bien como si acabara de lavarme y eso quería decir que había estado con otro hombre y por eso antes de venir a casa me había tenido que lavar para que él no lo sintiera y una ya no sabe qué hacer con su cuerpo. Cómo madre mía no iba a sentir que aquel parón del metro era una bendición de Dios. Y con aquella chiquita que se había quedado dormida y no sabía que estábamos parados y luego resultó que aquélla en la que estábamos era su parada y se levantó y se fue corriendo como pensando que fíjate en ese mismo momento se habían abierto las puertas. Quince minutos de gloria llevaban las puertas abiertas y sin cerrarse por aquella metáfora de lo atemporal que era estarse en el metro. Y yo me imaginaba a Jesús imaginando un plan para mí peor que el de estar simplemente sentada al lado del que se parecía al actor más guapo que él y delante de la chiquita dormida. Pensando que lo mismo estaba por ahí escapando de la vida de la mala vida que me ha tocado o en la cama de cualquier hombre. Y qué va estaba en el metro en uno que se había quedado estacionado y ahí estaba a salvo. Sentí una punzada en el corazón cuando el cierre de puertas ese pitido se puso en marcha y se cerraron todas las puertas y quedé otra vez como ahogada como asfixiada porque volvía el tiempo y Jesús y la libertad que no tengo y todos diciendo que ya era hora y llamando a sus casas para decir que ya iba que ya funcionaba y yo me preguntaba qué era lo que maldita sea funcionaba. Cuando llegué le dije que vaya por Dios estos transportes públicos qué mal pero qué malísimamente que funcionan y por dentro mientras él me abría las piernas yo me acordaba de la chiquita y del actor y de todo el mundo mirando la hora y resoplando y de la paz de la ansiada paz que sentí durante aquel ratito. Entonces pensé que me iba a dar un bocado porque aquel bienestar se tenía que manifestar en mi cuerpo de alguna manera y podía parecer qué sé yo sospechoso y al final lo que hizo fue hacerme el amor.