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ISSN 1989-4163

NUMERO 141 - MARZO 2023

 

KO

Kerman Arzalluz

El de la derecha se llama Nacho Freire y su sobrenombre es “carnero”, porque un directo de izquierdas suyo es como recibir un testarazo del animal. 

El de la izquierda se llama Alí Oli, lo cual le ha generado innumerables mofas dentro y fuera del mundillo de las artes marciales, que él ha solventado repartiendo a diestro y siniestro; de ahí que su sobrenombre sea “Seur”.

La contienda está a punto de comenzar. Nacho se inclina levemente, llevando la mirada hacia el protocolario choque de guantes, cuan sensei japonés. Alí, por su parte, focaliza la mirada en el punto exacto del rostro de su oponente donde quiere hacer llegar su primer envío urgente con acuse de recibo. 

La árbitra es de primer nivel y va dirigir la pelea de estos dos mataos de Parla aunque esté adscrita a la Federación Internacional de K-1 y en un mes se vaya para Thailandia a los campeonatos mundiales de la modalidad. En ese preciso instante les está soltando el “solo puede quedar uno” de Los inmortales porque además del noble arte del cuadrilátero le encanta el cine y, sobre todo, las películas de boxeo y artes marciales. Ha visto Toro Salvaje más de cien veces y todas las de Bruce Lee en bucle, hasta el agotamiento visual.  

El combate es a tres asaltos de tres minutos cada uno. Los dos primeros van a ser soporíferos porque ambos son malos, muy malos, y encima se tienen miedo -respeto, le dicen-, y la árbitra, doña Rufina Parrús, se muere de aburrimiento y aprovecha cada vez que se enganchan y abrazan el uno al otro para no tener que pegarse, para decirles cositas por lo bajini, tonterías, pequeños vaciles, puro entretenimiento: “Norit” le dice a Nacho; “¡Ponles sello, paquete, que no llegan a destino!, le espeta a Alí. Quién le mandaría aceptar esa velada poligonera mal pagada. Ella, que ha arbitrado a los holandeses, los mejores. 

Empate técnico tras los tres asaltos reglamentarios, empate a cero, equilibrio en la nada golpeadora. Todo se decidirá en el asalto extra. “Me quiero morir”, farfulla Rufina. Y transcurridos dos minutos y tres segundos del cuarto, se desploma como un saco de patatas, como si el mismísimo Jake La Motta hubiera atendido su petición desde el más allá con un gancho directo al mentón. 

El médico certifica la muerte. El combate se suspende. A la salida del pabellón los contendientes se encuentran en el parking. Uno le clava al otro un machete por la espalda y huye a la carrera de la escena de la muerte. Ya en su casa bebe, y bebe, y vuelve a beber; y fuma hierba y se mete una raya y bebe aún más; y sale al estrecho balcón de su apartamento demasiado rápido y sin control.

El combate con menos golpes más trágico de la historia.  

Tres kaos eternos. Definitivos. Un caos. Agitación absoluta y fin.  

 

 


 

 

 

Relojes y poetas

Foto Pedro Arce

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
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