Séptima novela del joven escritor leonés, nacido en Benavides de Órbigo, Óscar M. Prieto, editada en Madrid por Sílex. Narra la vida del hijo de Hermenegildo, llamado a heredar el reino visigodo de España. La intervención decisiva de Leovigildo, su abuelo, hizo imposible esta aspiración, pues decidió entregar el trono a su tío Recaredo. Uno de los grandes aciertos de la novela, sin duda, consiste en rescatar la curiosa historia de aquel príncipe, un nuevo Cesarión, huérfano primero de padre y, después, en la huida, también de madre, rehén del emperador Mauricio de Constantinopla, que será finalmente borrado de la Historia. Este es el núcleo de la novela. Siguiendo los preceptos de la Poética de Aristóteles, el autor se pregunta cómo podría haber sido la vida, y particularmente la educación, de aquel príncipe visigodo cautivo, antes de cumplir el fatal destino codificado en su propio nombre: Atanagildo.
Es una novela, pues, con trasfondo histórico preciso, el fracaso de la rebelión de Hermenegildo (hoy santo de la Iglesia) contra su padre Leovigildo (tan arriano como pudiera exigírsele a un rey prudente), pero quiere mostrarnos sobre todo por qué tenía que fracasar. Óscar M. Prieto no duda en presentar al rey Leovigildo como digno referente de la obra de Maquiavelo. El autor parece susurrarnos al lado del rey, nos explica lo que piensa y, sobre todo, por qué debe hacer lo que hace. Y es que Leovigildo confiere sentido a su poder. Ser un verdadero rey es dar sentido al reinado, sentido político, histórico. Es Leovigildo quien sienta las bases sobre las que se fraguará la historia de España, y lo hace derrotando a quienes se interponen en su camino.
Óscar M. Prieto reivindica el período visigodo de la historia de España como propio –Toledo, Sevilla, también Itálica, Tarragona, tierras vascas y gallegas-, para desplegar un drama filosófico en la cúspide social de la época. La novela va dejando entreveradas las peripecias y los conflictos, lo necesario y preciso para señalar las contradicciones del alma, la virulencia de las pasiones (“Si fuera posible abrir en vivo el corazón del criminal, descubriríamos que en las entrañas de todos los crímenes siempre están presentes: la envidia, la codicia, la lujuria o la ambición. Los cuatro errores que corroen el alma humana. Los cuatro hunden sus raíces en las aguas subterráneas del miedo. El miedo es el origen”). Y ejerce un enfoque sespiriano, como diría Unamuno, al recoger los elementos esenciales para construir una tempestuosa reflexión sobre el poder y los sacrificios que exige. Sólo quien está alerta, sólo quien sabe “captar el sabor agazapado de la rebelión” en el nombre de Atanagildo, conseguirá dar sentido histórico a su reinado.
Son los reyes visigodos de España. Una sociedad que hereda la profunda complejidad cultural greco-romana. Aquella España “donde perviven imperecederas las costumbres de la vieja Roma”, que está en la línea genealógica del Imperio Romano, de Oriente y de Occidente, también del helenismo alejandrino, y sobre cuyo molde, ya cristiano, empieza a conformarse, a través de los Concilios de Toledo, una nueva y emergente unidad política. En ella inscribe con maestría el autor el clásico tópico de la educación del príncipe que transita desde la Ciropedia de Jenofonte, hasta la República de Platón, o el magisterio de Aristóteles sobre Alejandro, abundando en la función ejemplarizante de los mitos. El mito llega allí donde no llegan las ciencias, iluminando esos rincones oscuros del alma. No son meros “pecios de un mundo desaparecido que han llegado hasta nuestras costas”, “el poeta sabe que no existe belleza sin verdad”.
Es una novela reflexiva, de lectura fecunda, con metáforas luminosas y sugerentes juicios, fruto de una aguda observación del acontecer humano, que trabaja con ideas filosóficas, que explora y reivindica la complejidad histórica que asiste a este período desdeñado por los negacionistas, detractores del debate fundamentado sobre los problemas históricos de España.
El alcance de las contradicciones filosóficas que Óscar M. Prieto despliega en la novela a través de la reflexión sobre el ejercicio del poder permite comprender desde un punto de vista histórico universal una época que algunos ocultan y otros simplemente desarraigan de nuestra historia. La lectura de esta novela, que recomiendo encarecidamente, tanto o más que la de sus anteriores novelas, nos pone ante la cruda realidad política y cultural de una época que trasciende su tiempo y actúa sobre nuestros avatares presentes, invitándonos, una vez más, a enfrentarnos con nuestras propias contradicciones.