Javier Setó (1965)
SI os gustan los relatos de fantasmas de la época victoriana (al estilo de M.R.James, Bram Stocker, o Henry James), disfrutaréis con esta joya del fantaterror hispano, La llamada, que ha ido ganando con el paso del tiempo adeptos hasta convertirse por méritos propios en un filme de culto.
Melancólica y crepuscular, la película de Setó (que arranca con un sugerente aire de Nouvelle Vague: planos móviles en la ciudad, música de jazz, estética beat, nítida fotografía) se transforma a los pocos minutos, tras una descabellada promesa, en una pesadilla angustiosa que, sin derramar una sola gota de sangre, consigue ponernos la carne de gallina.
Una angelical Dyanik Zurakowska (que los amantes del género recordarán por títulos como El coleccionista de cadáveres, La marca del hombre lobo o La orgía de los muertos), un jovencísimoEmilio Gutiérrez Caba (con un flequillo de lo más yé-yé) y algunos secundarios de lujo, como el camaleónico Víctor Israel, sostienen el peso del filme.
Muy por encima de la media de aquel tiempo y bastante alejada de los clichés del cine español de la época, La llamada es un magnífico ejercicio de estilo, una recreación espléndida del espíritu romántico de los cuentos de terror victorianos, que deja en la boca ese regusto agridulce y macabro de los relatos de antaño.
Más en la línea de las Historias para no dormir (de Narciso Ibáñez Serrador) que de las películas de terror españolas de aquel tiempo, La llamada sigue seduciendo a día de hoy con su necrofílico y nostálgico aroma.
