Veraneando por Mallorca en el año 2008 encontramos a Inés y Joaquín, amigos de mi pareja Victoria desde su estancia en la isla. Contaron que estaban montando una revista cultural en internet y en cuanto supieron que tuviese un pasado con publicaciones en holandés me invitaron a contribuir. Bueno, les dije, pero en castellano no puedo. Sera inglés, entonces. Lo aceptaron y desde el principio contribuí con una variedad de historias, observaciones y figuras recurrentes. Mi favorito entre los últimos era inevitablemente el subterranean traveller, el que lo inició todo, un tío honesto y anárquico que siempre buscaba el entendimiento entre las muchas facciones menos apreciadas de la ciudad. Por costumbre, el subterráneo estaba bien informado de los nuevos movimientos sociales.
No tuve experiencia previa en escribir en inglés. La tenía hablado diariamente durante más que diez años, había traducido hasta literatura americana y me cayó bien esa lengua, pero la escritura era una nueva aventura. Me costaron un par de intentos para llegar a una confianza suficiente para buscar estilo propio. Desde entonces encontré la convicción de escribir tres novelas en inglés, la última, Tara Browne & The Swinging London Colour Revolution, próximamente a lanzar en formatos electrónicos. Esto no habría sido posible sin la disciplina de crear algo nuevo cada cuatro semanas. Con mi negocio de profesor de idiomas al lado, tuve que elegir mis horas de creación bien. En el tren de regreso a la ciudad, típicamente. No creo que mucha gente me haya leído. A los españoles en general les da miedo leer inglés. Quieren entenderlo todo, algo que es difícil con cualquier idioma y contrario a su naturaleza en el caso del inglés. El inglés no se entiende, se siente. Dicen que el americano sea más fácil, mis alumnos, que se entienda mejor. No obstante, sigo promoviendo el británico, por ser más elegante, más hipócrita. No me gustan las lenguas poco sarcásticas.
Durante nuestro último encuentro me contó el subterranean traveller cómo había encaminado, entre muy pocas colegas revolucionarias, la revuelta contra la puta mascarilla en metro y tren, desde que volvió al transporte público hace un año. Durante dos años siempre escogió bicicleta o coche para moverse por la ciudad y sus afueras, así contribuyendo al supuesto calentamiento, puramente por culpa de la puta mascarilla. Por supuesto, el subterranean siempre fue hombre de metro. Inicialmente éramos pocos, explicó, uno u dos en un vagón que se atrevieron a bajar la puta tela en un espacio público cubierto, nada fácil con tantas miradas desaprobadas y alguna expulsión por parte de una guardia popular, pero después se adhirieron las latinas de mediana edad, mujeres con el amor propio suficientemente desarrollado para ser vulnerable al mensaje. Ocurrió en la semana santa, mascarilla por debajo de la boca para empezar. Más tarde sus jóvenes hicieron lo mismo, con toda la juventud de Barcelona en su camino. Claramente, la sociedad se hartaba del abuso de poder que las autoridades habían mostrado con tanta satisfacción en los últimos años. La mascarilla no rescata, ya lo saben todos. Debo decir que de viaje en Madrid en abril vi que aún hubiera mucho conformismo con la norma absurda. Era algo tan decepcionante como instructivo.
En verano visitantes de países algo más libres aportaron su grano a la sensación de libertad en el metro. ¡Que muy agradecidos fuesen! Ya habían las autoridades dado por perdidos los andenes, donde la obligación de taparse ya no persistía. Para el traveller ha sido un gran día, la primera vez que se dio cuenta. Ahora, en febrero, un año más tarde, el gobierno se rinde finalmente al sentido común. Claro, es una minúscula victoria para las y los que siempre se han resistido al acondicionamiento a la increíble historia de un virus letal que se escapó de las estadísticas. Que nos veamos de nuevo, digo yo, ya que habrá más momentos para ser fuertes. Los más afectados ya no se unen. No pueden crear en la buena noticia. Siguen llevando mascarilla con una convicción y devoción casi comunista. Lo malo sea bueno. Emiten hasta odio a los liberados, pobres ciudadanos que simplemente han hecho lo de siempre, es decir seguir los órdenes, confiándose en el sentido común de las medidas tomadas, y ahora se encuentran engañados.
Parece que esté todo por el aire, menos las putas guerras que ya hace mucho que perdieron cualquier justificación fingida pero que siguen igualmente. Cada tercio década tiene su vergüenza y la ucraniana es la contemporánea. Muchos ya hemos vivido un sinfín de desgracias y nos cuesta engancharnos. De todos modos, creo que haga falta ponerse en desacuerdo con lo que están promoviendo los gobiernos y medios de comunicación. Miles de jóvenes y padres de familia mueren a ambos lados. Este nos va a costar a todas. No es la guerra de los ejecutivos, es de todas. Todos tenemos papel y podemos cambiar el guion, si se atreva. La vida es teatro y hay que vivirla así. La actuación, lo que piensa el entorno de ti, tiene mucho más peso que tu propia experiencia. De la segunda se ocupa la memoria en cuanto se pronuncie interés. El presente quiere ser como se presente.
Contra la decepción no puedo resistirme en solitario. Ni siquiera con un notable porcentaje de preparadas a la resistencia. Hace falta que todos lo aceptemos. Y creo que ese se puede realizar cuanto antes. Sera la revuelta del pueblo contra sus regentes quienes equivocadamente se han confiado más en cuerpos internacionales con intereses internacionales que en su propia gente. Este no puede seguir mucho más, es una dirección equivocada. Algo va a terminar con el poder concentrado, que ha entrado en estado de decadencia por comerse a su pueblo. Esto va a acabar.
Así las palabras del subterráneo, un tipo sentimental que sufría del dolor ajeno que encontraba en las calles de su ciudad natal. Ahora llega su fin y el traveller lo sabe. Era un replicante, el errante, sin juventud, un hombre de poca memoria con entusiasmo puro para el aventurismo. Ejerzo de reportero para mi blog, sabedor de las tendencias. Nunca se sentía culpable de sus muchas falsas interpretaciones y predicciones a lo largo de los años. Tenia razón un par de veces, y esto le bastó. Se puede apreciarlo en la hemeroteca si algún día te interesaría investigar cómo hemos llegado al momento en que te das cuenta de que algo no cuela. Me llamo Coos Palmboom desde hace suficientes años para ofrecerte una confortable cantidad de historias y novelas bajo este nombre, si por mi suerte te permitiste un capricho literario. También puedes enviarme una nota: coospalmboom@gmail.com Alternativamente, acude a: emptyplaneta.blogspot.com. Y a Joaquín y a Inés, muchas gracias por muchos años.